Columna

Anas

Se dice que Ana Botella no sólo aparecerá radiante en la lista por la alcaldía de Madrid, sino que se propone desarrollar la campaña por toda España. ¿Para promocionar la alcaldía de Madrid? ¿Para promocionarse ella hacia misiones más altas? En las tertulias radiofónicas bullen los comentarios, y en una ha llegado a decirse que lo que pretende el PP es "politizar las elecciones". Es lo último que quedaba por oír.

Cada vez que se politiza algo se sobreentiende que se denigra. Ocurre lo mismo que cuando se "electoraliza". Cuando el partido en el poder o el partido en la oposición hacen un...

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Se dice que Ana Botella no sólo aparecerá radiante en la lista por la alcaldía de Madrid, sino que se propone desarrollar la campaña por toda España. ¿Para promocionar la alcaldía de Madrid? ¿Para promocionarse ella hacia misiones más altas? En las tertulias radiofónicas bullen los comentarios, y en una ha llegado a decirse que lo que pretende el PP es "politizar las elecciones". Es lo último que quedaba por oír.

Cada vez que se politiza algo se sobreentiende que se denigra. Ocurre lo mismo que cuando se "electoraliza". Cuando el partido en el poder o el partido en la oposición hacen una propuesta o una crítica en el momento conveniente, el rival la tacha de "electoralismo", algo supuestamente muy infame. Y no digamos ya si se etiqueta de "oportunismo". El oportunismo se tiene por altamente indigno de un grupo político que aspire al respeto de la sociedad. Pero, entonces, ¿qué? ¿Cómo entender el ejercicio de la política sin preocuparse de ganar electores? ¿Cómo interpretar una intervención que no busque el rédito de su oportunidad? ¿Cómo ejercer la política sin hacer política? ¿O es que se avergüenzan ellos mismos de su función? No parece extraño que haya algo de esto: en un tiempo donde se exige la máxima transparencia, los políticos se desintegrarían si respondieran a esa petición. En un tiempo en que tanto se valora "lo natural", lo ecológico, el artificio político es la máxima contaminación.

Pero ¿qué? Tal y como están las cosas, el ideal de la política sería no dejarse ver. Hacer como si no existiera y ocultarse en la marcha espontánea de las cosas. Pero, entonces, ¿a quién votar?, ¿qué votar? No es extraño que la abstención siga aumentando por todas partes. En cuanto dentro de una disposición se advierte la mano política, la medida se vuelve sospechosa: o será equivocada o, siendo correcta, puede ser "electoralista". En pocos casos la obra del político llega a verse como altruista, y su personaje ha terminado convertido en un enemigo de la sociedad. Un intermediario sin muchos escrúpulos que explota al productor y al consumidor. ¿Cómo evitar este descrédito? No hay remedio. La única redención de la política pasa ahora por el fin de los políticos. Su pura extinción como clase social.

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