Necrológica:

Yvonne Sanson, reina del melodrama

Yvonne Sanson, que ha muerto a los 77 años, fue la reina del melodrama italiano en la década de los años cincuenta, fundamentalmente por la trilogía compuesta por Cadenas, Los hijos de nadie y El ángel negro, que protagonizó junto al galán entonces de moda Amedeo Nazzari.

Yvonne Sanson fue muy popular entre el público femenino español que amaba las tragedias de las chicas inocentes mal aconsejadas o de las esposas sacrificadas a las que ellos abandonan.

Dirigidas por el rey italiano del género Rafaello Matarazzo, hoy reivindicado por no pocos historiadores, a...

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Yvonne Sanson, que ha muerto a los 77 años, fue la reina del melodrama italiano en la década de los años cincuenta, fundamentalmente por la trilogía compuesta por Cadenas, Los hijos de nadie y El ángel negro, que protagonizó junto al galán entonces de moda Amedeo Nazzari.

Yvonne Sanson fue muy popular entre el público femenino español que amaba las tragedias de las chicas inocentes mal aconsejadas o de las esposas sacrificadas a las que ellos abandonan.

Dirigidas por el rey italiano del género Rafaello Matarazzo, hoy reivindicado por no pocos historiadores, aquellas tres películas fueron vistas por más de treinta millones de espectadores en todo el mundo.

Yvonne Sanson no era, sin embargo, italiana, sino de origen griego, de padre soviético-francés y de madre turco-polaca.

Su aspecto de mujer apasionada y de sensualidad turbadora, a medio caminar entre el misticismo y el peor de los pecados, le ayudó a triunfar en personajes que sensibilizaron a las amas de casa, como igualmente hacían entonces los de María Félix en México, Libertad Lamarque en Argentina o, algo después, Sara Montiel en España.

Sería injusto no recordar de Yvonne Sanson su trabajo en otras películas notables como Il cappotto, de Lattuada (que aquí se tituló El alcalde, el escribano y su abrigo); Todos somos asesinos, de Cayatte; Alma negra, de Rossellini; El conformista, de Bertolucci, o su versión de la Lady de Winter en Los tres mosqueteros, de Hunebelle.

Fue requerida para diversos cometidos a los que se adaptó con facilidad no sólo por su permanente esplendor, sino por su buen hacer como actriz humilde, empeñada en defenderse del encasillamiento del género que la había hecho famosa.

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