Crónica:FÚTBOL | Liga de Campeones, ida de las semifinales

Una fiesta sin fútbol

Milan e Inter igualan con un juego lamentable

En San Siro la gran fiesta del fútbol milanés se terminó en cuanto comenzó el partido. Nada tuvo que ver la hermosa verbena del graderío con lo sucedido en la pradera, donde no hubo más que una pelota despeñada por todos los rincones. Por culpa, como era de prever, de dos equipos que aliñaron mal el encuentro desde el principio. Cúper, de visitante en su casa, se inclinó por una línea de cinco defensas y otro escolta por delante -Di Biaggio- por si hicieran falta refuerzos. Fuera de plano, en otra galaxia, Crespo y Recoba. Ancelotti, el de casa, puso a su escuadra a los pies dislocados de Gatt...

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En San Siro la gran fiesta del fútbol milanés se terminó en cuanto comenzó el partido. Nada tuvo que ver la hermosa verbena del graderío con lo sucedido en la pradera, donde no hubo más que una pelota despeñada por todos los rincones. Por culpa, como era de prever, de dos equipos que aliñaron mal el encuentro desde el principio. Cúper, de visitante en su casa, se inclinó por una línea de cinco defensas y otro escolta por delante -Di Biaggio- por si hicieran falta refuerzos. Fuera de plano, en otra galaxia, Crespo y Recoba. Ancelotti, el de casa, puso a su escuadra a los pies dislocados de Gattuso y Brocchi.

El resultado final fue execrable, en uno y otro bando. Una partitura bien conocida en Italia, donde el fútbol ha recuperado su tendencia alcista en las competiciones europeas por la vía que tantos éxitos ha procurado al calcio. Es decir, el único placer está en el resultado. Para tal fin, el medio resulta indiferente.

MILAN 0 - INTER 0

Milan: Dida; Costacurta, Nesta, Maldini, Kaladze; Brocchi (Serginho, m. 72), Gattuso (Redondo, m. 76), Seedorf; Rui Costa; Shevchenko (Rivaldo, m. 84) e Inzaghi.

Inter: Toldo; Zanetti, Cannavaro, Materazzi, Córdoba; Conceiçao (Guly, m. 65), Di Biagio, Emre, Coco (Pasquale, m. 85); Crespo y Recoba (Kallon, m. 70).

Árbitro: Valentin Ivanov (Rusia). Amonestó a Cannavaro.

Lleno absoluto en el estadio Giuseppe Meazza de Milán, antiguo San Siro, en el que juegan los dos grandes clubes de la ciudad. 80.000 espectadores. Partido de ida de una de las semifinales de la Liga de Campeones. Asistieron al encuentro todas las fuerzas vivas del fútbol milanés e italiano, encabezadas por el presidente de la República y del Milan, Silvio Berlusconi.

Poco duró la prometedora puesta en escena del Inter, que sorprendió a su paisano con dos punzadas de Recoba, el chico con más luces del curso de Cúper. Pero el uruguayo se esfumó antes del primer cuarto, por su endémica dejadez y por el abandono de sus compañeros, preocupados por Toldo y nada más. Más obligado, el Milan asumió el control del juego, pero de forma ortopédica. Como es del todo imposible que Gattuso sea el eje de ningún equipo del mundo, Rui Costa retrasó su posición para dar salida al juego. Lo que el Milan ganó quitándose del medio a Gattuso lo perdió cerca de la portería rival. Entre Rui Costa y sus delanteros se abrió un boquete considerable. Poco ayudó Seedorf, tan alérgico él a las bandas, y no digamos Brocchi, un meritorio maratoniano con un saco de plomo en las botas. Vamos, un clon de Gattuso, con el que tanto engancha la grada milanista en agradecimiento a su derroche de sudor, secreción de su indiscutible esfuerzo. Lo de jugar al fútbol es otro cantar. Es cosa de gente como Rui Costa, que hizo todo lo posible por dar vuelo a sus delanteros. Éstos le fallaron, sobre todo en el primer tiempo, cuando el Milan cerró el tramo con un solo remate, de Shevchenko, y media docena de fueras de juego de Inzaghi, siempre proclive a jugar al límite, pero anoche los asistentes rusos también eran unos listillos.

Lo de Shevchenko es un caso. Al ucranio se le ve desangelado, fuera de onda. El que fuera hace bien poco uno de los delanteros más rutilantes del planeta destila hoy un aire depresivo. Una jugada en el mejor tramo del Milan, cuando elevó el voltaje de su juego en el segundo periodo, retrató el estado anímico de Shevchenko. Con Coco fuera del carril izquierdo de la defensa interista, el ucranio recibió en la zona del ex azulgrana un magnífico pase de Rui Costa. Era cuestión de enfrentarse a Toldo; pero Shevchenko se quedó paralizado y optó por buscar a Inzaghi, que estaba -¡cómo no!- en fuera de juego. Quizá el ucranio padezca la misma depresión que otras tantas estrellas que acabaron martirizadas por este calcio que lleva a hombros a Gattuso. La misma que amenaza a Rivaldo, preso en el banquillo hasta que a Ancelotti se le acabó la paciencia con Shevchenko.

Resulta que, a la hora de la verdad, cuando el choque languidecía pese al mayor empeño del Milan en la segunda parte, Ancelotti hizo mudarse a su equipo y envidó con Rivaldo, Redondo y Serginho, tres futbolistas de verdad a los que no parece encontrar hueco, salvo cuando no queda más remedio o Gattuso se lesiona, caso de anoche. La apuesta resultó tardía y el Inter, a lo suyo, a lo de toda la vida, ni se inmutó. Remangado en defensa, ya tiene a Cúper a un paso de su tercera final europea. Así lo entendieron los hinchas interistas, bien curtidos históricamente en jornadas tan pastosas, que se sintieron campeones del mundo con su portería a cero. Ya lo había soñado Bergomi, el ex jugador que más veces se ha puesto la camiseta del Inter, que masculló la víspera un grandioso 0-0 en la ida seguido de un 1-1 en la vuelta. De esa forma, jaque mate para el Milan. Y, una vez más, un palo italiano para el fútbol, una fiesta que tanto le distingue en las tribunas y pocas veces en el césped. Lo que allí abajo sucede cada vez le resulta más secundario. En el país de la gran pasarela, un poco, si quiera un poco más de estética futbolística no estaría mal, endulzaría sus buenos resultados.

Kaladze acosa a Zanetti, que está a punto de caer en un lance del partido.AFP

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