Crónica:

El increíble Hermann Maier

El austriaco gana 17 meses después de que estuviera a punto de perder una pierna

Acababa de nevar en la mítica y terrible Streif, la pista de descenso más temida, la ladera de los montes Hahnenkamm que domina la estación de Kitzbühel, en los Alpes austriacos. La visibilidad era mínima en la pista, pero el supergigante que hubo de aplazarse el viernes pasado se celebraría de todas todas. Nadie se atrevería a aplazarlo una vez más. Era la última oportunidad. La gesta sólo podría tener lugar en un escenario señalado. Esto ocurrió ayer por la mañana. El supergigante se disputó. Gracias a ello, el mundo del deporte se vio sacudido por una de esas noticias heroicas y hermosas qu...

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Acababa de nevar en la mítica y terrible Streif, la pista de descenso más temida, la ladera de los montes Hahnenkamm que domina la estación de Kitzbühel, en los Alpes austriacos. La visibilidad era mínima en la pista, pero el supergigante que hubo de aplazarse el viernes pasado se celebraría de todas todas. Nadie se atrevería a aplazarlo una vez más. Era la última oportunidad. La gesta sólo podría tener lugar en un escenario señalado. Esto ocurrió ayer por la mañana. El supergigante se disputó. Gracias a ello, el mundo del deporte se vio sacudido por una de esas noticias heroicas y hermosas que sólo suceden muy pocas veces. Una resurrección de ésas que contradicen a la ciencia y al sentido común, un acto de esos que señalan a un campeón excepcional. Porque el cuarto supergigante de la Copa del Mundo 2002-2003 lo ganó Hermann Maier, Herminator, el austriaco tremendo que en agosto de 2001 se había destrozado la pierna derecha tras machacársela en un accidente de moto, tras chocar contra un coche. A última hora ha logrado un hueco en el equipo austriaco para el Mundial de Saint Moritz, la próxima semana, donde será el protagonista.

"Esto es extraordinario", dijo Maier, de 30 años. "No me puedo creer que haya llegado tan pronto"

Entonces, sólo la decisión y la fe del cirujano Arthur Trost, que durante varias horas luchó con la fractura abierta, con los tendones y los huesos destrozados para evitar una amputación que parecía inevitable, salvaron la pierna del mejor esquiador del momento. El esquiador de Flachau, agresivo y valiente, un esquiador intuitivo, es doble campeón olímpico y mundial, tres vces ganador de la Copa del Mundo. Ya había mostrado su carácter en los Juegos de Nagano, cuando una espeluznante caída en el descenso no fue obstáculo para que se impusiera luego en el gigante y en el supergigante. Le salvaron la pierna, pero muchos dudaron que volviera a andar bien algún día, mucho menos a esquiar, muchísimo menos a recuperar su nivel anterior. Su cuenta de victorias, parecía impepinable, habría de detenerse en 41, en la que logró en Aare (Suecia) en marzo de 2001.

"Esto es extraordinario", dijo Maier, de 30 años, después de su victoria de ayer. "No me puedo creer que ésto me haya sucedido tan pronto. Estoy profundamente emocionado". El supergigante de Kitzbühel es, sencillamente, la quinta competición que ha disputado Maier desde su reaparición, hace dos semanas tan sólo en el gigante de Adelboden (Suiza). En aquella ocasión, en la empinada y congelada pista de Kuonisgbaergli, la más complicada del circuito, sólo cinco centésimas de segundo impidieron que pudiera participar en la segunda manga, la de los 30 mejores. Un resultado que no le decepcionó en absoluto. "Necesito competir más para volver a encontrar el ritmo y las sensaciones", dijo. Encadenó después los dos descensos de Wengen, donde fue 22º y séptimo, y, el sábado pasado, el descenso de Kitzbühel, donde acabó sexto. Hasta la victoria de ayer. "Todo esto sólo se puede explicar por su tremenda fuerza física y mental", reflexionó el cirujano Trost. "Poca gente sería capaz".

La resurrección de Maier, la vuelta al más alto nivel de un deportista al que se creía destruído, recuerda a la de Lance Armstrong, el ciclista norteamericano que superó un cáncer para ganar cuatro Tours consecutivos, o la de José María Olazábal, el golfista que pasó un año en blanco con una extraña lesión y después ganó el Masters de Augusta, pero en Austria ya tenían héroes propios a los que compararle, a Niki Lauda, campeón del mundo de fórmula 1 después de quemarse medio cuerpo en un pavoroso accidente, y Thomas Muster, el tenista que ganó Roland Garros seis meses después de que un coche le atropellara y le destrozara los ligamentos de su rodilla izquierda.

Maier muestra su alegría tras el triunfo en Kitzbühel.EPA

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