Necrológica:NECROLÓGICAS

Augusto Assía, periodista

Ha muerto Augusto Assía, Felipe Fernández Armesto de nombre de calle, y con él el último superviviente de una extraodinaria generación de periodistas españoles que empezó con Julio Camba, siguió con los catalanes Gaziel, Eugenio Xammar y Josep Pla, y tuvo en el sevillano Manuel Chaves Nogales -el único de ellos que, paradójicamente, no llegó a viejo- el máximo apego con la modernidad. Los seis fueron grandes escritores, grandes viajeros y grandes liberales y a todos ellos -el que menos a Camba- les partió la guerra por la mitad. Aún compartieron otro rasgo genérico: sus escritos iban dirigidos...

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Ha muerto Augusto Assía, Felipe Fernández Armesto de nombre de calle, y con él el último superviviente de una extraodinaria generación de periodistas españoles que empezó con Julio Camba, siguió con los catalanes Gaziel, Eugenio Xammar y Josep Pla, y tuvo en el sevillano Manuel Chaves Nogales -el único de ellos que, paradójicamente, no llegó a viejo- el máximo apego con la modernidad. Los seis fueron grandes escritores, grandes viajeros y grandes liberales y a todos ellos -el que menos a Camba- les partió la guerra por la mitad. Aún compartieron otro rasgo genérico: sus escritos iban dirigidos a una burguesía perfectamente inexistente, que aún hoy es dudoso que haya cuajado en España.

Assía, que había nacido en la localidad orensana de A Mezquita, murió el sábado, a los 96 o 97 años, que ni él mismo nunca lo supo, en la Casa Grande del pueblo gallego de Xanceda, después de una vida libre, intensa y conforme, parece, con lo que esperaba de ella en su juventud.

[Recibió diversos premios y condecoraciones, como el de Caballero de la Orden del Imperio Británico o la Medalla Castelao].

Hace unos quince años que dejó el periodismo para dedicarse en exclusiva a sus vacas -más de un centenar- y a su hacienda: todo criado, como decía a sus visitantes, con los dineros del señor Godó, el amo de La Vanguardia, el periódico donde trabajó desde los años treinta, cuando llegó a Berlín con el propósito de hacerse un hombre y un sabio, ampliando estudios en la Humboldt. Vio el ascenso del nazismo, la guerra civil española, la batalla de Inglaterra y el proceso de Núremberg y escribió de todo ello con precisión y conocimiento. Ciertamente, trabajó para el Gobierno franquista de Burgos; pero nunca vio ninguna diferencia ideológica entre esa opción y la que mantuvo poco después a favor de los aliados, durante la Segunda Guerra Mundial. Si hubo alguna traición, eso pensó siempre, fue la de Franco.

Ha muerto sin haber escrito las grandiosas memorias que prometían su experiencia y su cultura. Quedan algunos libros: La traición como arte, fruto de su experiencia en Estados Unidos, donde describe la infiltración comunista en los periódicos norteamericanos, y, en especial, sus crónicas de la Segunda Guerra Mundial, Cuando yunque, yunque y cuando martillo, martillo.-

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