Crítica:FLAMENCO

El retorno del jerezano pródigo

Diego Carrasco nació en Jerez, pero vive en Sevilla y dicen que hacía 30 años que no actuaba aquí, cuando era un excelente guitarrista que se hacía llamar El Tate y acompañaba a viejos cantaores como Tía Anica, La Piriñaca; o Tío Gregorio, El Borrico. Hoy es otro hombre y la emoción le pudo en más de un momento en su paso por el Villamarta.

Es otro hombre y otro artista. Diego Carrasco tiene poco que ver con aquél de sus primeros tiempos, tan apegado a lo jondo más genuino. Carrasco evolucionó rápidamente hacia la creación de una música muy avanzada, mestiza de arriba aba...

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Diego Carrasco nació en Jerez, pero vive en Sevilla y dicen que hacía 30 años que no actuaba aquí, cuando era un excelente guitarrista que se hacía llamar El Tate y acompañaba a viejos cantaores como Tía Anica, La Piriñaca; o Tío Gregorio, El Borrico. Hoy es otro hombre y la emoción le pudo en más de un momento en su paso por el Villamarta.

Es otro hombre y otro artista. Diego Carrasco tiene poco que ver con aquél de sus primeros tiempos, tan apegado a lo jondo más genuino. Carrasco evolucionó rápidamente hacia la creación de una música muy avanzada, mestiza de arriba abajo, en la que sin embargo su flamencura personal resistió indemne cualquier influencia no asumible por un artista que fue, es y será siempre flamenco de corazón.

Farruquito / Diego Carrasco

Con José Valencia, Antonio Villar y Jorge, El Canastero (cante). Román Vicenti, Rafael, El Perla y Diego del Morao, entre otros músicos e invitados. Teatro Villamarta. Jerez de la Frontera, 10 de marzo.

Y ahí sigue. En el concierto que comentamos se rodeó de demasiada música electrónica y de percusión, de coros que se dejaron oír a voz en grito, y echamos de menos quizá un tono más personal e intimista del cantaor, pero aun así la magia de algunos de sus temas más populares -Inquilino del mundo, Dos señoritas muy señoreadas, etcétera- se impuso poderosamente. Carrasco recurrió mucho a invitados que hicieron pequeñas partes, como Curro Carrasco (de Navajita Plateá), Moraíto Chico cantando y bailando por bulerías, y unos cuantos más.

Farruquito me hizo añorar la noche reciente en que le vi bailar en Madrid. Aquella soleá tuvo poco que ver con su baile en Jerez, donde se quedó casi en un esbozo. Hecho en la ley del baile farruquero, por supuesto, pero a todas luces insuficiente. A quienes no le habían visto últimamente les bastó para rendirse a una forma de bailar que puede ser fascinante, pero aun así perdió una ocasión de oro para dar fe de la plenitud de su arte en Jerez.

Dejó más espacio, en cambio, a otros miembros de su familia. Estaban su tía Pilar, y algunos de sus primos. Y estaban dos de sus hermanos: Farru, el rubio, y Manuel, de cinco años, que que muestra maneras.

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