Reportaje:

Venda su alma al diablo sin moverse del sofá

Dos actores representan 'Fausto', de Goethe, en un escenario atípico: los salones de casas particulares

El camerino es una habitación; el escenario, un salón, y el atrezzo, un par de lámparas. Si quiere ver aparecer al diablo para que le tiente con todos los goces posibles, no tiene que moverse de su sofá: Mefistófeles irá a su casa. El director y dramaturgo italo-chileno Juan Carlos Montagna ha traído a Madrid una experiencia teatral inédita. Representa en los hogares que lo solicitan la conocida obra de Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832) Fausto.

La historia del doctor Fausto, que vendió su alma a Mefistófeles por conocer los placeres y misterios de la vida, puede ser ...

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El camerino es una habitación; el escenario, un salón, y el atrezzo, un par de lámparas. Si quiere ver aparecer al diablo para que le tiente con todos los goces posibles, no tiene que moverse de su sofá: Mefistófeles irá a su casa. El director y dramaturgo italo-chileno Juan Carlos Montagna ha traído a Madrid una experiencia teatral inédita. Representa en los hogares que lo solicitan la conocida obra de Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832) Fausto.

La historia del doctor Fausto, que vendió su alma a Mefistófeles por conocer los placeres y misterios de la vida, puede ser escenificada en el espacio reducido de una casa y sin más decoración que las propias caras de los actores. Montagna (Mefistófeles) y Alejandro Moreno (Fausto) llegan a la casa del que solicita sus servicios. Los dos actores se acercan hasta los hogares a través de dos vías. El público puede solicitar la representación de la obra en una casa particular, o bien apuntarse a una lista y formar parte de la escenificación en un lugar que corre por cuenta de los propios creadores de la obra.

Mefistófeles se acerca al público. Juega con él, y le transmite así la relación de lo humano y lo demoniaco

En ambos casos, si el público está en el salón, se le manda a otra habitación. Los dos actores preparan el salón, lo oscurecen para crear un clima adecuado y dejan espacio para los espectadores y para sus propios movimientos. En una de las habitaciones, que utilizan como camerino, Fausto y Mefistófeles se visten de blanco y negro y se pintan la cara. Luego hacen pasar uno a uno a los asistentes. Otro actor hace de maestro de ceremonias y presenta la obra, la lucha entre el bien y el mal.

Cuando llega al salón-escenario, el público comprueba que su casa se ha convertido en el lugar donde Fausto hace el trueque con Mefistófeles. Han desaparecido las lámparas, las sillas y todo lo que recuerda a un hogar. En su lugar, sólo semioscuridad. Los espectadores se sientan en el suelo, muy cerca de donde se desarrolla la acción.

Los textos de la representación son de Goethe, y también la esencia de la historia. Pero Juan Carlos Montagna ha hecho un largo trabajo que le ha llevado años para traer al diablo a las casas de los madrileños.

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'Hice un estudio sobre la obra de Goethe, y la reorganicé de nuevo hasta llegar a un total. Le di mi propia lectura. La historia y la estructura dramática son distintas, porque he cambiado el orden y la he mezclado. Pero los textos son de Goethe. Quería demostrar que se puede hacer un buen teatro en casa, que fuera muy potente. Pero lo que representamos no deja de ser Fausto', asegura este profesor de interpretación.

Lo que queda de la obra es lo fundamental: la lucha entre los dos personajes, que se aman y se odian a la vez; Mefistófeles, guiando al doctor Fausto por el mundo y la eterna juventud a cambio de que le dé su alma después de su muerte.

El dramaturgo, director y actor de este Fausto casero define su creación como 'una experiencia teatral más que un producto que llevas a casa para que la gente lo mire'. El público participa directamente en la obra, porque está muy cerca y porque los personajes atraen a los espectadores hacia la lucha entre Fausto y Mefistófeles. En un momento de la representación, el diablo se acerca a una persona del público y le habla. Entonces se pone en marcha lo que Montagna-Mefistófeles llama 'teatro oráculo'. Rodeado de misterio, el personaje, que ya no es un actor, sino el propio diablo, juega con todos los espectadores y les transmite el misterio que lleva consigo Fausto, la brujería, la relación entre lo humano y lo demoniaco.

'El teatro oráculo se hace a través de la energía del espectador, por su aura, a través de sus ojos. Está como desnudo, y su cara revela cosas'. Mefistófeles pregunta algo al sorprendido asistente, o bien le da un consejo, y a veces adivina algo que le preocupa sobre su futuro o su pasado. El actor intenta que esa persona no se asuste, pero que a la vez se cree un ambiente esotérico. 'No es nada agresivo, pero parece peligroso, porque es como si se te acercara el mismo diablo. Es un juego, algo esotérico en un clima de mucha intimidad y afectividad', señala.

El diablo interpreta a los que le miran, lee en su interior. Esto hace que los presentes se impliquen más en los problemas del doctor Fausto y lleguen a comprender la esencia de la obra, según Montagna.

La obra ha supuesto para este investigador teatral todo un reto, sobre todo por el escenario donde se desarrolla y la necesaria complicidad con el público. Ya hizo algo parecido en Chile con la obra Los muertos, aunque considera que Fausto es 'mucho más misteriosa y lúdica'. Montagna prepara ahora una obra con textos de William Shakespeare, aunque reconoce que para ver el teatro del dramaturgo inglés sí hay que moverse de casa.

Fausto,teatro en casa. Para apuntarse en una lista (12 euros por persona) o bien disfrutar de la representación en una casa particular (el precio depende del traslado) hay dos teléfonos: 699 56 05 44 y 606 09 57 37. Aforo mínimo en ambos casos: 20 personas.

La recompensa de un actor

Gracias a la cercanía con el espectador, Juan Carlos Montagna vive la que es, en su opinión, una de las experiencias más gratificantes que puede tener un actor. Sin críticas de entendidos autores ni la necesidad del aplauso, el director de este peculiar Fausto sabe lo que opinan los espectadores porque ellos mismos se lo dicen. Al finalizar la representación, los actores permanecen un rato con el público, y éste les transmite lo que ha sentido con la experiencia, si han entendido la obra, si les ha gustado o no el oráculo. Y también encuentran a muchos espectadores que les cuentan cómo les ha sorprendido que una obra de teatro se pueda representar en un espacio tan reducido, ya que Montagna la ha pensado para que quepa en un salón de cualquier dimensión. 'Para un actor es algo muy bonito saber lo que la gente piensa', afirma el director. 'Quienes la han visto se quedan impactados, y, además, interesados de que una obra como ésta pueda hacerse en el salón de una casa, para pocos espectadores, sin artificios, participando de una ceremonia, viviendo de esta manera la experiencia teatral', dice. El actor asegura que el público suele interesarse mucho por el momento en el que ocurre la escena del oráculo, que es una mezcla de ficción y realidad. 'Cuando termina la obra y departimos un rato, me preguntan cómo pude adivinar una cosa o la otra, y me cuentan lo que han sentido en ese momento, si querían que me acercara o no, si se quedaron con las ganas de decirme o hacer algo...'.

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