Crítica:DANZA | Territorio Danza

Cuerpo metafórico

La responsabilidad primera cuando se presenta un producto escénico ante el público es que debe asumirse el riesgo, a la par del serio compromiso que la escena comporta. Siempre hay muchas cosas en juego, y resulta preocupante que unas crípticas notas en el programa de mano expresen: "Sin preocuparnos demasiado por el resultado o la lectura global del conjunto". Eso no es justo, ni acertado, ni positivo para los noveles que se arriesgan y se implican en sus partes de taller.

Ejercicio uno comienza con la exhibición de la timidez que sólo realmente vence la conciencia profesional. ...

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La responsabilidad primera cuando se presenta un producto escénico ante el público es que debe asumirse el riesgo, a la par del serio compromiso que la escena comporta. Siempre hay muchas cosas en juego, y resulta preocupante que unas crípticas notas en el programa de mano expresen: "Sin preocuparnos demasiado por el resultado o la lectura global del conjunto". Eso no es justo, ni acertado, ni positivo para los noveles que se arriesgan y se implican en sus partes de taller.

Ejercicio uno comienza con la exhibición de la timidez que sólo realmente vence la conciencia profesional. La danza contemporánea no puede ser entendida como un cajón de baratillo donde todo exceso corporal o gestual vale. Nunca ha sido así, y tal degradación no contribuye a pulir caracteres o desarrollar talentos.

Territorio Danza

Ejercicio uno: coordinación: Carlos Fernández López; propuesta escénica: Félix Santana. Obra en proceso: creación e interpretación: Félix Santana; texto y dirección: C. F. Lera; música: Schumann, Ani Difranco, tribal. Sala Cuarta Pared, Madrid. 16 de octubre.

Otra cosa es el solo de Félix Santana (Las Palmas de Gran Canaria, 1969), donde desborda su honesta búsqueda, la exploración de un espacio propio en el cerrado "lugar sin límites" de la conciencia. Santana, sobriamente vestido de negro, con una mesa con magnetofones como único elemento escenográfico, hace un desgarrado viaje monologal al interior de un bailarín y sus dudas formales, el artista del movimiento que desea trascender las fronteras expresivas del género y sus propias limitaciones.

Lírico, doliente con un hilo de voz, desestructurado y ciertamente ambicioso, poco a poco hace del ejercicio de suelo un canon duplicado que se respalda en un fragmento de lieder, recurrentemente usado, y que recuerda obsesivamente que el romanticismo, sin épocas, es consustancial al artista, a su deseo y su dispersión aparente.

Exceso de texto

Como casi siempre, el error más grave está en el exceso de texto; Santana no lo necesita para arrastrarnos al espejo empañado de su estudio donde el soliloquio, la elocuencia verdadera, es su danza. Poco público, pero entusiasta. Estos trabajos, de obligado seguimiento, son acaso la única esperanza de la danza contemporánea española de tercera generación. De ahí que las angustiosas preguntas de Santana adquieran un valor añadido, metafórico.

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