Reportaje:FUERA DE RUTA

Linternas para mirar a los atunes

Subasta vertiginosa en el mercado de pescados de Tokio

La globalización tiene esto, que viajas al otro lado del mundo y juegan a lo mismo: a la Playstation. Y les gustan los mismos: Zidane, Raúl y Ronaldo. Al sumo, deporte nacional, le llegan estrellas de Hawai, y los embarazos de la familia imperial ya salen hasta en el Hola. En el barrio de Roppongi, los jóvenes se peinan de verde y de lo que haga falta para no parecer japoneses; y Akihabara, sí, es el paraíso de los cacharros electrónicos, pero llevan la misma marca que los de casa. A la hora de comer, también aquí existe la tentación del McDonald's o el Burger King, llenos, sí, de japon...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La globalización tiene esto, que viajas al otro lado del mundo y juegan a lo mismo: a la Playstation. Y les gustan los mismos: Zidane, Raúl y Ronaldo. Al sumo, deporte nacional, le llegan estrellas de Hawai, y los embarazos de la familia imperial ya salen hasta en el Hola. En el barrio de Roppongi, los jóvenes se peinan de verde y de lo que haga falta para no parecer japoneses; y Akihabara, sí, es el paraíso de los cacharros electrónicos, pero llevan la misma marca que los de casa. A la hora de comer, también aquí existe la tentación del McDonald's o el Burger King, llenos, sí, de japoneses. Cierto, hay lugares eminentemente nipones, como el templo Asakusa Kannon, pero repletos de turistas. ¿Queda en Tokio algo japonés y para japoneses? Aparte de la señalización del metro (ríase usted del aeropuerto de Barajas), hay dos lugares que no fallan en Tokio, ni en ninguna otra ciudad del mundo: los mercados y los baños públicos.

Tsukiji tiene el misterio de lo que se vive de noche. A las cuatro de la madrugada, la capital japonesa descansa, excepto en sitios de malvivir y en el mercado de pescado más grande del mundo. Cientos, miles de atunes han sido perfectamente alineados en el suelo. Desde lejos es como una parada de torpedos, pero sin colas. Señores con gorritas y mascarillas blancas inspeccionan la salud del pescado introduciendo sus linternas entre las branquias. Detrás llegan los compradores, la mayoría chefs de restaurantes y responsables de los supermercados de una ciudad de 12 millones de habitantes. Todos se aprovisionan del pescado en Tsukiji.

Cada día el mercado mueve 2.888 toneladas de 450 tipos de especies marinas, aunque el 87% del volumen se lo lleva el atún, un pescado que dará la vuelta al mundo. De momento han llegado hasta aquí en camión y antes en pesqueros que faenaron en aguas del cercano Pacífico y del lejano Mediterráneo. Los compradores pasean entre los atunes, que se van llenando de signos con pintura roja y amarilla, según el peso, la calidad y el lote del producto. Sigue siendo bien de noche ahí fuera, pero en Tsukiji hay un frenesí de inspectores, compradores y transportistas que sacan a codazos al curioso, que se siente un pato en medio de un suelo resbaladizo y unos empleados que se mueven sin miramientos con unos peligrosos garfios que les sirven para arrastrar los atunes.

Números y lotes

A las 5.30 horas se abre la subasta. Un bajito se sube a la banqueta, agita una campanilla y comienza una cantinela de números y lotes. Sentados en pequeñas gradas, sin agitación ni griterío, los subasteros, cada uno con gorrita azul y número de identificación, van pujando por los lotes. En 15 minutos todo se ha acabado. De sus caras es difícil deducir si se han llevado lo que querían.

El paisaje cambia en minutos. De no se sabe dónde, salen chicos con una toalla anudada en la cabeza que conducen carros de madera a velocidades de vértigo. En ellos cargan como pueden el cacho atún que les ha tocado en suerte, y con la misma velocidad con que llegaron se van en busca de su camioneta. Cómo saben que el atún que se llevan es el suyo, es un milagro difícil de desentrañar para un extraño.

Boletín

Las mejores recomendaciones para viajar, cada semana en tu bandeja de entrada
RECÍBELAS

En media hora, el suelo ha quedado desierto; excepto en el fondo, donde flota una enorme nube blanca que emite humo de abajo arriba. Son los congelados. Para su subasta no hay campanilla ni banquetas ni expectación. En el mismo rincón ejercen su oficio pequeños artesanos; los del aserradero, que con buenos músculos consiguen trocear los gigantescos atunes; y el helador, ante quien hacen cola pequeños tenderos que necesitan barras de hielo para sus puestos, más de un millar, donde venden todo tipo de pescados y mariscos, vivos o muertos, frescos, congelados o secados, anguilas culebreantes, pulpos, crustáceos negros, rosas, blancos y amarillos.

