Ni el mejor foro, ni el mejor momento

José María Aznar no eligió ni el mejor foro ni el mejor momento para exponer sus ideas sobre el futuro de la reforma de Europa. Lo hizo en la sede de la Comisaría de Educación y Cultura, pocas horas después de la primera oleada de ataques militares de EE UU contra Afganistán y durante la ceremonia de entrega de un premio de una poco conocida fundación europea a la titular de ese departamento, la luxemburguesa Viviane Reding. La reducida audiencia se limitó principalmente al primer ministro de Luxemburgo, Jean-Claude Junker, el presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, la vicepresidenta,...

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José María Aznar no eligió ni el mejor foro ni el mejor momento para exponer sus ideas sobre el futuro de la reforma de Europa. Lo hizo en la sede de la Comisaría de Educación y Cultura, pocas horas después de la primera oleada de ataques militares de EE UU contra Afganistán y durante la ceremonia de entrega de un premio de una poco conocida fundación europea a la titular de ese departamento, la luxemburguesa Viviane Reding. La reducida audiencia se limitó principalmente al primer ministro de Luxemburgo, Jean-Claude Junker, el presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, la vicepresidenta, Loyola de Palacio, el todopoderoso comisario de Competencia, Mario Monti, la mayoría de los eurodiputados españoles del Grupo Popular (ausente estuvo el jefe de filas Gerardo Galeote por encontrarse en Madrid), los embajadores de España ante la UE, Bélgica y la OTAN, y un puñado de corresponsales españoles. El propio Prodi se mostró sorprendido del marco elegido por Aznar para hacer la primera exposición amplia de su proyecto europeo.

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Poco se sabía la víspera de lo que el presidente iba a decir, y ese poco era confuso y contradictorio. Algunas fuentes diplomáticas anticipaban que Aznar iba a pronunciar un discurso europeísta. Otras, en cambio, pensaban que se limitaría a unas palabras de felicitación a Reding. Tampoco Moncloa adelantó lo que su inquilino había preparado. Aznar se vio obligado a ir a Bruselas para no romper con un compromiso contraído desde hacía tiempo: estar presente en la entrega de un premio a una correligionaria, y cenar exclusivamente con Prodi y los comisarios populares De Palacio, Monti, Patten, Barnier y la galardonada Reding.

El presidente comenzó su discurso a las 19.30, en medio de la desorientación de los periodistas presentes, presionados por el cierre de las ediciones de sus medios. Su séquito había traído de Madrid copias de un texto al que el jefe del Gobierno no se ajustó. Algunos párrafos estaban atravesados con trazos de pluma lo que parecía indicar que habían sido eliminados. Ese texto fue distribuido en medio del acto a la prensa, sin el permiso de los representantes de Moncloa, que repetían una y otra vez que había sido sustancialmente cambiado. Sólo 24 horas más tarde, Presidencia distribuyó el auténtico discurso.

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