Crítica:CLÁSICA

El arte singular de Radu Lupu

La cita de Scherzo para el Ciclo de Grandes Intérpretes ha sido esta vez con Radu Lupu (Galeti, Rumania, 1945), una personalidad singularísima de la moderna pianística, un inconformista como lo fuera su maestro, el legendario Heinrich Neuhaus (Elizabetgrade, Rusia, 1888-1964) y de su entrañable docente Galina Eguiazarova. Por naturaleza, Radu Lupu es un artista difícilmente clasificable. Ama la belleza sonora, siente las estructuras formales y atiende con ahínco "las leyes dialécticas que rigen la música", como demandaba Neuhaus.

En el plano de la sonoridad -fundamental co...

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La cita de Scherzo para el Ciclo de Grandes Intérpretes ha sido esta vez con Radu Lupu (Galeti, Rumania, 1945), una personalidad singularísima de la moderna pianística, un inconformista como lo fuera su maestro, el legendario Heinrich Neuhaus (Elizabetgrade, Rusia, 1888-1964) y de su entrañable docente Galina Eguiazarova. Por naturaleza, Radu Lupu es un artista difícilmente clasificable. Ama la belleza sonora, siente las estructuras formales y atiende con ahínco "las leyes dialécticas que rigen la música", como demandaba Neuhaus.

En el plano de la sonoridad -fundamental como materia base de la música-, Lupu logra inusitadas y no repetidas bellezas: las que le exige su sensibilidad y propone, por ejemplo, Claudio Debussy en su primer libro de Preludios (1909-1910), siete de los cuales iniciaron el recital de anteayer. Estos pentagramas, de tan suave y persistente sugerencia, parecen en Lupu medidos desde su consistencia interna para aflorar luego en la expresión quieta, latente, fascinante que los incita. Y en cuanto a la técnica del pedal es tan mágica que parece no existir.

Ciclo de Grandes Intérpretes

Fundación Scherzo / EL PAÍS. R. Lupu, pianista. Obras de Debussy, Beethoven y Brahms. Auditorio Nacional. Madrid, 6 de abril.

Antes y después, Beethoven, en dos de sus más cimeras sonatas: la número 30, en mi mayor, op. 109 y la 26, en mi bemol, op. 81, denominada habitualmente, Los adioses, páginas abiertas a la fantasía de un intérprete imaginativo, como es Lupu, pero no por adherencias literarias o poéticas, sino por su mismo espesor ideológico y expresivo. Junto a ellas, como en raro diálogo con Beethoven y con Schumann, cuyas sombras se alzan sobre caprichos e intermedios de la op. 76: formas aparentemente convencionales que suponen, en realidad, un descenso a las más íntimas galerías del sentimiento musical.

Secretos de Brahms

Radu Lupu, artista verdadero, iluminó con sobria penetración no pocos secretos del mundo brahmsiano, siempre palpitante: como un corazón revelador. Triunfo total del gran pianista desde su exigencia y su fuerte identidad.

Podríamos comentar otro aspecto singular de la trayectoria pianística de Radu Lupu: su triunfo dominador en diversos frentes. Inicia su carrera en el mundo de los grandes concursos internacionales, de modo que ha de aceptar la "grandeza y servidumbre" de una organización que ha prestado a la música no escasos servicios. Y en unos años se hace con los primeros premios de tres grandes competiciones: Van Cliburn, en 1966; Enesco, en 1967, y Leeds, en 1979. Sin embargo, su talante personal, sus conceptos más sinceros, no parecían avenirse con este género de competitividad, mitad artística, mitad deportiva, que ha llegado a crear intérpretes de concurso. Nada más contrario a la manera de ser y de pensar de Radu Lupu.

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