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¿Última batalla del humanismo?

ENTRE LOS NUMEROSOS homenajes al filósofo Gadamer, con motivo de su reciente fallecimiento en Heidelberg a los 102 años, destacan unas palabras de Jacques Derrida en las que plasma con gran acierto el pensamiento de muchos de los que de una manera u otra le conocieron. Su vitalidad intelectual parecía invencible. Despertaba la convicción de que merecía vivir para siempre, pues nos habíamos acostumbrado a la presencia de un testigo único que había gozado del privilegio de participar activamente o como observador en todos los debates filosóficos del siglo. En efecto, Gadamer, ese Nestor de la cu...

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ENTRE LOS NUMEROSOS homenajes al filósofo Gadamer, con motivo de su reciente fallecimiento en Heidelberg a los 102 años, destacan unas palabras de Jacques Derrida en las que plasma con gran acierto el pensamiento de muchos de los que de una manera u otra le conocieron. Su vitalidad intelectual parecía invencible. Despertaba la convicción de que merecía vivir para siempre, pues nos habíamos acostumbrado a la presencia de un testigo único que había gozado del privilegio de participar activamente o como observador en todos los debates filosóficos del siglo. En efecto, Gadamer, ese Nestor de la cultura europea, fue testigo y protagonista de una de las épocas más fructíferas y polémicas de la filosofía. Conoció personalmente a sus más grandes representantes, a los célebres 'mandarines' del denso mundo universitario alemán, y forjó sus ideas en continuo diálogo con ellos. Nombres de los más diversos ámbitos intelectuales como Paul Natorp, Nicolai Hartmann, Martin Heidegger, Max Scheler o Karl Jaspers, dan una idea de la categoría de sus maestros y de la pérdida que hemos sufrido. Sobre el alcance de su recepción e influencia da buena cuenta la lista de sus doctorados honoris causa: Bamberg, Leipzig, Marburgo, Tubinga, Boston, Ottawa, San Petersburgo, Praga, Breslau, Washington (DC) y McMaster (Ontario).

En unas palabras para honrar a su mentor, Habermas ha comentado que Gadamer llegó a influir en siete generaciones sucesivas, y no sólo fue profesor de estudiantes, sino que gracias a su espíritu generoso aún gozó de mayor influencia entre los mismos profesores. En Gadamer encontramos una auténtica pasión pedagógica, tan propia, por lo demás, de la constelación humanista, una pasión que se manifestó en su valoración del diálogo como excepcional vehículo del aprendizaje. A nadie puede extrañar, por tanto, que pronunciase una de sus últimas conferencias en un instituto de enseñanza media, en concreto el 19 de mayo de 1999, y con el sugerente título Erziehung ist sich erziehen (educación es educarse). En la profunda y preocupante crisis que atraviesa la enseñanza en los últimos tiempos, Gadamer trató de fundamentar su teoría de que sólo se puede aprender a través del diálogo, de ahí la enorme importancia de todos los factores que fomentan la comunicación humana, entre otros el dominio de la lengua materna y el aprendizaje de otros idiomas. Sólo la curiosidad y el afán de saber, en un mundo dominado por el optimismo del progreso y de los medios de comunicación de masas, pueden generar, según Gadamer, las energías humanas que nos permitan sobrevivir sin daños irreparables los avances tecnológicos.

En el curso de sus años de aprendizaje, Gadamer tomó una decisión fundamental para su futuro filosófico, la de estudiar filología clásica. El dominio del latín y del griego le parecía esencial para un pensamiento arraigado que concibe la verdad en el ámbito de la propia tradición cultural y civil. En esta verdad se basa toda autoridad que realmente lo es y que es reconocida por tal. Su concepción de la hermenéutica queda vinculada, por consiguiente, a su sentido de la comprensión como un acontecer de la tradición o transmisión. En el libro aparecido recientemente en Alemania con el título Die Lektion des Jahrhunderts. Ein philosophischer Dialog mit Riccardo Dottori (la lección del siglo. Un diálogo filosófico con Riccardo Dottori), Gadamer se explaya sobre este tema y otros muchos que le obsesionaron a lo largo de su vida. En las conversaciones con Dottori, mantenidas en los años 1999 y 2000, se pasa revista a su mundo filosófico: la reacción a la provocación de Nietzsche; el impacto de la filosofía de Heidegger; las relaciones entre ética y metafísica; la preponderancia en el mundo moderno del pragmatismo y del utilitarismo; los vínculos entre ética, retórica y política; la hermenéutica; el futuro de la filosofía. Todo se ve aderezado con sus experiencias personales y con un conocimiento excepcional y profundo de la historia del pensamiento. Mediante este diálogo, Gadamer, según sus propias palabras, nos invita a emprender una nueva concienciación de los presupuestos necesarios para una filosofía que se propone llegar a un entendimiento responsable con su tiempo y con los retos que éste plantea.

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