Por fin dos bravos
El quinto toro tenía hechuras y embestía. Uceda Leal le bajó la mano, pero le fallaron las distancias con ocasionales pérdidas del necesario temple, lo que evitó que la faena remontara. El segundo era una miniatura afeitada; el matador, juncal, se puso trascendente ante aquella cosa que apenas le llegaba a la cintura e interpretó su mejor versión cañí como si no hubiera toro. Y no lo había.
El sexto llegó sin fijeza, cruzado ante los engaños y poco picado. Vega lo fue sometiendo gradualmente, sin que el toro le permitiera el menor despiste. Hubo pases largos, siempre con conciencia del ...
El quinto toro tenía hechuras y embestía. Uceda Leal le bajó la mano, pero le fallaron las distancias con ocasionales pérdidas del necesario temple, lo que evitó que la faena remontara. El segundo era una miniatura afeitada; el matador, juncal, se puso trascendente ante aquella cosa que apenas le llegaba a la cintura e interpretó su mejor versión cañí como si no hubiera toro. Y no lo había.
El sexto llegó sin fijeza, cruzado ante los engaños y poco picado. Vega lo fue sometiendo gradualmente, sin que el toro le permitiera el menor despiste. Hubo pases largos, siempre con conciencia del peligro y finalizó con una estocada trasera y caída. No se debió abrir la puerta grande.
La bravura del tercero se manifestó cuando, tras la apertura de faena, decidió sentarse. Luego, fue y vino y, a veces, tampoco. Daba igual.
Rojas / Ortega, Uceda, Vega
Toros de Gabriel Rojas Fernández, desiguales de presentación; bravo el 5º, difícil el 6º. Ortega Cano: bronca, gran bronca tras aviso. Uceda Leal: petición y vuelta, oreja. Salvador Vega, oreja y oreja. Plaza de la Malagueta, 16 de agosto, 7ª de abono. Un tercio de entrada.
El lugar de Ortega Cano lo ocupó su peor caricatura. Sin necesidad alguna.