Un archiconocido y un tapado

Iñaki Sáez señala al veloz extremo Voronin como el ucranio al que, junto al popular Shevchenko, la selección española debe temer el sábado

Shevchenko es al que conocen todos. La bandera del fútbol ucranio, uno de los jugadores modernos que más daño ha causado a los equipos españoles, capaz de llenar de goles al Madrid y al Barcelona. Es el enemigo localizado, el nombre en el que están depositados los únicos temores que despierta la selección ucrania, el siguiente rival de España en su camino a la Eurocopa de Portugal, el adversario del sábado. Pero detrás de Shevchenko, un poco más atrás y un poco a su derecha, hay otro tipo, Andrey Voronin, una bala, que mantiene a Sáez inquieto. "De los que he visto, por su velocidad, es el que...

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Shevchenko es al que conocen todos. La bandera del fútbol ucranio, uno de los jugadores modernos que más daño ha causado a los equipos españoles, capaz de llenar de goles al Madrid y al Barcelona. Es el enemigo localizado, el nombre en el que están depositados los únicos temores que despierta la selección ucrania, el siguiente rival de España en su camino a la Eurocopa de Portugal, el adversario del sábado. Pero detrás de Shevchenko, un poco más atrás y un poco a su derecha, hay otro tipo, Andrey Voronin, una bala, que mantiene a Sáez inquieto. "De los que he visto, por su velocidad, es el que más me ha impresionado".

De la biografía de Voronin apenas se sabe nada. Que tiene 23 años, que lleva desde los 16 jugando en la Liga alemana, primero en el Borussia Moenchengladbach y desde 2000 en el Mainz 05, de la Segunda División, y que allí ha descolgado progresivamente sus goles y su velocidad. "Es muy rápido", insiste Sáez, "juega por la banda derecha, a veces más centradito, y es de los mejores y más peligrosos. Más incluso que los delanteros. Va fenomenal".

Sáez lo descubrió durante el Ucrania-Grecia (2-0), el partido que le ha servido de referente para elaborar los informes del contrincante del sábado. Voronin no actuó de titular, pero irrumpió en el campo a los 23 minutos por la lesión de Serebrennikov, se adueñó del partido, colocó en una escuadra el segundo gol de su equipo y dejó a Sáez con la mosca detrás de la oreja.

Shevchenko no jugó ante Grecia, pero tampoco importa. Del gran delantero ucranio, pese a que sólo cuenta con 26 años, los españoles lo conocen todo o casi todo, hasta su descosida afición por el hockey sobre hielo y la lectura. Desde sus primeros pasos en el Dinamo de Kiev de tan fatal recuerdo para las defensas del Barcelona y el Madrid (tres goles marcó a cada una de ellas en sendas eliminatorias) hasta sus actuales en el Milan, ya plenamente recuperado de una comprometida lesión en la rodilla izquierda, lo españoles tienen muy memorizado su juego lleno de velocidad y veneno, de un sentido letal en los metros donde de verdad se resuelven los partidos.

A diferencia de Voronin, que se hizo en el Odessa, Shevchenko, como en su día sus ídolos, Blojin y Zavarov, es un producto de la factoría Lobanovski, el hombre que se inventó el gran Dinamo de Kiev de la década de los ochenta. Por eso, por ser hijo suyo, Shevchenko lo pasó muy mal en mayo de 2002 cuando murió el personaje más importante de la historia del fútbol ucranio. Lobanovski se fue sin cumplir su sueño de ver a la selección ucrania, de la que fue seleccionador casi casi hasta su muerte, en una fase final de un gran campeonato. Y es precisamente ese desafío el que ahora Shevchenko ha asumido como suyo.

Con Ucrania, además, Shevchenko es del todo feliz. Es el número uno sin competencia posible. No tiene que pelearse con otros compañeros por la posición de preferido del presidente del Gobierno y del Milan. No tiene que torcer el gesto un tanto celoso porque Silvio Berlusconi le regala a Inzhagi un reloj de oro con la leyenda "al mejor delantero del mundo", no necesita rebotarse con Ancelotti porque no le hace jugar tanto como quisiera. En Ucrania, Shevchenko es Dios. Los suyos le quieren y los adversarios le temen. A él, sólo a él. Aunque Sáez, perro viejo, ya cree haber detectado otro elemento al que atender. Se llama Voronin, es una bala y nadie le ha mirado bien todavía.

Shevchenko.

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