Entrevista:BALTASAR GARZÓN | JUEZ DE LA AUDIENCIA NACIONAL | ENTREVISTA

'Me gusta pensar que un juez 'estrella' da luz, ilumina'

Es una conversación en calma aparente, la mejor simulación de una memoria en paz. Pero no hay costra en las heridas ni bálsamo que pueda curarlas. Sólo el lugar que ocupa ahora de juez frente al terror le gratifica. Y eso, a sabiendas de lo que pesa la soledad.

Pregunta. La reforma de la justicia pactada por el PSOE y el PP supone, entre otros cambios, la desaparición de los jueces estrella, como usted, señor Garzón.

Respuesta. Yo nunca me he considerado un juez estrella, pero acepto esa denominación porque me gusta darle a las cosas un enfoque positiv...

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Es una conversación en calma aparente, la mejor simulación de una memoria en paz. Pero no hay costra en las heridas ni bálsamo que pueda curarlas. Sólo el lugar que ocupa ahora de juez frente al terror le gratifica. Y eso, a sabiendas de lo que pesa la soledad.

Pregunta. La reforma de la justicia pactada por el PSOE y el PP supone, entre otros cambios, la desaparición de los jueces estrella, como usted, señor Garzón.

Respuesta. Yo nunca me he considerado un juez estrella, pero acepto esa denominación porque me gusta darle a las cosas un enfoque positivo, y cuando se habla de estrella prefiero pensar en algo que da luz, que ilumina...

P. Pero, ¿usted cree que esta reforma de la justicia se ha hecho pensando en usted?

'Confié en Felipe González y me defraudó, como yo también pude defraudarle. Le dije: si tú lo puedes hacer, bien, pero yo no puedo seguir engañando a la gente que me ha votado'

R. Algunos promotores de esa reforma han explicitado que uno de los objetivos sería ése. Pero yo no me siento amenazado, aunque haya algunos políticos que puedan pretenderlo.

P. La cuestión es que usted ha sido, y es todavía, un juez 'dueño de vidas y haciendas'.

R. ¡Niego la mayor! Que haya existido esa percepción sobre mí no voy a negarlo, pero no es así... Nunca pensé que iba a estar donde estoy, pero sí he distinguido siempre entre el poder personal y el que puede proporcionar el cargo que, en mi caso, reconozco que es muy grande, por la relevancia de los casos que entran en mi jurisdicción. Eso no lo puedo negar, pero de la exageración se me ha construido una leyenda.

P. Usted era 'el poder' en la justicia de este país. Por eso nunca entendí bien qué se le había perdido a usted en la política, junto a los socialistas.

R. Hubo un momento en el que consideré positivo y útil el aporte que yo podía hacer a una opción política concreta, que era la mía. Pensé que podía ayudar a combatir todo lo que estaba demandando la sociedad... Y decidí iniciar un camino aun convencido de que podía ser bastante complicado por la propia posición en la que entraba como independiente en el PSOE.... Hoy acepto que me equivoqué, que pequé de soberbia creyendo que yo podía hacer algo. La verdad es que era bastante difícil que una persona sola consiguiera la solución de problemas que estaban en pleno apogeo, como la corrupción... Hubo exceso de confianza por mi parte.

P. ¿Confianza en usted, o en Felipe González?

R. En los dos. Yo confié en Felipe. Y a mí me defraudó, como yo también pude defraudarle a él. En aquellos momentos, para mí era la persona que podía representar el último esfuerzo, y yo tuve la mala suerte de que acudieran a mí... Quizá hubo exceso de individualismo por mi parte, sin duda por mi procedencia profesional y porque nunca formé parte de ninguna asociación o grupo. Y, sin duda, hubo por mi parte exceso de confianza en las buenas intenciones del líder que en ese momento encabezaba aquella opción... Yo puse al servicio de aquella iniciativa de lucha contra la corrupción todo lo que había sido mi prestigio, acepté las críticas, algunas profundamente injustas... Y, bueno, una vez que se produjo el desacuerdo, le dije a Felipe: 'Si tú lo puedes hacer, bien, pero yo no puedo seguir engañando a la gente que me ha votado. ¿Que eso es normal en política? Bueno... pues a lo mejor hay que cambiar eso, a lo mejor es que yo soy un ingenuo'.

P. Los socialistas, y en esto coinciden todos, mantienen otra razón de su abandono: que usted ansiaba el poder, que se imaginó sentado en el Consejo de Ministros.

