47ª SEMANA DE CINE DE VALLADOLID

Ken Loach gana con 'Sweet sixteen' la Espiga de Oro

El cineasta británico Ken Loach ganó anoche por unanimidad con Sweet sixteen -un magistral dibujo de la vida airada de un adolescente en una zona obrera deprimida de Escocia- la Espiga de Oro, máximo galardón de la Seminci. Con él triunfaron, también de forma arrolladora, el director debutante (Diego Arsuaga) y los tres veteranos protagonistas (Federico Luppi, Héctor Alterio y José Soriano) de El último tren, un maravilloso filme uruguayo compuesto en clave de western.

La proclamación de estos premios obtuvo como respuesta una gran ovación, que se ensanchó a la obt...

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El cineasta británico Ken Loach ganó anoche por unanimidad con Sweet sixteen -un magistral dibujo de la vida airada de un adolescente en una zona obrera deprimida de Escocia- la Espiga de Oro, máximo galardón de la Seminci. Con él triunfaron, también de forma arrolladora, el director debutante (Diego Arsuaga) y los tres veteranos protagonistas (Federico Luppi, Héctor Alterio y José Soriano) de El último tren, un maravilloso filme uruguayo compuesto en clave de western.

La proclamación de estos premios obtuvo como respuesta una gran ovación, que se ensanchó a la obtenida por la actriz española Adriana Ozores, protagonista de La vida de nadie, que compartió el premio de interpretación femenina con Dong Jie, jovencísima actriz china protagonista de Happy times, filme que también por unanimidad ganó la Espiga de Plata y, al margen del concurso oficial, el Premio de la Crítica. Esta bella película está dirigida por Zhang Yimou, uno de los legendarios creadores de la Quinta Generación de la Escuela de Beijin, grupo impulsor del formidable renacimiento del cine chino a finales del siglo XX.

Sweet sixteen ganó también el premio dedicado a la fotografía, que fue a las manos del magnífico Barry Ackroyd. Tanto este filme de Ken Loach como el de Zhang Yimou eran ambientalmente considerados, desde los días de sus respectivas proyecciones, como firmes aspirantes a ocupar un puesto de altura en la lista de premios final, por lo que no había riesgo de abrir polémicas en la decisión del jurado internacional de incluirlos en ella.

En cambio, sí se arriesgó ese jurado a levantar una oleada de contestaciones cuando, ante una audiencia algo perpleja, concedió el Premio Especial del Jurado, que tiene altura de réplica al primer premio, a la película australiana The tracker o El guía, escrita y dirigida por el muy controvertido Rolf de Heer, un cineasta muy fuera de norma y capaz de lo mejor y lo peor. En esta ocasión, de lo mejor, por lo que la audacia del jurado al distinguirle resultó difícilmente refutable, ya que El guía es, como El último tren, un western lleno de vigor, hermosísimo y de gran pureza, que ocurre muy lejos del escenario histórico del cine del Oeste norteamericano, pero que adopta de manera sutil y explosiva sus claves formales y su elocuente e imperecedero lenguaje.

Hay buen gusto, conocimiento y equilibrio en esta lista de premios, que criba con buenos criterios el oro de la ganga en una edición de la Seminci que supo combinar con astucia la severidad del compromiso y el gozo del juego. La Espiga de Oro a Sweet sixteen y el Premio Especial del Jurado a El guía son decisiones que priman al compromiso, pero que están compensadas por la Espiga de Plata a Happy times y, sobre todo, por el Premio Pilar Miró (destinado a los directores debutantes) al uruguayo Diego Arsuaga y el de Interpretación Masculina al formidable trío protagonista de El último tren, película que se llevó de calle a la gente de a pie y obtuvo también el Premio del Público por votación entre los espectadores.

Tanto en El último tren como en Happy times, compromiso, juego y disfrute se funden. Y esta fusión es tan ágil y vibrante en el maravilloso western uruguayo, que sin duda le convierte -pues las obras de Ken Loach, Rolf de Heer y Zhang Yimou ya habían sido descubiertas por otros festivales anteriores- en el supremo descubrimiento de esta edición de la Seminci, siendo una película con rasgos similares a otras que desde aquí saltaron a la gloria, como la colombiana La estrategia del caracol y la argentina El hijo de la novia, obras vivísimas e inolvidables que, como El último tren, se pegan a la memoria y uno sigue moviendo interiormente las peripecias de su viaje mucho tiempo después de llegar a la última estación de este último tren, que es un tren que no cesa, pues su viaje es el de la libertad.

De izquierda a derecha, Federico Luppi, Diego Arsuaga y José Soriano, actores y director de El último tren, ayer en Valladolid.EFE
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