La felicidad de las vacas

Lo de que un grupo elija como nombre Cows in Love (Vacas Enamoradas) puede resultar chocante, pero todo tiene su explicación. Esta nueva banda, afincada en el alcarreño pueblo de Brihuega, incluye componentes españoles, suecos, peruanos, rusos, lituanos o de Isla Mauricio, pero todos ellos con una característica común: practican el hinduismo y, en consecuencia, tienen a la vaca por animal sagrado. Su álbum de debú lleva el inequívoco título de Happy cows (Vacas felices) y mezcla ritmos tropicales, ingredientes electrónicos y ambientación chill-out, con el concurso decisivo de uno...

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Lo de que un grupo elija como nombre Cows in Love (Vacas Enamoradas) puede resultar chocante, pero todo tiene su explicación. Esta nueva banda, afincada en el alcarreño pueblo de Brihuega, incluye componentes españoles, suecos, peruanos, rusos, lituanos o de Isla Mauricio, pero todos ellos con una característica común: practican el hinduismo y, en consecuencia, tienen a la vaca por animal sagrado. Su álbum de debú lleva el inequívoco título de Happy cows (Vacas felices) y mezcla ritmos tropicales, ingredientes electrónicos y ambientación chill-out, con el concurso decisivo de uno de los gurús españoles de este último género, Justo Bagüeste (el mismo que, a principios de la década de los ochenta cantaba en Polanski y el Ardor aquello del Ataque preventivo de la URSS). A él se le suman los hermanos suecos Tomas y Steffan Rundqvist, líderes del grupo Undrop, que hace unos años obtuvo sus quince minutos de gloria cuando su canción Train protagonizó el anuncio de un refresco de cola. La causa de la felicidad vacuna tiene más fieles: así, la peculiar corista Susana Cáncer o el rapero Michi, que se marca una versión insólita de Tengo una vaca lechera. Todos ellos dicen tenerlo claro: Cows in Love aboga por la espiritualidad y el vegetarianismo, "pero siempre desde la diversión, no el proselitismo".

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