VISTO / OÍDO

Fuera del deseo

Mi madre ponía tres papelitos doblados debajo de cada almohada; al despertar en el nuevo año, cada uno sacaba su billete y leía lo que le iba a corresponder. En uno ponía 'malo', en otro 'regular' y en el tercero 'bueno'. Sospecho que tenía el mismo espíritu que los gobernantes de hoy, y en todos ponía 'bueno': a mí nunca me falló.

En todos aquellos años hubo destronamientos, revoluciones, motines, pistoleros, una República amenazada y por fin vencida después de una guerra civil; y una posguerra muy larga, y una Guerra Mundial, pero el papelito siempre dijo 'bueno'.

En realidad, ...

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Mi madre ponía tres papelitos doblados debajo de cada almohada; al despertar en el nuevo año, cada uno sacaba su billete y leía lo que le iba a corresponder. En uno ponía 'malo', en otro 'regular' y en el tercero 'bueno'. Sospecho que tenía el mismo espíritu que los gobernantes de hoy, y en todos ponía 'bueno': a mí nunca me falló.

En todos aquellos años hubo destronamientos, revoluciones, motines, pistoleros, una República amenazada y por fin vencida después de una guerra civil; y una posguerra muy larga, y una Guerra Mundial, pero el papelito siempre dijo 'bueno'.

En realidad, importa el deseo. Una vez me asombré de que el arcipreste de Marbella, monseñor Bocinegra, fuese a bendecir un local de baile y alcohol con todas las posibilidades de convertirse en lupanar; cuando le mostré mi extrañeza de hombre ajeno a estos rituales y con una conciencia muy primaria de librepensador, me dijo que su intención al bendecir era que todo fuese sano y sin pecado; si luego pasaban cosas malas, los pecadores serían ellos. Importa el deseo.

Un día que algo dije yo con humildad de conveniencia para su sotana, Zarraluqui (padre del actual Luis Zarraluqui, que acaba de publicar un divertido pero serio libro de memorias de su profesión de abogado) me dijo que no me molestara en fingir nada. 'Monseñor está en el secreto'. No en el mío: en el del todo.

Un día en que caminaba yo con el alcalde y con él por las calles del pueblo, pasaron dos extranjeras en someros biquinis y el alcalde enrojeció y quiso llamar a un guardia: '¡Déjalas, pobres criaturas! -le contuvo el arcipreste-; son ellas las que están haciendo el porvenir de Marbella, y no usted ni yo'. Pero el porvenir de Marbella era de Jesús Gil y de algunos jeques.

Lo que importa es el deseo, dice la moraleja de esta divagación de un día en blanco.

Tengo aquí el deseo a punta de dedo en el teclado, para todos. No como un redondeo: para todos, incluso para mí, aunque ya no me hace falta. Estoy fuera del alcance del deseo.

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