CULTURA Y ESPECTÁCULOS

Peter Mullan abre viejas cárceles de la Iglesia de Irlanda

Después de dos días de cine insignificante, la Mostra de Venecia trajo ayer la primera película importante, Las hermanas Magdalenas, en la que el escocés Peter Mullan abre e ilumina viejas mazmorras físicas y morales de la represión sexual del catolicismo irlandés.

Las casas llamadas de las Magdalenas en Irlanda eran gobernadas -hasta el día de su abolición, hace unos años, en 1996, casi ayer- por monjas de la Misericordia. Estos centros eran mitad conventos y mitad cárceles, en las que eran encerradas para hacer trabajos de lavandería, sin cobrar un céntimo y 364 días al año, mu...

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Después de dos días de cine insignificante, la Mostra de Venecia trajo ayer la primera película importante, Las hermanas Magdalenas, en la que el escocés Peter Mullan abre e ilumina viejas mazmorras físicas y morales de la represión sexual del catolicismo irlandés.

Las casas llamadas de las Magdalenas en Irlanda eran gobernadas -hasta el día de su abolición, hace unos años, en 1996, casi ayer- por monjas de la Misericordia. Estos centros eran mitad conventos y mitad cárceles, en las que eran encerradas para hacer trabajos de lavandería, sin cobrar un céntimo y 364 días al año, muchachas enviadas por sus familias o por parroquias y orfanatos a expiar -a veces durante el resto de su vida- sus pecados, que obviamente eran pecados de lujuria, lo que llenaba aquellos centros de madres solteras, o que eran víctimas de un estupro o de una violación en familia.

Esto es -sin entrar en las escalofriantes minucias de aquella aterradora represión sexual cercana a la esclavitud- lo que los creadores del filme nos ponen ante los ojos antes de sumergirnos en esta turbadora película. Es una obra de ficción cercana al documento, pues cruza y une entre los muros de una de aquellas cárceles, o conventos, o campos de trabajos forzados, los itinerarios de cuatro muchachas totalmente verídicas, tres de las cuales han aportado sus experiencias personalmente, que estuvieron encerradas allí entre 1964 y 1968. La escritura y la dirección de este durísimo y hermoso filme son obra del actor Peter Mullan, triunfador hace unos años en Cannes con su eminente interpretación de Mi nombre es Joe, dirigido por Ken Loach.

Sus trabajos interpretativos sitúan a este curtido actor en el ramillete de los grandes rostros del cine británico. Pero con Las hermanas Magdalenas, Mullan acaba de saltar de ésta a otra cumbre, la de los guionistas y directores primerizos que, tras algunos indicios previos de que poseen un gran talento, hacen estallar a éste en una obra redonda, compleja, con empuje artístico y ejemplaridad moral. Porque Las hermanas Magdalenas lleva dentro cine sincero y vigoroso y es una aventura cinematográfica arriesgadísima, erizada de dificultades, que Mullan resuelve con coraje, diafanidad y maestría en la dirección de los intérpretes. El actor-director agarra por el cuello, o por la médula, sin el bálsamo del menor paño caliente, a un vidrioso asunto y arroja luz dentro de la mazmorra material y moral donde una treintena de extraordinarias actrices irlandesas representan -casi enteramente en primeros planos, lo que acentúa el mérito de sus trabajos- en un inolvidable desfile de rostros, el calvario de las anónimas mujeres que ayer llenaron de dolor y de belleza la pantalla de esta, hasta ahora blanda y cobarde, Mostra veneciana. Porque lo que precedió a este filme libre y ennoblecedor es cine sin riesgo, cine de fórmulas hechas, incluida -y tal vez más que ninguna- Full frontal, nueva incursión del famoso director estadounidense Steven Soderbergh, de nuevo con una desorientada Julia Roberts enfrente, en juegos de vanguardismo completamente falso y tramposo, pues da lugar a un penoso contrapunto de cine sobre cine que a la media hora comienza a hacerse literalmente insufrible, un galimatías que en la hora y media restante no hace más que añadir tedio al tedio y mentira a la mentira.

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