Crítica:VI FESTIVAL DE JEREZ

La inquietante duda

Israel Galván, el bailaor que se está inventando cada día su propio baile, es siempre un referente de especial interés en el flamenco actual. Y un problema para el crítico, por lo difícil que nos lo pone.

Efectivamente, el baile de Galván es no sólo nuevo, sino también muy complejo. Se planta en el escenario y comienza a hacer una serie de movimientos desestructurados. Ahora se habla también de una cierta paella desestructurada pero, qué quieren que les diga, uno nunca deja de ser un paleto de Valladolid y la paella que le gusta de verdad es la que hace por derecho mi amiga valenciana C...

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Israel Galván, el bailaor que se está inventando cada día su propio baile, es siempre un referente de especial interés en el flamenco actual. Y un problema para el crítico, por lo difícil que nos lo pone.

Efectivamente, el baile de Galván es no sólo nuevo, sino también muy complejo. Se planta en el escenario y comienza a hacer una serie de movimientos desestructurados. Ahora se habla también de una cierta paella desestructurada pero, qué quieren que les diga, uno nunca deja de ser un paleto de Valladolid y la paella que le gusta de verdad es la que hace por derecho mi amiga valenciana Consuelo.

Pero la cosa no es tan sencilla, porque a fin de cuentas el baile de Galván, a medida que va entrando en él y ligándolo en un discurso de cierta coherencia, me engancha más y termina interesándome profundamente. Lo que quiere decir, por tanto, que en cualquier caso lo que hace Galván no es cosa baladí.

Y seguro que no lo es. En esta actuación Galván tuvo momentos sorprendentes y de una gran belleza.

Otros feísimos también, porque tiene posturas que no me gustan nada, pero hay partes de su baile que se convierten en secuencias apasionantes. Bailar a voz sola, junto a un espléndido Juan José Amador, es muy difícil, y los dos se conducen en maestros.

Toque exquisito

La música de Gerardo Núñez no fue complemento sino guía. El artista es hoy un músico plural de extraordinario talento, capaz de enriquecer con su creatividad cualquier proyecto escénico, y en este empeño nos sorprende con un toque inspirado y exquisito, que realmente jamás hubiéramos esperado oír marcando pautas sonoras bellísimas al baile inclasificable de Galván.

Pero sí, les vimos y oímos a los dos, y llegó a ser apasionante. Aunque yo pensaba en tanto, recordando la actuación magistral y absolutamente canónica de Manolete la noche anterior, si el arte de éste y el de Galván son el mismo arte. Denominamos a uno y otro como flamenco, ¿pero son el mismo arte? Ésta es la inquietante duda que me dejó el baile de este joven ¿transgresor? llamado Israel Galván.

Sin gloria y con mucha pena pasó, a mi juicio, la presencia de Marín y Campallo por el mismo escenario del VI Festival Flamenco de Jerez. Éstos sí que en modo alguno suscitaron las turbulencias anímicas que antes había desencadenado Galván y que rompieron en apasionadas discusiones. Bailaron juntos y separados de una forma convencional y nada estimulante. Campallo, brillante por alegrías; Marín, no tanto por siguiriyas.

Pero han pasado casi 24 horas y seguimos debatiéndonos en la gran duda: el baile clásico de Manolete, el baile alucinante de Galván... ¿hablamos del mismo arte?

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