Reportaje:CULTURA Y ESPECTÁCULOS

La palabra de Adriano abre una espiral de esperanza

Las ruinas de Villa Adriana acogen el montaje basado en la novela de Marguerite Yourcenar que interpreta Giorgio Albertazzi y que ha dirigido Maurizio Scaparro.

La oferta comprende representación teatral y visita a la fabulosa villa del emperador romano al caer la tarde. Una combinación irresistible para los admiradores del libro de Marguerite Yourcenar Memorias de Adriano y para los amantes de la arqueología y las ruinas ilustres. La versión teatral del texto, interpretada por Giorgio Albertazzi, bajo la dirección de Maurizio Scaparro, regresó el domingo a su sede oficial de Villa Adriana, en Tívoli, donde se representará hasta el 24 de agosto, antes de desembarcar en Atenas entre el 29 y el 31 de agosto.

El Canopo, un melancólico estan...

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La oferta comprende representación teatral y visita a la fabulosa villa del emperador romano al caer la tarde. Una combinación irresistible para los admiradores del libro de Marguerite Yourcenar Memorias de Adriano y para los amantes de la arqueología y las ruinas ilustres. La versión teatral del texto, interpretada por Giorgio Albertazzi, bajo la dirección de Maurizio Scaparro, regresó el domingo a su sede oficial de Villa Adriana, en Tívoli, donde se representará hasta el 24 de agosto, antes de desembarcar en Atenas entre el 29 y el 31 de agosto.

El Canopo, un melancólico estanque bordeado de estatuas, que desemboca en una especie de ábside, en el interior de la villa, es el escenario natural donde Adriano recita cada noche su monólogo, a partir del texto de Yourcenar, adaptado al teatro por Jean Launay. Las luces teatrales iluminan un escenario mágico en el que Giorgio Albertazzi, actor y director del Teatro de Roma, se transforma en el emperador Adriano, ya en el ocaso de su vida.

"El monólogo asume un significado nuevo, profundo, que nos ayuda a reflexionar sobre nuestro momento histórico"

Las ruinas de Villa Adriana dan una resonancia especial al monólogo, una especie de testamento espiritual a la vez que autobiografía literaria de Adriano, destinado a su joven sucesor, Marco Aurelio, al que el emperador ha adoptado siguiendo el ritual con que Trajano, su antecesor, lo escogió a él para guiar el inmenso imperio. "Poco a poco, esta carta iniciada para informarte de los progresos de mi mal se ha convertido en el desahogo de un hombre que ya no tiene la energía necesaria para dedicarse por mucho tiempo a los asuntos de Estado; la meditación escrita de un enfermo que da oído a sus recuerdos. Ahora me propongo todavía más: he concebido el proyecto de contarte mi vida".

Albertazzi ha convivido largamente con este monólogo, que él mismo interpretó por primera vez el 31 de julio de 1989. "Mi encuentro con el Adriano de Marguerite Yourcenar", ha declarado, "no es el de un actor con un denominado texto teatral. Es un encuentro molecular, por eso Adriano cambia como cambia mi sistema celular".

Albertazzi cumple hoy 80 años, una edad a la que no llegó Adriano, sobre este escenario misterioso. "De los cumpleaños no hago caso", declara.

Encarnar a un personaje que frecuentó ese mismo espacio del Canopo

hace casi dos mil años puede ser el mejor antídoto contra la melancolía de la vejez. El tiempo ha transformado también Villa Adriana, construida a las afueras de Roma en el momento de esplendor del emperador. Albergaba en su perímetro 30 edificios lujosamente decorados y adornados de estatuas, y fue una de las grandes aportaciones de Adriano (76-138 dC) a la arquitectura de la Roma imperial. El emperador, nacido en la capital pero de familia española oriunda de Itálica (Sevilla), ha pasado a la historia por su famoso mausoleo y un sinfín de monumentos desperdigados por todas las provincias del Imperio Romano. Fue un viajero incansable, amante de la cultura griega y aficionado a los adolescentes, hasta el punto de elevar a la categoría de dios a uno de sus amantes, Antinoo, muerto ahogado en el Nilo en circunstancias poco claras.

Su vida inspiró a Yourcenar las Memorias de Adriano, una obra que ha tenido inmensa fortuna literaria, en la que la escritora invirtió 30 años, desde que intuyó la idea en los años veinte, a su redacción definitiva en 1951.

Villa Adriana, como tantas otras glorias del Imperio Romano, quedó abandonada y perdida en la campiña romana durante 900 años. Un azar del destino quiso que el primer rey que se ocupara de iniciar las excavaciones, una vez descubiertas las ruinas, a finales del siglo XV, fuera el papa español Alejandro VI Borgia.

La villa es desde 1999 patrimonio de la humanidad por decisión de la Unesco, pero su ubicación, en la zona Tiburtina, la mantiene algo alejada del flujo de turistas que visitan la Ciudad Eterna.

La iniciativa del Teatro de Roma, en colaboración con las autoridades del Lazio, ha servido para conectarla de nuevo a la vida cultural de la capital.

Para Maurizio Scaparro, director de esta adaptación teatral, se trata de algo más que recordar a Adriano y su paisaje, porque el texto sigue siendo enormemente actual. "En un mundo donde los fundamentalismos y la ignorancia siembran muerte y destrucción", dice, "las palabras de Adriano asumen un significado nuevo, profundo, que me ayuda -nos ayuda- a reflexionar sobre nuestro momento histórico, indicándonos tal vez una espiral de esperanza".

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