VUELTA 2003 | Segunda etapa

Saiz, aprendiz de brujo

Los hay malévolos con memoria que se acercan a Manolo Saiz, silencioso tras el volante junto al silente copiloto Marino Lejarreta, y le recuerdan 1991, cuando, al amparo de una triunfal contrarreloj por equipos, tanto le gustaba el juego de designar cada día a uno de los suyos para que vistiera el maillot amarillo como parte de la estrategia para reforzar la imagen del ONCE como equipo-equipo, sin más líder que el conjunto. En aquella rotación le cayó el maillot a Melcior Mauri. En teoría, sería un líder provisional, a la espera de que Marino Lejarreta tomara el poder. Pero, aco...

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Los hay malévolos con memoria que se acercan a Manolo Saiz, silencioso tras el volante junto al silente copiloto Marino Lejarreta, y le recuerdan 1991, cuando, al amparo de una triunfal contrarreloj por equipos, tanto le gustaba el juego de designar cada día a uno de los suyos para que vistiera el maillot amarillo como parte de la estrategia para reforzar la imagen del ONCE como equipo-equipo, sin más líder que el conjunto. En aquella rotación le cayó el maillot a Melcior Mauri. En teoría, sería un líder provisional, a la espera de que Marino Lejarreta tomara el poder. Pero, acompañado por la suspensión de la etapa reina, Mauri resistió.

Pese a ganar la Vuelta, el experimento chamuscó las manos de Saiz, aprendiz de brujo, que se quedó sin Marino de amarillo. Así que ayer, después de que Joaquim Rodríguez, un pillo simpático, sprintara en los últimos 500 metros para alcanzar el maillot que, como se había hablado, debía ceder Igor Galdeano, Saiz tragó saliva cuando se le acercó un periodista a recordárselo.

- ¿No temes que te pase con las relaciones Quim Rodríguez-Igor Galdeano lo mismo que con las de Mauri-Lejarreta? Ten en cuenta que vuelven a estar en juego un catalán y un vasco...

- Ja, ja... Lo único que obtenemos así son ventajas. Fíjate el tiempo que ahorra Igor, que ni debe subir al podio, ni pasar control... De la meta al hotel.

Saiz, de todas maneras, fue el primer sorprendido por la irrupción de Rodríguez, de 24 años, hijo de un ex ciclista y director en los años 80 del equipo Colchón CR, Manuel Rodríguez. El director cántabro tenía pensado otro nombre para el papel, pero, por precaución, no se lo dijo a nadie. Pensaba decírselo a tres kilómetros de la meta, pero, en el fragor de la persecución, se le fue de la cabeza. Y apareció Rodríguez.

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