Crítica:JUAN PERRO | ROCK

El genio y su figura

Las claves: Auserón presenta Cantares de vela, el cuarto trabajo de Juan Perro, marcado por gratas pinceladas jazzísticas. Lo hace respaldado con una banda euroamericana donde varios músicos son nuevos. Nada que temer: Santiago Auserón es un perfeccionista y aquello suena a gloria. Auserón también hace gala de su narcisismo: impecablemente ataviado, con el guapo subido, escenifica las canciones con un completo repertorio de poses estatuarias, pasos de baile, gestos de chansonnier.

Ocurre lo habitual en estos estrenos. Las canciones frescas salen esbeltas, aunque todavía no...

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Las claves: Auserón presenta Cantares de vela, el cuarto trabajo de Juan Perro, marcado por gratas pinceladas jazzísticas. Lo hace respaldado con una banda euroamericana donde varios músicos son nuevos. Nada que temer: Santiago Auserón es un perfeccionista y aquello suena a gloria. Auserón también hace gala de su narcisismo: impecablemente ataviado, con el guapo subido, escenifica las canciones con un completo repertorio de poses estatuarias, pasos de baile, gestos de chansonnier.

Ocurre lo habitual en estos estrenos. Las canciones frescas salen esbeltas, aunque todavía no han aprendido a caminar musicalmente. Así, No más lágrimas sabe a poco mientras que promete El cigarrito, con -mi interpretación- su sibilina defensa del porro frente al cigarrillo de multinacional. Con sagacidad, Auserón intercala temas anteriores que van elevando la temperatura. Sean dramas históricos como El Joraique o descargas caribeñas tipo Fonda de Dolores, solidifican un repertorio que tal vez nunca consiga la resonancia generacional del de Radio Futura, pero que justifica la apuesta por un cancionero de lenguaje sencillo y ecos antiguos.

Juan Perro

Santiago Auserón (voz), Moisés Porro (percusión, coros), Camilo Edwards (bajo), Vicente Climent (batería), Norberto Rodríguez (guitarra), Javier Mora (teclados). Madrid, Teatro Pavón, 30 de mayo.

Público rendido

Otra buena noticia es la frescura con que Auserón se enfrenta al respetable: ni siquiera pierde la serenidad cuando, en Apaga la vela, deja de funcionar su micrófono. Con agilidad, responde a las constantes interpelaciones de un público rendido y tiene un momento glorioso cuando alguien lanza una sugerencia obscena para el alcalde de Madrid.

Aparte de Bunbury, no se me ocurre otro vocalista capaz de mantener su aire cool mientras canta algo como 'Los fantasmas de la vieja clase obrera / vagan expulsados / por la frontera'.

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