Reportaje:VELA | Comienza la Copa del América

Montañas en la cumbre del mar

El 'Alinghi', de Suiza, primera nación sin costa que intenta ganar el trofeo, desafía desde el sábado al 'Nueva Zelanda'

Exótico. Suiza entera está volcada estos días, como siempre, en el esquí, su deporte nacional. Y en esta ocasión más que nunca porque los Campeonatos del Mundo se disputan en su propia casa, en la exclusiva estación de Saint Moritz. Sus esquiadores, al menos, están brillando algo más que en los últimos años, largamente humillados y desplazados fuera de los podios, especialmente por sus vecinos austriacos. Pero mientras Suiza aún sueña con volver a los viejos y gloriosos tiempos de Pirmin Zurbriggem, Vreni Schneider o María Walliser, el máximo nivel lo ha alcanzado completamente en la vela, el ...

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Exótico. Suiza entera está volcada estos días, como siempre, en el esquí, su deporte nacional. Y en esta ocasión más que nunca porque los Campeonatos del Mundo se disputan en su propia casa, en la exclusiva estación de Saint Moritz. Sus esquiadores, al menos, están brillando algo más que en los últimos años, largamente humillados y desplazados fuera de los podios, especialmente por sus vecinos austriacos. Pero mientras Suiza aún sueña con volver a los viejos y gloriosos tiempos de Pirmin Zurbriggem, Vreni Schneider o María Walliser, el máximo nivel lo ha alcanzado completamente en la vela, el deporte más inesperado para un país sin costa. Las montañas, los Alpes, en la cumbre del mar. Insólito, pero explicable por la precisión suiza. El barco helvético Alinghi reta desde el próximo sábado en las aguas del golfo Hauraki de Auckland al Nueva Zelanda, poseedor de la Copa del América, la regata más prestigiosa del mundo de la vela.

La perfección helvética busca completar el milagro ante el reino marino neozelandés

Será la tercera nación europea que aspire a ganar en la 31ª edición la jarra de plata que simboliza no sólo el premio al mejor barco sino a la tecnología más puntera. Porque en esta lucha de barcos se compendia toda una gama de recursos científicos, humanos y, por supuesto, multimillonarios. Antes, sólo lo habían intentado el Reino Unido, quien perdió la primera regata ante la goleta América en 1851 y aspiró por última vez a recuperarla en 1964, e Italia, con los dos últimos intentos del Moro di Venezia, en 1992, y el Prada, en 2000.

Pero ninguno ganó. Ahora, sorprendentemente, la primera nación sin mar tiene las mayoresposibilidades de lograrlo. La perfección suiza puede completar el milagro ante el poderío de Nueva Zelanda, país que sí tiene en el mar su reino absoluto. Al menos, la teoría dice que está en disposición de conseguirlo. Mañana se desvelan -el obligado y tradicional unveiling- los barcos, que ya no pueden tocarse para la regata. El Alinghi sólo ha ajustado más lo bueno que ya tenía. Del Nueva Zelanda se espera que confirme su hula, la pieza adherida a la quilla en popa que según sus técnicos le permitirá ganar 9 segundos por milla en ceñida y 5 en popa, algo tremendo que en el Alinghi no acaban de creerse.

El barco suizo sí ha arrasado en la dura competición de aspirantes, la Copa Louis Vuitton, en la que ganó desde el mes de octubre 26 de 30 regatas. Sólo perdió cuatro, una que no disputó y otras tres frente a los rivales más fuertes, los estadounidenses: una con el OneWorld, y dos con el Oracle, pero al que arrasó en la final y en la semifinal.

Ernesto Bertarelli, el dueño del grupo farmacéutico Serono, primera fortuna suiza y 31ª mundial, lleva gastados ya cerca de los 100 millones de euros, pero a su astucia de origen italiano ha unido la gestión precisa de un reloj suizo con la mayor rentabilidad. Fichó a los cerebros del anterior triunfo neozelandés hace cuatro años, el patrón, Russell Coutts, y el táctico. Brad Butterworth, y a cuatro de sus mejores tripulantes. No fue el único desafío que arrancó navegantes al enemigo, pero sí se quedó con lo mejor. De entrada, Coutts tiene más prestigio que Dean Barker, el patrón del Nueva Zelanda. Con ello empezó metiendo miedo en el cuerpo a todos, aunque ha habido críticas en Nueva Zelanda y hasta amenazas de muerte a los traidores. Pero en la competición más profesional posible no fue su único acierto. También aprovechó las instalaciones del francés Marc Pajot en Sête, en la Costa Azul, e incluso su barco para empezar en su base europea los diseños de sus modelos definitivos, que efectuó el arquitecto holandés Ralf Vrolik con la colaboración del español Manuel Ruiz de Elvira. Y su base del Viaduct Harbour, ya en Auckland, es multiusos: técnica, gimnasio y para relaciones públicas.

Todo ello, procedente del mismísimo centro de Europa, pues la base de la vela suiza está en Ginebra, en el lago Leman, de donde han salido grandes navegantes. El Alinghi representa a la Sociedad Náutica de esta ciudad, pero la pujanza suiza no es sólo de él ni de ahora. Pierre Fehlmann ganó ya la Vuelta al Mundo con el UBS Switzerland. Steve Ravussin estuvo a punto de vencer hace unos meses en la Ruta del Ron, travesía atlántica para solitarios que encabezaba antes de verse obligado a abandonar. Y ahora mismo, Bernard Stamm va líder de la Vuelta al Mundo con escalas, en la que precisamente ayer se dio la salida de la cuarta etapa de Tauranga, en Nueva Zelanda, hasta Bahía en Brasil, con el mítico Cabo de Hornos al fondo del Pacífico.

El triunfo del Alinghi supondría una revolución en el reglamento, pues según estipula la Copa debe disputarse en el mar. Bertarelli ha dejado entrever muchas posibilidades, lógicamente a la espera del mejor postor. Y entre los nombres que suenan hay sedes españolas como Barcelona, Palma o Galicia, además de Sête, Saint Tropez, Nápoles y Lisboa.

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