Los camiones que llegaron con los atunes vuelven a cargarlos, ahora ya con otro dueño. Un hermoso atún de unos 300 kilos es envuelto en plástico y, con la ayuda de tres personas, introducido en una caja de madera y cerrado herméticamente, para viajar otra vez para allí donde, probablemente, fue capturado. En la caja dice: Ricardo Fuentes e Hijos, La Palma, Cartagena (Spain). Que le den una biodramina.

Satisfecha la gula con un sushi preparado en un bareto del mercado, es hora de purificarse con las aguas de Onsen Asakusa Kannon. Antes que nada: aprensivos abstenerse. Es un lugar recóndito, escondido entre chiringuitos que prometen, y dan, suculentos menús rápidos, cerca del templo del mismo nombre y de un lugar de apuestas del que mejor olvidarse. Al final un buen vecino, entre sonrisas, coloca al curioso delante de los baños. La sonrisilla está justificada. Los baños Onsen Asakusa Kannon son cutres; decentes, pero cutres.

Lugar de baño y de reunión

El sintoísmo cultiva la pureza de la mente y del cuerpo; pero además los baños públicos eran en este país lo que en España los casinos del pueblo, un lugar de reunión de vecindario. A veces sólo de hombres, a veces sólo de mujeres, pero también mixtos. La película china La ducha es un buen ejemplo de lo que eran los baños públicos, y ya no son.

Los baños de la capital japonesa tuvieron su época de esplendor allá por el 1600 coincidiendo con el periodo Edo, que llegó hasta la II Guerra Mundial, pero la modernización del país está acabando con la tradición. Si en 1968 la ciudad tenía 2.687 baños, hoy apenas quedan mil. Sus propietarios inventan nuevas fórmulas para evitar el cierre. Unos dan conciertos; otros, acceso a Internet, y los más prácticos, parking gratuito.

Ninguna de estas golosinas ha entrado en Onsen Asakusa Kannon, 'gran balneario de aguas muy calientes apreciado por sus propiedades curativas', dice la guía de la ciudad de la editorial El País-Aguilar.

En la puerta de la calle, un señor viejo, en el sentido estricto de la palabra, ordena dejar los zapatos allí mismo y, por 700 yenes, te da una toallita y un trozo de jabón. El vestuario es limpio y aproximadamente de la misma edad que el recepcionista. En un rincón, un anciano le está dando a otro una paliza de muerte, pero al no decir nada, o es un homicidio o es un masaje.

Con la toallita en el cuello, único lugar de donde no se cae, el occidental se adentra en el sanctasantórum de la auténtica sociedad japonesa: el sento (baño público). Baño, sí; público, poco. Sólo dos ancianos. Preside la gran sala, azulejada en blanco, un gran mural de montañas nevadas, en tonos pastel. Alrededor de las piscinas hay un montón de taburetes de plástico naranjas, verdes y amarillos, y junto a ellos otras tantas jofainas de plástico. De las paredes cuelgan, a la altura del ombligo, espejos y bombillas, y más abajo aún, los grifos. Los dos oriundos están en plena purificación; sentaditos en taburetes, uno se afeita frente al espejo, y el otro, también acuclillado, se enjabona y luego se echa agua del grifo al balde y del balde al cuerpo.

Grandes avisos en inglés y japonés insisten en que antes de meterse en el agua hay que quitarse todo, todo, el jabón. Perfectamente aclarado y sin huella de mugre en pliegue alguno del cuerpo, se cumplen las condiciones para entrar en las albercas. En la de 42º o en la de 48º. La elección es dramática. La fe y la medicina coinciden en que un baño caliente alivia achaques, pero, pardiez, con aguas como las de Onsen Asakusa Kannon el objetivo es aguantar el tiempo mínimo necesario para no hacer el ridículo. La fría está que arde.

GUÍA PRÁCTICA

Datos básicos

- Población: Tokio tiene unos 12 millones de habitantes. Moneda: yen japonés (1 euro equivale a unos 115 yenes). Prefijo telefónico: 00 81 3.

Cómo ir

- Lufthansa (902 22 01 01). A Tokio, hasta el 14 de julio, 699 más tasas. - Austrian Airlines (902 25 70 00). A Tokio, también hasta el 14 de julio, 699 euros más tasas.

Dormir

- Japan Youth Hostels (32 88 14 17; www.jyh.or.jp). Albergues juveniles. - Welcome Inns (www.itcj.or.jp). Pequeños hoteles de precios bajos. - Asociación Hotelera de Japón (www.j-hotel.or.jp/welcome-e.html). Con información de unos 400 hoteles.

Información

- Centro de Información Turística de Tokio (32 01 33 31). - www.jnto.go.jp.

Archivado En