Reportaje:CULTURA Y ESPECTÁCULOS

Homenajes a Sharif y Manfredi en el primer día de gran cine de la Mostra

'La luz prodigiosa' y 'Las flores del Corán' abrieron ayer las programaciones de una magnífica jornada, que culminó con un primoroso ejercicio estilístico chino y un esclarecedor filme político italiano

Miguel Hermoso trajo ayer su emocionante La luz prodigiosa para dar a conocer aquí, antes de su estreno en Italia, el admirable y desgarrador trabajo de Nino Manfredi en su sorprendente composición de un Federico García Lorca anciano e indigente, que por azar salvó la vida tras su fusilamiento en Víznar en 1936. El gran Manfredi, que sigue grave, no pudo asistir al conmovido homenaje que le tributó la Mostra veneciana, pero ecos del rotundo y unánime reconocimiento a este último trabajo suyo es seguro que le han llegado con fuerza y nitidez. En cambio, sí vino a recoger el León de Oro a...

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Miguel Hermoso trajo ayer su emocionante La luz prodigiosa para dar a conocer aquí, antes de su estreno en Italia, el admirable y desgarrador trabajo de Nino Manfredi en su sorprendente composición de un Federico García Lorca anciano e indigente, que por azar salvó la vida tras su fusilamiento en Víznar en 1936. El gran Manfredi, que sigue grave, no pudo asistir al conmovido homenaje que le tributó la Mostra veneciana, pero ecos del rotundo y unánime reconocimiento a este último trabajo suyo es seguro que le han llegado con fuerza y nitidez. En cambio, sí vino a recoger el León de Oro a toda su obra el actor egipcio Omar Sharif, que de paso dio la cara por la preciosa película que acaba de protagonizar, Las flores del Corán, dirigida por François Dupeyron.

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Y de esta manera, dos rostros que son dos leyendas del cine moderno abrieron las programaciones del primer gran día de esta Mostra, que redondearon las proyecciones de dos singulares y admirables películas de signo totalmente divergente entre sí, que las hace literalmente opuestas. Una es Adiós, Dragón Inn, prodigio estilístico del chino Tsai Ming-Liang, que es un cineasta exquisito y complejísimo, ciertamente indigerible para los devoradores de cine convencional, que son los más, pero que, como compensación a lo muy minoritario de su clientela, es uno de los directores del cine reciente que ha obtenido más y más sonoros premios internacionales, entre ellos, el León de Oro de este festival en su edición de 1994, por la incatalogable Viva el amor.

Y, por otro lado, llegó Secreto de Estado, realizado por el italiano Paolo Benvenuti, que es un ejercicio de cine didáctico esclarecedor, inteligentísimo y de muy alta precisión formal, que logra una apasionante reducción a sencillez de uno de los más oscuros e intrincados sucesos de la vida italiana en la posguerra mundial. Se trata de la matanza de campesinos comunistas el Primero de Mayo de 1947, en el enclave siciliano de Portella della Ginestra, nombre desde entonces casi innombrable, pero que suena y resuena tercamente bajo la piel de la historia italiana de la segunda mitad del siglo XX y que encuentra ahora, a través del cine, un ángulo de averiguación inédito, mucho más documentado que sus dos antecedentes cinematográficos: la obra maestra de Francesco Rosi Salvatore Giuliano y la ambiciosa pero confusa Giuliano, de Michael Cimino.

Dijo Danilo Dolci, impulsor del filme, a su director, Paolo Benvenuti, que "los italianos deben saber que Portella della Ginestra es la llave para entender la verdadera historia de la Italia reciente". La historia oficial dice que la matanza fue obra de la partida de bandidos de Salvatore Giuliano, pero Gaspare Pischiotta, lugarteniente de éste, pulverizó esta versión al revelar que el verdadero ejecutor de la matanza fue un comando de carabineros y de mafiosos siguiendo planes elaborados en Roma, destinados a frenar a cualquier precio la marea creciente del comunismo en Italia. Las indagaciones de Benvenuti conducen a espectaculares nombres propios: los servicios secretos de Washington y el presidente Harry Truman; la Secretaría de Estado del Vaticano y el cardenal Montini, futuro papa Pablo VI; la Democracia Cristiana romana de De Gasperi y Scelba, junto a los que asoma un joven secretario llamado Giulio Andreotti, y, obviamente, la Mafia.

Asunto mayor, grave y vidrioso, que ha movilizado al público italiano y obligado a la Mostra a multiplicar las proyecciones del filme, que es un trabajo serio, importante, que sigue las leyes del realismo clásico con una limpieza envidiable. Y este éxito local ha oscurecido un poco el retorno de Omar Sharif, un octogenario en plenitud, delante de las cámaras de Dupeyron, ante las que da una primorosa lección de talento y de aguante fotogénico.

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