Crítica:TEATRO | 'UBU REY'

'Patafísica' del día

Alfred Jarry escribió esta obrita cuando tenía 15 años, y su propósito, y el de sus camaradas, era el de burlarse de un profesor absurdo, trepador y dictatorial; como en él se reunían los llamados valores morales de la sociedad de la época, se convirtió velozmente en una obra demoledora, hasta el punto de que se la considera la primera obra de vanguardia en el teatro mundial. Entendámonos: vanguardia no significaba audacias estéticas o rompimiento de costumbres teatrales, sino ataque a la sociedad constituida. Con tal acierto que no creo exagerar si digo que se ha representado un millón de vec...

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Alfred Jarry escribió esta obrita cuando tenía 15 años, y su propósito, y el de sus camaradas, era el de burlarse de un profesor absurdo, trepador y dictatorial; como en él se reunían los llamados valores morales de la sociedad de la época, se convirtió velozmente en una obra demoledora, hasta el punto de que se la considera la primera obra de vanguardia en el teatro mundial. Entendámonos: vanguardia no significaba audacias estéticas o rompimiento de costumbres teatrales, sino ataque a la sociedad constituida. Con tal acierto que no creo exagerar si digo que se ha representado un millón de veces en el mundo en estos últimos 100 años, y que cada director le ha querido dar su toque personal. Es una desgracia: quiere decir que en un siglo los valores sociales de la burguesía mundial apenas se han enmendado y que la obra sigue teniendo valor. Lo que pasa es que cada vez hay que exagerarla un poco más.

Ubu rey

De Alfred Jarry (1888), versión y dirección de Àlex Rigola. Intérpretes: Sandro Rigola, Julio Cortázar, Lino Ferreira, Carmela Ferrer, Patricia Gomendio, Patricia Luna, María Miguel, Rocío Osuna, Amanda Recacha, Fernando Sánchez-Cabezudo. Jordi Collet. Escenografía: Elisa Sanza. Vestuario: M. Rafa Serra. Teatro de la Abadía. Madrid.

La de Àlex Rigola es una exageración. Por buscarle referencias, diríamos que está un poco en el tono de Torrente. Se apagan las luces de la sala, se ilumina el escenario caótico y ante dos micrófonos el Padre y la Madre Ubu comienzan con una letanía de obscenidades, blasfemias, insultos, groserías, referencias escatológicas: para romper el ambiente. Son ellos nuestros enemigos: no somos nosotros, manifestantes o antiglobalizadores, los que gritamos así contra el poder y la vileza, o la globalización, sino ellos, desde su dominio.

Nosotros somos los sumisos, los esclavos y los espectadores de este derroche de poder y de crimen. Temo que la realidad del siglo ha superado la fantasía del joven francés que inventó la patafísica (o ciencia de soluciones imposibles) y que las representaciones teatrales de Ubu y sus continuaciones -el éxito incitó a nuevas partes- se han quedado por debajo de la realidad.

Esta versión acentúa la grosería, y saca adelante frases del día o destellos del poder negro dominante; quizá se quede corta para la realidad. Puede irse más lejos por las vías habituales de la protesta y de la descripción; pero la verdad es que despierta carcajadas, gritos y aplausos de los transgresores, antiglobalizadores y disconformes.

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