Crítica:LITERATURA POPULAR

El cura no va a la iglesia

Pocos conceptos tan nobles como el que se encierra en la palabra 'folclore' habrán sido objeto de mayores atropellos de parte de la cultura oficial. En España se llegó al colmo con la manipulación nacional-sindicalista de los 40 años de la vergüenza, cuando a los teóricos del Régimen por antonomasia les convino darse un baño de populismo a costa de la cultura tradicional, previo manoseo, censura y adhesiones inquebrantables de algunas tonadilleras y hasta de algunos artistas flamencos.

Y nadie pudo protestar, porque los folcloristas científicos, como ellos mismos se denominaban, no sin ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Pocos conceptos tan nobles como el que se encierra en la palabra 'folclore' habrán sido objeto de mayores atropellos de parte de la cultura oficial. En España se llegó al colmo con la manipulación nacional-sindicalista de los 40 años de la vergüenza, cuando a los teóricos del Régimen por antonomasia les convino darse un baño de populismo a costa de la cultura tradicional, previo manoseo, censura y adhesiones inquebrantables de algunas tonadilleras y hasta de algunos artistas flamencos.

Y nadie pudo protestar, porque los folcloristas científicos, como ellos mismos se denominaban, no sin una cierta ingenuidad positivista, ya habían sido borrados de las piedras públicas y arrojados de la Universidad por la España negra de la Restauración. (Por cierto, todavía esa disciplina, la de la cultura del pueblo, no ha regresado a las aulas mayores).

Luego, artistas como Falla, García Lorca o Alberti, que tanto bebieron en las fuentes del saber popular andaluz, pues ya se sabe lo que les pasó. Así que no me sorprende que algunas personas se sorprendan de algunos derroteros de esta serie, cuando sacamos a flote, o subrayamos, los componentes de disidencia heterodoxa que tienen algunos entretenimientos de la gente sencilla, con la crítica burlesca como vehículo principal.

Y ahora tendré que pedir de nuevo disculpas a los lectores, porque con tanta morcilla interpuesta, o tanta cereza enredada, se van alejando cada vez más asuntos que llevaban su orden. (No se preocupen, que yo al menos no pierdo el hilo). Habíamos dejado, hace un par de semanas, a un cura que no va a la iglesia, en una cancioncilla popular. Vino a cuento de su forma como villancico aflamencao, que este año volvió a sonar en una recopilación jerezana: 'El cura no va a la iglesia, / dice la niña: ¿por qué? / Porque no tiene zapatos. / Zapatos yo le daré. / Los zapatos gurripatos, con su hebilla y su tacón, / Ora pro nobis, kirieleisón (...)'.

La sorpresa de la niña se alarga hasta tener que hacerle al cura una sotana, una camisa y hasta un bonete, que es donde viene la pícara insinuación: 'Bonete yo le daré. / El bonete saca y mete'... etcétera. Un ejemplo cabal de folclore andaluz, de cuando los curas usaban zapatos de hebilla y tacón (hebilla de plata llevaban hasta no hace mucho los canónigos), perfectamente borrado de las antologías. Hasta ahora, en que se vuelve a ver en distintos sitios a este cura renegado y desaliñado, dejándose hacer favores más o menos domésticos por la niña, para volver a la iglesia. Sabrosas versiones malagueñas y del campo de Gibraltar veremos el próximo día, si no surge otro tropezón, que bien pudiera ocurrir, porque ya tenemos los carnavales encima, digo.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO