El Sónar encumbra a Björk a la categoría de reina del festival

La cantante islandesa mezcló sus grandes éxitos con canciones nuevas

El Sónar ya tiene reina. Si el rey se llama Jeff Mills, desde la madrugada de ayer la soberana es Björk. Su actuación la encumbró en un trono ubicado en el enorme hangar que es el escenario SónarClub. En apenas una hora y 20 minutos, y con sólo 18 canciones, la cantante islandesa, convertida en estrella de masas (22.000 personas, en el recinto), esgrimió sus argumentos en un espacio que no resultaba precisamente idóneo para su música.

A pesar de ello, la musa del pop contemporáneo sometió a sus fieles con un concierto marcado por la sensibilidad y el preciosismo. Si alguien pudo sentirs...

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El Sónar ya tiene reina. Si el rey se llama Jeff Mills, desde la madrugada de ayer la soberana es Björk. Su actuación la encumbró en un trono ubicado en el enorme hangar que es el escenario SónarClub. En apenas una hora y 20 minutos, y con sólo 18 canciones, la cantante islandesa, convertida en estrella de masas (22.000 personas, en el recinto), esgrimió sus argumentos en un espacio que no resultaba precisamente idóneo para su música.

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A pesar de ello, la musa del pop contemporáneo sometió a sus fieles con un concierto marcado por la sensibilidad y el preciosismo. Si alguien pudo sentirse defraudado no fue tanto por la música sino por las condiciones ambientales, inevitables en un festival que amplifica el éxito de quienes participan en él. Y si se trata de Björk el efecto amplificador es aún más grande. Sobre la actuación, cabe decir que fue espléndida. El preciosismo de la música de Björk, la perfecta síntesis entre el lenguaje orgánico de la cuerda y el submundo digital de Matmos deparó una maravillosa red donde la voz de Björk se enmarañó a placer.

A ella se la veía feliz, recorriendo el escenario con esa aire de Pipi Calzaslargas tan pizpireto que la caracteriza, encantada de verse frente a una multitud que ya se rindió con los primeros temas, entre los que sonaron Pagan poetry, Hunter, Cocoon y Joga. Evitando un repertorio de grandes éxitos (aún con todo sonaron, entre otras, Hyperballad, Bachelorette e It's in our hands), ofreciendo canciones nuevas que buscan hermanar lo humano y lo electrónico, Björk encontró en el Sónar el festival idóneo para su exposición.

Montaje escénico

La interpretación de la contundente Pluto en las postrimerías del concierto desató la pasión techno del público, al que, eso sí, se le podía haber obsequiado con un montaje escénico un poco más imaginativo que los cuatro vídeos y los socorridos efectos de fuego. Fue la única objeción que se puede hacer a un concierto que todos hubiesen querido ver más de cerca y seguramente con menos compañía.

El resto de la noche resultó, sin más, entretenido. Triste si consideramos que en Richie Hawtin sólo han cambiado sus gafas y que se ha dejado crecer el pelo, el detalle más novedoso de su sesión. Los ritmos cafres de Misstress Barbara ofrecieron más gasolina para los que sólo beben agua, pero su paso por el Sónar no se recordará por razón alguna. Mucho más sugestiva resultó la sesión de DJ Krush, que regaló su hip-hop experimental marcado por patrones reiterativos y secos por debajo de los cuales filtraba apuntes melódicos perturbadores. Con posterioridad, Oxide & Neutrino enseñaron a qué suena la música de los quinquis londinenses con una poderosa mezcla de hip-hop, bajos pastosos y acelerados de origen jamaicano y soul urbano.

Los que aún mantenían fuerzas se abandonaron al baile para ser rematados más tarde por el salvaje Aphex Twin, encargado de descabellar a un público que ha hecho del Sónar un lugar inevitable en su agenda musical.

Björk, durante su actuación en el Sónar, la madrugada del sábado.CARMEN SECANELLA
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