Columna

La disculpa

Las disculpas no suelen servirse frías, pero en este caso espero que me comprendan. Lo que dije y no debí decir, el insulto que proferí contra el respetable colectivo de votantes del Partido Popular, en declaraciones realizadas a una revista gratuita del Maresme, alcanzó tal repercusión, para mi bochorno, que me obligaba a algo más que a una apresurada petición de perdón. No. Nada de un rápido "no sabía que el micro estaba abierto", ni de un azaroso "fui víctima de un estado de enajenación transitoria". No. Dije realmente lo que jamás debí decir. Y me arrepiento de haberlo dicho. Soy culpable....

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Las disculpas no suelen servirse frías, pero en este caso espero que me comprendan. Lo que dije y no debí decir, el insulto que proferí contra el respetable colectivo de votantes del Partido Popular, en declaraciones realizadas a una revista gratuita del Maresme, alcanzó tal repercusión, para mi bochorno, que me obligaba a algo más que a una apresurada petición de perdón. No. Nada de un rápido "no sabía que el micro estaba abierto", ni de un azaroso "fui víctima de un estado de enajenación transitoria". No. Dije realmente lo que jamás debí decir. Y me arrepiento de haberlo dicho. Soy culpable.

Pido disculpas, para empezar, a los votantes del PP, de Muxía a la Patagonia (si los hubiere: votos por correo), pasando por esos cientos de miles de votantes de dicho partido que son lectores de EL PAÍS y también de mis columnas, y a quienes he ofendido personalmente, como quien dice.

Lamento el perjuicio que he causado a este periódico, en absoluto responsable de mis excesos verbales extralaborales, y el escándalo tertuliano e internáutico a que se ha visto sometido por el equipo de guardia habitual. También pido perdón a la democracia, cuya máxima manifestación, la fiesta electoral, celebramos en igualdad de derechos y de opciones, sin hacernos por ello acreedores a insultos; y a las urnas, tan necesarias y largamente ansiadas. Y a la convivencia, que tanto nos ha costado conseguir y que mi imperdonable e inconcebible dislate puede haber puesto en peligro.

Presento también mis excusas a los amables lectores que, ofendidos, han escrito a este diario en demanda de explicaciones, y cuyas cartas han abierto para mí una nueva perspectiva.

Pido perdón también al joven redactor que se tomó el trabajo de expurgar del texto de la entrevista todos los tacos con que mi lengua vil empaña habitualmente mis declaraciones, dejando exactamente los que han desencadenado tan lamentable episodio.

Quiero añadir que no pienso ingresar en la Asociación Nacional del Rifle (jamás entraría en un club que admitiera a alguien como yo), y que también pido perdón a la lengua castellana, tan rica en sinónimos, a la que también he traicionado.

Tardías disculpas. Pero sin volver a fumar y sin anestesia.

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