Reportaje:MUNDIAL SUB 17 | FÚTBOL

El Caribe aburre a los niños

La selección española acusa el aislamiento y la rutina de la concentración

Rodeados de hangares militares supervivientes de la época de la segunda gran guerra, cobijados bajo la vegetación salvaje de la selva y a cien metros de una playa oscura próxima a una refinería, los chavales de la selección española se aburren a la espera de su debú en el campeonato Mundial sub 17, mañana frente a Omán. 'Si al menos durase sólo una semana', dice Diego León, del Madrid. Luego, grita y se rasca: 'Aquí me pica todo'. Y así es, a la delegación española desplazada a Trinidad y Tobago le pica todo: la impuntualidad, la falta de higiene del hotel, el pésimo estado del campo de entren...

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Rodeados de hangares militares supervivientes de la época de la segunda gran guerra, cobijados bajo la vegetación salvaje de la selva y a cien metros de una playa oscura próxima a una refinería, los chavales de la selección española se aburren a la espera de su debú en el campeonato Mundial sub 17, mañana frente a Omán. 'Si al menos durase sólo una semana', dice Diego León, del Madrid. Luego, grita y se rasca: 'Aquí me pica todo'. Y así es, a la delegación española desplazada a Trinidad y Tobago le pica todo: la impuntualidad, la falta de higiene del hotel, el pésimo estado del campo de entrenamiento y la altísima tasa de humedad unida a una temperatura que supera los 40 grados.

El orden del día, clavado con una chincheta en el largo corredor que flanquea las habitaciones, es tan escueto como rutinario. Diana a las ocho de la mañana. Entrenamiento. Comida. Nada. Entrenamiento. Cena y a la cama. 'Es como el colegio', dice Fernando Torres, la emergente estrella del Atlético. 'Si al menos tuvieran unas maquinitas y una tortilla española, los chavales estarían tan contentos', asegura el cocinero de la selección, indignado porque no le dejan entrar en la cocina. 'El pescado ayer estaba podrido y las sartenes tienen dos dedos de mierda', continúa con sus lamentos. Una deficiente alimentación que llevó a varios de los chicos a desmayarse en el entrenamiento matinal del miércoles pasado.

La delegada de la FIFA para arreglar la vida a la selección es una voluntaria llamada Melissa que acaba de terminar el colegio y que se confiesa 'avergonzada' de su país' y 'muy estresada'. Mientras, la selección española espera un autobús que nunca llegará y se convertirá en dos taxis más de una hora después del horario convenido para el entrenamiento. Para amenizar la espera Moya, el portero, suspira pensando en el Caribe: 'Jo, si al menos pudieramos tener cerca una playita de esas con palmeras'. Si la tuvieran no se podrían bañar. Está prohibido. 'Sí, pero al menos podríamos corretear por la orilla', dice. Para reforzar la impresión de grupo de colegiales, Berto saca un balón de la bolsa donde está sentado y propone 'dar unos toques' bajo la marquesina del hotel. El improvisado rondo acaba con la llegada de dos desvencijados microbuses cuando la noche está ya a punto e caer. Larrea, un chico de mirada traviesa, echa una ojeada a su asiento y después guiña un ojo ladeando la cabeza a los técnicos como diciendo 'vaya, vaya'. A pesar de todos los inconvenientes la delegación española es especialmente numerosa. Está incluso el presidente de la Federación, Angel María Villar.

Los chicos no asistieron a la ceremonia de inauguración. Hicieron estiramientos en las vallas de un colegio de Puerto España, la capital de Trinidad y Tobago, con las botas hundidas en el barro y el agua de una de las habituales trombas de lluvia de los trópicos. El torneo comenzó. Pero para la selección nada cambia. Encerrados en un hotel con aire a residencia de ancianos, los niños afirman sin pudor: 'El Caribe es aburrido'.

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