Reportaje:CULTURA Y ESPECTÁCULOS

BARENBOIM ARRANCA LAS NOTAS DE LA PAZ

El músico dirige en Sevilla la West Eastern Divan, una orquesta formada por jóvenes judíos y musulmanes con la idea de que 'compartan una pasión'. El director y el escritor palestino Edward Said, padres del proyecto, decidirán si se queda en Andalucía

La música no resuelve conflictos, no debe usarse para fines políticos'. Daniel Barenboim, argentino de origen judío de 60 años, explica así la filosofía del proyecto que creó en 1999 junto al escritor y crítico palestino Edward Said: 'El West Eastern Divan es un proyecto cultural y humanitario. Lo que la música sí puede hacer es dar a jóvenes isralíes y de países del Próximo Oriente la posibilidad de compartir una pasión, que es más fuerte que compartir ideas. Conseguir que un chico árabe y otro judío se sienten ante el mismo atril y toquen la misma nota al mismo tiempo es hacer que compartan ...

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La música no resuelve conflictos, no debe usarse para fines políticos'. Daniel Barenboim, argentino de origen judío de 60 años, explica así la filosofía del proyecto que creó en 1999 junto al escritor y crítico palestino Edward Said: 'El West Eastern Divan es un proyecto cultural y humanitario. Lo que la música sí puede hacer es dar a jóvenes isralíes y de países del Próximo Oriente la posibilidad de compartir una pasión, que es más fuerte que compartir ideas. Conseguir que un chico árabe y otro judío se sienten ante el mismo atril y toquen la misma nota al mismo tiempo es hacer que compartan algo positivo por primera vez. Cosas como ésta no solucionan los problemas políticos, pero nos cambian a todos los que las vivimos'.

El esfuerzo intelectual y personal de todos los que se empeñan en 'abrir una ventana por la que entre el viento de paz' -como lo expresa un contrabajista de un país árabe de los que prohíben a sus ciudadanos tener contacto con judíos- se materializa en una serie de conciertos. La plaza de Toros de Ronda (Málaga) albergará el primero de ellos el próximo día 23. El teatro de la Maestranza de Sevilla albergará, el día 24, la velada más esperada, que incluye el Concierto para piano y orquesta en fa mayor de Mozart, que interpretarán al piano Barenboim, el judío Shai Wosner y el palestino Saleem Abboud Ashkar. También en la capital andaluza, en un escenario al aire libre en el Real Alcázar, podrán oírse el día 26 a una docena de formaciones de cámara salidas de esta experiencia.

Pero los jóvenes, que llegaron a Sevilla el pasado día 8, continuarán juntos otra semana, en la que ofrecerán conciertos en Lübek (Alemania), en la Ópera de Berlín y en Estrasburgo, donde el 2 de septiembre ofrecerán un concierto por la paz, al que asistirán los parlamentarios europeos.

Barenboim, uno de los grandes directores del mundo y prestigioso pianista, llegó el martes 13 a Sevilla para hacerse cargo de esta peculiar orquesta formada por 78 jóvenes de entre 13 y 26 años. La mayoría son israelíes (38) y de los países árabes del Próximo Oriente (23). En esta ocasión, la primera que el encuentro se celebra en España, se han sumado jóvenes españoles (17) y marroquíes (8, de los cuales sólo uno entrará en la orquesta y el resto forma parte de la veintena de oyentes).

El maestro estaba pletórico el segundo día de ensayos porque se había encontrado con un 'fuerte núcleo de homogeneidad' en su joven orquesta gracias a que más de la mitad de los chicos repite experiencia, y eso les transmite confianza. Barenboim entra como un ciclón en el antiguo seminario de Lantana, una residencia situada en Pilas, entre los olivares del Aljarafe sevillano y a 35 kilómetros de la capital, con una piscina para sofocar el calor sevillano y suficientes jardines que invitan a los jóvenes a conocerse en los escasos momentos libres que tienen al día.

