Crítica:ÓPERA | 'Tancredi'

Rossinianos en Galicia

Desde que el Festival Mozart se asentó en A Coruña -y de eso hace ya seis años-, la impronta Rossini es cada día más acentuada. Hasta el punto de que lo del compositor salzburgués parece una coartada, o quién sabe si una burla del destino al alcalde, Paco Vázquez, tan satisfecho del festival de su ciudad, que siempre lo situaba en las ruedas de prensa al lado de los de Salzburgo y Bayreuth, hasta que un consejero prudente le recomendó que lo comparara con algo más accesible, como Pesaro.

El superalcalde reaccionó citando en su siguiente comparecencia que "el Festival Mozart de A Coruña ...

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Desde que el Festival Mozart se asentó en A Coruña -y de eso hace ya seis años-, la impronta Rossini es cada día más acentuada. Hasta el punto de que lo del compositor salzburgués parece una coartada, o quién sabe si una burla del destino al alcalde, Paco Vázquez, tan satisfecho del festival de su ciudad, que siempre lo situaba en las ruedas de prensa al lado de los de Salzburgo y Bayreuth, hasta que un consejero prudente le recomendó que lo comparara con algo más accesible, como Pesaro.

El superalcalde reaccionó citando en su siguiente comparecencia que "el Festival Mozart de A Coruña es homologable a los de Salzburgo, Bayreuth y... Pesaro". La inclusión de Pesaro ha sido determinante. Por lo que sea, en A Coruña, bajo la fachada mozartiana, se están alcanzando grandes éxitos con óperas de Rossini, alguno tan inolvidable como El viaje a Reims de hace unos años. Y más todavía: la Sinfónica de Galicia ha sido invitada este verano a inaugurar el Festival Rossini de Pesaro con un título tan emblemático como Semiramide. Rossini, en efecto, le ha cogido el gusto a A Coruña. Rossini y los rossinianos.

Tancredi

De Rossini. Con D. Barcellona, M. J. Moreno, R. Giménez, N. Ulivieri, M. Rodríguez-Cusí y M. Pardo. Dirección musical: Alberto Zedda. Dirección de escena y escenografía: Pier Luigi Pizzi. Orquesta Sinfónica de Galicia. Palacio de la Ópera. A Coruña, 3 de julio.

Dos de ellos, el director musical Alberto Zedda y el director escénico Pier Luigi Pizzi, son las bazas fundamentales de las representaciones de Tancredi. El primero, por nervio; el segundo, por refinamiento intelectual. Zedda dirige a la Sinfónica de Galicia con un ímpetu y una vitalidad admirables. Y no sólo eso. También acompaña con primor a las voces cuando más lo necesitan, o dosifica ritmos y sonoridades con una maestría diabólica, como si tuviese línea directa con el compositor. La energía desplegada no impide el cuidado por el detalle, y la frescura no está reñida con el rigor.

En cuanto a Pier Luigi Pizzi, hay que señalar que tiene una locura de amor de largo alcance con esta ópera. La lectura de A Coruña es la quinta versión escénica que ha realizado de la misma, en un portentoso camino hacia la sencillez y la esencia de la tragedia. Lejos de aquella presentación en azules representada en el Liceo de Barcelona o en la Zarzuela de Madrid, o de la posterior en colores cálidos y dos finales de Schwetzingen, la que se puede ver en A Coruña es de una austeridad y belleza verdaderamente emocionantes, con un planteamiento escénico que evoca a Appia o a Paladio, en una síntesis humanista de estética y drama.

El elenco vocal es también muy rossiniano, pero ninguna de las voces principales tuvo anteayer su mejor noche en comparación con ellos mismos otros días. No quiere decir que estuvieran mal, no, pero la chispa de la emoción, el escalofrío a flor de piel que sale de la abstracción desde el canto rossiniano no se producían más que a destellos. Mejoraron las cosas en la segunda parte, desde luego, pero sin alcanzar las cotas esperadas. Los dúos, por ejemplo, tan hermosos de Tancredi y Amenaide, con Daniela Barcellona y María José Moreno, no alcanzaron ese punto último de magia que los hace irresistibles. Y en cuanto al dibujo de los personajes, todos trazaron los suyos con profesionalidad y precisión encomiables, pero sin ese no sé qué arrebatador que Rossini demanda en esta ópera de juventud tan valorada por Stendhal. A un buen nivel se situaron el coro de la Comunidad de Madrid y el coro de cámara del Palau de la Música catalana.

La representación fluyó, en cualquier caso, con naturalidad y en ningún momento perdió interés o bajó la tensión. Los rossinianos Zedda y Pizzi sentaron cátedra. El resto puede hacerlo esta misma noche. Y es que ya se sabe: la ópera tiene mucho de imprevisible.

Un momento de la representación de Tancredi, de Rossini, en el Palacio de la Ópera de A Coruña.
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