La elegancia tranquila
Fiel a su estilo, el trío madrileño presentaba su último disco, El mar de la tranquilidad, ante un numeroso grupo de seguidores que rezumaba tranquilidad, equilibrio y unas pretensiones razonables. Fue enhebrando temas viejos y nuevos en una especie de non stop bailable que sólo se interrumpió para dar espacio a las lentas. Bajo la batuta de un Rafa Sánchez, que a sus añitos se menea con la soltura de un adicto a las discotecas, la banda exhibió sus cartas, un personal modo de hacer música que sigue haciendo de ellos el sonido idóneo para una fiesta de caché elevado y exq...
Fiel a su estilo, el trío madrileño presentaba su último disco, El mar de la tranquilidad, ante un numeroso grupo de seguidores que rezumaba tranquilidad, equilibrio y unas pretensiones razonables. Fue enhebrando temas viejos y nuevos en una especie de non stop bailable que sólo se interrumpió para dar espacio a las lentas. Bajo la batuta de un Rafa Sánchez, que a sus añitos se menea con la soltura de un adicto a las discotecas, la banda exhibió sus cartas, un personal modo de hacer música que sigue haciendo de ellos el sonido idóneo para una fiesta de caché elevado y exquisitos participantes. La vida, en las canciones de La Unión, tiene decoración de diseño, sonido a modernidad elegante y look del tipo de esas discotecas de high class. Sugerir todo esto es una habilidad que el grupo ha ido aquilatando y que en su concierto supo rubricar con canciones como Falso amor, La mala vida, Maracaibo, Negrita y la setentera Vuelve el amor. Por supuesto, el apoteosis se produjo al final con la interpretación de Lobo hombre en París, viejo éxito que les disparó hace ya casi veinte años. Y ahí siguen.
La Unión
Rafa Sánchez (voz), Luis Bolín (bajo), Mario Martínez (guitarra), Fermín Villaescusa (teclados), Mario Fea (guitarra), Eduardo Yepes (batería) y Lorenzo Azcona (percusión y saxo). Sala Arena. 16,50 euros. Madrid, jueves 27 de junio de 2002.