Reportaje:Mundial 2002 | Octavos de final: México-Estados Unidos

La leyenda de El Álamo

Las disputas políticas y la arrogancia atribuida a Washington caldean el ambiente en México

El recordatorio de la victoria de las tropas mexicanas sobre los colonos de Tejas en El Álamo (1836), y el cierre de la embajada norteamericana para evitar su eventual asalto por la pasión nacionalista ultra, a partir de esta madrugada, precedieron los cuartos de final entre México y Estados Unidos. Más de cuatro mil policías vigilaron la capital y el Ángel de la Independencia, el lugar de las celebraciones, muy cerca de la sede diplomática de un país que arrebató casi la mitad de su territorio en 1848 y es aborrecido por no pocos mexicanos a pesar de ser su destino natural cuando emigran.
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El recordatorio de la victoria de las tropas mexicanas sobre los colonos de Tejas en El Álamo (1836), y el cierre de la embajada norteamericana para evitar su eventual asalto por la pasión nacionalista ultra, a partir de esta madrugada, precedieron los cuartos de final entre México y Estados Unidos. Más de cuatro mil policías vigilaron la capital y el Ángel de la Independencia, el lugar de las celebraciones, muy cerca de la sede diplomática de un país que arrebató casi la mitad de su territorio en 1848 y es aborrecido por no pocos mexicanos a pesar de ser su destino natural cuando emigran.

Pocos imaginan al presidente George Bush felicitando algún golazo del volante Claudio Reyna porque el fútbol es tan inescrutable como el trinquete entre la mayoría de los norteamericanos. Contrariamente, el mexicano, Vicente Fox, permaneció insomne con el grueso de sus cien millones de compatriotas, henchidos todos de amor patrio. Otros veinte millones de inmigrantes jalearon ¡Viva México cabrones! desde sus domicilios en el norte. '¡Tiene que ganarle a Estados Unidos!', exclamó Fox en su programa sabatino de radio. El gobierno casi en pleno, algunos con las camisetas de la selección y zapatillas deportivas, seguirá el partido desde la residencia presidencial, tal como lo hizo frente a Italia.

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'La mayoría de los televidentes no espera ver fútbol sino sangre', señalaba el columnista Xavier Velasco. No miente porque las frecuentes disputas políticas, y la arrogancia y abusos atribuidos a Washington, muchos contra sus inmigrantes, caldearon el ambiente, y el extremismo saca pecho. '¡Acabemos con ellos!', instaba un titular de prensa en las vísperas de un partido que no es una guerra, pero, simbólicamente, es como si lo fuera. Las metáforas bélicas, y las arengas, han sido frecuentes antes del choque entre la selección mexicana, que nunca había llegado tan lejos en una Copa del Mundo, y la gringa, impredecible, y lejos ya de ser un combinado escolar. Los dos países se repartieron los puntos en los últimos choques.

'Si ellos se empeñan en decirse al oído 'Remember the Alamo', los hinchas mexicanos tendrían que gritarles: 'Remember Saigon', ironizaba Velasco en el diario Milenio. Tejas formaba parte del imperio español en América cuando México se independizó. El general Santa Ana quiso desarmar a los colonos norteamericanos, y éstos, apoyados por Estados Unidos, también declararon su independencia. La defensa del Álamo fue numantina, y vencieron los mexicanos. Quieren hacerlo de nuevo en Corea, y ver a los norteamericanos saliendo a toda prisa del mundial, como las tropas estadounidenses de Saigón, capital de Vietnam del Sur, en la pérdida guerra de los setenta.

Independientemente de la decoración guerrera, a veces festiva, y de que el partido trascendió el ámbito deportivo, México llegó a los cuartos de final con una selección fuerte y estimulada después de haber estado a punto de eliminar a Italia. Una derrota a estas alturas escocería especialmente. 'Es el torneo más importante que hay en el mundo, y perder con Estados Unidos nos dolería muchísimo, hemos jugado muchos partidos, pero perder éste sería muy doloroso', admitió el artillero Cauauhtémoc Blanco. Estados Unidos ha mejorado, y dispone de jugadores rápidos. 'Hay mucha rivalidad, pero México viene jugando bien. Si ellos dicen que somos favoritos, pues no lo creo: no somos favoritos, ni ellos tampoco. Estamos parejos'.

Jorge Campos, portero de México.EFE

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