El músico, que es director de la Ópera Estatal Unter den Linden de Berlín y de la Chicago Symphony Orchestra, no pierde el tiempo. Se le ve por los pasillos, disfrutando de un buen puro habano, mientras charla con los alumnos o con alguno de los 10 profesores de Berlín y Chicago que colaboran en el proyecto. El West Eastern Divan, que toma su nombre de un ciclo de poesía de Goethe, nació hace cuatro años. Los dos primeros encuentros se realizaron en la ciudad alemana de Weimar y, el año pasado, en Chicago, porque el maestro quería que los chicos conociesen de primera mano cómo trabaja una gran orquesta. El director argentino aceptó la invitación de la Junta de Andalucía, y ahora está valorando la oferta que ha recibido de sus anfitriones para que el West Eastern Divan se establezca en Sevilla definitivamente.

'Andalucía tiene una dimensión histórica muy importante. Es el único lugar del mundo en el que durante siete siglos han convivido tres religiones, y cada una de ellas ha dejado aquí un gran poso. La Fundación Tres Culturas del Mediterráneo nos ha propuesto a Sevilla como sede. Aunque aún es pronto para tomar una decisión, habrá que esperar al final de la experiencia, sí puedo decir que hay un ambiente muy positivo y muy productivo, y que si todo continúa así no hay razón para ir vagabundeando por el mundo', reflexiona Barenboim.

'Este proyecto encaja perfectamente con el espíritu de la fundación, que ha nacido también como un puente entre Marruecos y España. Se ha producido una buena sintonía entre los participantes y la gente de aquí, que vivimos el conflicto de una forma muy próxima', comenta Bernardino León, director de la Fundación Tres Culturas del Mediterráneo, que depende de la Consejería de Presidencia. La invitación al proyecto de Barenboim, respaldada este año con un presupuesto de 600.000 euros, la cursa también la Consejería de Cultura.

En la orquesta del West Eastern Divan todos los detalles son importantes por nimios que parezcan. Barenboim se ocupa de que los músicos árabes no se sientan jamás en un segundo plano, y no se trata de una frase en sentido figurado, sino que realmente los organizadores cuidan hasta la colocación de los jóvenes y el protagonismo que tienen en las distintas obras del programa.

'Estamos aquí sólo para hacer música, nada más'. Ésta es la respuesta que a duras penas dan algunos de los jóvenes músicos que ocupan estos días los pabellones del antiguo seminario de Pilas. Inlcuso el más pequeño del grupo, el pianista jordano de 13 años Karim Said, utiliza esta respuesta como escudo. Karim es sobrino de Edward Said, pero no llegó a la orquesta por su tío. 'Cuando hicieron las audiciones para la primera convocatoria yo tenía 10 años, y la edad mínima era 14; por eso mi tío no me dijo nada. Yo me enteré y envié una cinta como pedían. La grabación se perdió, pero tuve suerte porque insistí y, como sobró una plaza, me admitieron justo unos días antes de empezar', explica el joven pianista, que este año participa por tercera vez. Su tío Edward Said, de 66 años y una salud bastante delicada, es quien aún no se sabe si podrá viajar desde Washington, donde reside este intelectual, que es candidato al Premio Nobel de la Paz.

A pesar de la atmósfera de relajación que planea sobre la residencia, nadie olvida que fuera el conflicto sigue su curso, sobre todo los árabes, que han llegado de países en los que cualquier contacto con los israelíes está totalmente prohibido. Es uno de estos jóvenes, que participa este año por primera vez, el que dice: 'Barenboim en nuestros países podría verse como un don Quijote, pero para mí, como músico, lo veo más como un Superman. Él no lucha contra los molinos, sino contra el radicalismo'.

Convencido de que la sociedad no puede ir a remolque de los políticos y tiene que tomar iniciativas, Barenboim insta a los músicos a trabajar por la pacificación de la zona. '¿Por qué tenemos que esperar a los políticos para iniciar los contactos? Hay cosas que cada uno de nosotros tiene que admitir como una responsabilidad propia. Los músicos tenemos algo que es a la vez racional e intuitivo. Es algo en el que la cabeza, el corazón y el estómago tienen que estar en equilibrio, y que sirve para comunicarse con otros', arguye el músico, quien asegura que el West Eastern Divan 'nos ha cambiado a todos'.

