Credo hermético

Desde una actitud hermética y exhibiendo siempre una sonrisa de cinismo para afrontar los sinsabores de la cotidianidad, Los Planetas han conseguido que su mundo trascienda y que sus admiradores se conviertan en una secta que suspira por los incomprensibles (para todos, menos para ellos) mensajes que canta J en directo. Eso no quita para que los granadinos den actuaciones formidables. Conciertos llenos de afortunadas melodías pop con arreglos de rock obsesivo, donde la maestría del batería Eric Jiménez va marcando el paso a una lenta cabalgata de canciones. Los Planetas han ganado con l...

Desde una actitud hermética y exhibiendo siempre una sonrisa de cinismo para afrontar los sinsabores de la cotidianidad, Los Planetas han conseguido que su mundo trascienda y que sus admiradores se conviertan en una secta que suspira por los incomprensibles (para todos, menos para ellos) mensajes que canta J en directo. Eso no quita para que los granadinos den actuaciones formidables. Conciertos llenos de afortunadas melodías pop con arreglos de rock obsesivo, donde la maestría del batería Eric Jiménez va marcando el paso a una lenta cabalgata de canciones. Los Planetas han ganado con la experiencia: un sonido que no defrauda, unos colores de guitarras y de teclados que abarcan todos los tonos de la introspección.

Volvieron a demostrar que la tenaz insistencia en lo que uno cree les ha convertido en uno de los supervivientes triunfantes del marasmo del rock español de los noventa. Lástima que a un no iniciado en el hermético credo Planeta le siga resultando imposible entender qué rayos canta J en magníficos temas (Un buen día, Maniobras de evasión o Mi hermana pequeña), teniendo finalmente que acudir a leer las letras en los discos del grupo. Según explican varios entregados a la causa, "eso es precisamente lo que les hace ser lo que son". Pues nada, no hay más que hablar.