Crítica:LA LIDIA | MÁLAGA

La novedad de siempre

Salvador Vega puso sobre el tapete la difícil novedad de lo perdurable o, por lo menos, de lo de casi siempre, cuyos ingredientes necesarios son un toro con aspecto y comportamiento de tal y un torero dispuesto a someterlo, utilizando procedimientos otrora habituales, hoy nada frecuentes: zapatillas atornilladas, para que el toro gire alrededor, muleta adelantada y baja, para empapar la embestida, encauzarla y poderle -el toro tenía que torear-, remate atrás y vuelta a empezar, al compás y de verdad. Sobresalieron así dos series de naturales, que siguen siendo el fundamento de la cuestión y un...

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Salvador Vega puso sobre el tapete la difícil novedad de lo perdurable o, por lo menos, de lo de casi siempre, cuyos ingredientes necesarios son un toro con aspecto y comportamiento de tal y un torero dispuesto a someterlo, utilizando procedimientos otrora habituales, hoy nada frecuentes: zapatillas atornilladas, para que el toro gire alrededor, muleta adelantada y baja, para empapar la embestida, encauzarla y poderle -el toro tenía que torear-, remate atrás y vuelta a empezar, al compás y de verdad. Sobresalieron así dos series de naturales, que siguen siendo el fundamento de la cuestión y una por la derecha, que alcanzó un gran nivel plástico. Mató de pinchazo y estocada caída, quedándose en la cara. El sexto se dañó al dar una voltereta, la cosa fue a peor y hubo de ser apuntillado.

Palmosilla / Puerto, Ferrera, Vega

Toros de la Palmosilla, bien presentados y flojos. El sexto fue apuntillado durante la faena de muleta. Víctor Puerto, ovación tras aviso en los dos. Antonio Ferrera, vuelta al ruedo y silencio. Salvador Vega, oreja en el único que mató.

Plaza de la Malagueta, 19 de abril. Menos de un cuarto de entrada.

Para volteretas, las del primero, casi cuatro. Así estaba el animal, derrengado ya de salida y así estaba Víctor Puerto, pesado hasta el aburrimiento, dando pases malos y peores y otras cosas abstrusas que no eran pases. Lo lamentable es que lo reeditó en el cuarto con idéntico resultado.

Antonio Ferrera puso dos buenos pares al quiebro y cambió vistosamente en otro. Esgrimió el capote sin dar descanso a los pies y manejó la derecha alejándose adecuadamente y rematando hacia arriba. Consiguió un par de naturales aparentes, acompañando la embestida, y se retorció en amagos diversos. Se echó fuera al matar.

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