Reportaje:

Nace otro Ronaldo en el Bernabéu

Adriano, un chico de 18 años producto de las favelas, aprovecha ocho minutos en Madrid para postularse como estrella

El joven Adriano Leite Ribeiro dormía como un tronco en su casa de las colinas de Río cuando su madre abrió la puerta de su cuarto y le despertó, una mañana de octubre de 2000: '¡Te llama Emerson Leao por teléfono! ¡dice que quiere convocarte para jugar contra Colombia con la selección absoluta!'.

Desde que nació, en febrero de 1982, en una de las favelas más deprimidas de Río de Janerio, entre calles de barro invadidas por vegetación tropical, el entorno moldeó el carácter de Adriano. Ya jugaba en los juveniles del Flamengo cuando le dieron la noticia de que su padre había recibido un ...

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El joven Adriano Leite Ribeiro dormía como un tronco en su casa de las colinas de Río cuando su madre abrió la puerta de su cuarto y le despertó, una mañana de octubre de 2000: '¡Te llama Emerson Leao por teléfono! ¡dice que quiere convocarte para jugar contra Colombia con la selección absoluta!'.

Desde que nació, en febrero de 1982, en una de las favelas más deprimidas de Río de Janerio, entre calles de barro invadidas por vegetación tropical, el entorno moldeó el carácter de Adriano. Ya jugaba en los juveniles del Flamengo cuando le dieron la noticia de que su padre había recibido un disparo en la cabeza y estaba en coma.

Su padre sobrevivió, pero cuando su madre le anunció que el seleccionador de Brasil le llamaba para ofrecerle un lugar en el equipo amarillo, no se lo creyó: '¡No son horas de brincadeiras!', le respondió, utilizando un término que para los cariocas significa 'bromas'.

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No apostaba tan fuerte Emerson Leao. Adriano era, a fines de 2000, una de las promesas más potentes del Flamengo. Con su metro ochenta y nueve de altura y sus más de 80 kilos de peso, este zurdo parecía tocado por la virtud. La tez de mulato y la cabeza afeitada, como Ronaldo, su héroe, no hacían más que darle un falso toque de jugador brasileño adocenado. Le quedaba probar que la mediocridad que amenaza al fútbol de su país no iba con él. Tras su debú contra Colombia con la selección, fue segundo máximo goleador del Mundial Sub 20 (seis goles), después de Saviola (11), y luego ganó el Campeonato Carioca por segunda vez consecutiva, en la clásica final contra el Vasco de Gama de Romario.

En su intento por desembarazarse de Vampeta, un centrocampista que se puso de moda hace un año pero que fue tragado por la crisis del Inter, Massimo Moratti, presidente del club nerozzurro, lo cambió por Adriano más unos 1.500 millones de pesetas.

Cuando Héctor Cúper le conoció, el destino de Adriano estaba señalado por la cesión a un club de clase media baja: el Venezia o el Perugia. Para que se fogueara, decían, porque, como atestiguó Clarence Seedorf, 'nadie le conoce'.

Nadie conocía a ese chico de Río que llegó a Milán hace una semana diciendo que soñaba con jugar con su héroe, Rony: el convaleciente Ronaldo.

Nadie le conocía hasta que sustituyó a Vieri cuando faltaban ocho minutos para el final del Trofeo Bernabéu. Entonces le hizo un caño a Karanka, provocó una tarjeta amarilla a Hierro, y forzó un tiro libre al borde del área que él mismo remató -adelantándose a Seedorf- sin perder la calma. 'Tiene un disparo potente', asintió el impermeable Cúper con una sonrisa irreprimible de satisfacción, un rato después. El técnico vio el tiro a la escuadra y supo que el chico estaba fogueado. Y Adriano, por su parte, se lo dedicó a 'mamá'.

LUIS MAGÁN

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