Esti Rofé, una simpática flautista israelí de 26 años que se estrena este verano en la orquesta, lo tiene claro. 'Estoy aquí por razones musicales, obviamente aprender de Barenboim es un lujo, y políticas. El conflicto es entre naciones, no entre pueblos. Aquí dentro no podemos olvidarnos del problema, pero sí ver el sentido que tiene hablar entre nosotros y compartir cosas', afirma la flautista.

'No conocer al otro es muy malo. Es nuestro deber hacerlo. Cada uno tenemos que romper nuestras propias barreras, porque el miedo es peor que la ignorancia. Todos sabemos que la música no puede resolver el problema, pero en nuestro pequeño mundo de tres semanas sí que lo hace, y eso es importante', concluye el pianista palestino de 25 años Saleem Abboud Ashkar.

El director Daniel Barenboim durante los ensayos de West Eastern Divan, en Sevilla.ANNA ELIAS

El afán conciliador alcanza el menú del otro

Una puerta doble de madera, con idílicas representaciones del cielo, nubes y hasta gotas de lluvia incluidas, da paso a la capilla del antiguo seminario de Lantana, en Pilas (Sevilla). Paradójicamente es esta sala la que sirve para los ensayos generales de la orquesta del West Eastern Divan, el proyecto conciliador del director judeo-argentino Daniel Barenboim y el escritor palestino Edward Said. Pero las diferencias religiosas y hasta las prohibiciones alimenticias propias de los jóvenes musulmanes, judíos y cristianos que conviven en esta residencia, parecen haber quedado suspendidas en una especie de limbo. Ante la llegada del centenar de jóvenes músicos, los cocineros de la residencia estaban preocupados por confeccionar sus menús. Los primeros días se volvieron locos contando y preguntando quién come qué, pero los chicos parece que se lo toman de una forma mucho más relajada y, en su afán conciliador, hasta prefieren el menú del otro.

El horario de trabajo es tan apretado en Lantana -con clases individuales o en grupo entre las 10.00 y las 13.00, las 14.30 y las 19.30-, que apenas quedan ratos libres. La parada para el almuerzo, entre las 13.00 y 14.30, es el único rato en el que los jóvenes músicos pueden zambullirse en la piscina o practicar el deporte de la siesta, al que ya se han aficionado unos cuantos. Pero la larga jornada de trabajo no termina aún: hasta después de cenar, entre las 20.30 y las 22.30, están programados ensayos con la orquesta al completo.

'Es un privilegio estar aquí, y no nos importa trabajar todo el día', comenta Amr Fahmy, un violinista de 24 años que ha llegado al proyecto 'sin opiniones negativas de nadie'. El músico, que vive en Chicago, donde tiene una banda de música funky, es musulmán polaco de origen egipcio.

'Durante el año apenas nos relacionamos con los amigos que hemos hecho en la orquesta, es difícil. Sin embargo, cuando llegas aquí todo fluye. Cosas como ésta harán que algún día llegue una paz duradera. Sin el intercambio cultural de los dos pueblos la paz sólo será un pedazo de papel', explica el pianista judío Shai Wosner, de 26 años y uno de los solistas que interpretará junto al maestro Barenboim el concierto para piano de Mozart.

Shai Feldfogel, israelí de 19 años, participa por primera vez en el proyecto. Pertenece a la sesión de viento de la orquesta y lo tiene todo muy claro: 'No tengo que cambiar ninguna idea, porque nunca he pensado nada negativo'.

Aunque a sus alumnos les gusta pensar en el maestro como un don Quijote del siglo XXI, Barenboim les pone los pies en el suelo. 'Sólo soy una persona que ha tenido la fortuna de empezar muy pequeño: a los siete años di mi primer concierto. Llevo más de medio siglo trabajando; así que con un poco de talento y mucha experiencia puedo darles a ellos el beneficio de toda mi carrera. Ahora estoy en un momento en el que puedo devolver lo que he recibido de tantos grandes músicos', afirma el maestro. Entre los jóvenes que tienen la suerte de aprender de Barenboim está su hijo menor Michel, violinista. 'El mayor también está en la música, pero quiere ser productor de hip- hop', dice sonriendo.

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