R. ¡Eso es una imbecilidad! Pero lo respeto. Lo mismo que tengo que oír que me llamen ambicioso, yo puedo decir que afirmar que yo aspiraba a sentarme en el Consejo de Ministros es de imbéciles... Vamos a ver: si yo entraba en política con todo el poder que se me presumía, ¡que se me presumía muchísimo!, habría que empezar por recordarles a aquellos que me acusan de ambición que la adulación que me dedicaban era hasta bochornosa. Entonces se me reconocía todo el poder, se decía: 'Es el número dos, es el delfín'... ¡Yo era casi todo! Y digo yo: si era así, ¿qué me impedía a mí exigir un puesto en el Consejo de Ministros? ¿Qué me impedía a mí decir: 'Quiero un puesto?'. Si entrabas como la gran esperanza, a esa gran esperanza había que darle todo lo que pidiera, ¿no? ¡Pues a lo mejor la cuestión es que no lo pedí! Lo único que exigí fue ser el número dos por la lista de Madrid, porque yo entendí que en esa lucha, que iba a ser ardua dentro de las estructuras de un grupo parlamentario, quizá la única fuerza que yo podía tener era la fuerza política de una ubicación electoral detrás del presidente del Gobierno. En ningún momento Felipe González me ofreció un puesto en el Consejo de Ministros. Tampoco se lo pedí, sino que puse, precisamente, la condición contraria. Y le aseguro a usted que hubo oportunidades. Pero González y yo siempre estuvimos de acuerdo en que no se trataba de eso. Incluso tuvimos una conversación muy clarificadora al respecto.

P. Nunca ha explicado usted en qué consistió aquel acuerdo...

R. Yo le dejé claro a Felipe González que la ambición política para mí era cambiar las cosas y conseguir que determinadas posiciones se hicieran regla general, y que todo un grupo, toda una estructura, fuera capaz de hacer ese cambio. Entendí que estando en el Gobierno tendría las manos atadas. Por eso acepté el cargo que más encajaba con mi trayectoria de lucha contra el narcotráfico: la dirección del Plan Nacional sobre Drogas.

P. Existe un versión menos romántica y más contundente de los hechos: que Felipe González se olvidó de usted y le dejó a la deriva y en manos de otro juez que sí había conseguido tocar el cielo: Juan Alberto Belloch.

R. ¡Le aseguro que yo nunca he estado en manos de nadie más allá de las de mi mujer!... Yo, con Felipe estuve tres veces antes de las elecciones, y después, bastantes más. Y siempre hubo entre nosotros una claridad que me permitió detectar su inactividad en la toma de decisiones que, en su opinión, tenían que tomarse lentamente, pero que, desde mi óptica, se necesitaba una serie de medidas quirúrgicas y una contundencia para salir de aquel camino peligroso... Y yo respeto a Juan Alberto, pero en ningún momento estuve en sus manos, ni él en las mías. La verdad es que cuando a él le nombraron biministro yo ya le había mandado mi carta de dimisión al presidente del Gobierno hacía 18 días.

P. Pues Belloch se hartó de divulgar que usted le llegó a decir incluso que se conformaba con ser subsecretario de Interior con tal de seguir en el equipo de Felipe González...

R. ¡Si yo me hubiese querido quedar en el equipo de Felipe, me hubiese quedado, y de la manera que yo hubiese querido! Pero la cuestión es que yo ya no podía seguir trabajando con un equipo con el que ya no estaba en sintonía... ¿Qué coño hacía yo ahí? Soy de las personas que dan todo lo que tienen, y a partir de cuando se cierra un ciclo pongo las energías en el siguiente.

P. El siguiente comienza cuando usted regresa a su juzgado y decide resucitar el caso GAL, que dormía el sueño de los justos en un cajón...

R. ¡Eso es falso¡ Yo acepto que lo piensen, que lo digan, que lo utilicen políticamente como un arma en contra de aquel que ha tomado una decisión que no les gustó, que les perjudicó en su momento, que todavía hoy no aceptan. Pero en ningún momento hubo una relación de causa efecto, y el que conozca la actividad judicial lo sabe. Yo me remito a que, después de todas esas campañas, hubo una sentencia en el Supremo en la que se reconoce que mi instrucción era correcta. Pero es que, además, el Tribunal Constitucional también ha determinado que no son ciertas ninguna de las imputaciones que se me hicieron desde algunos sectores socialistas. Otros me dijeron en privado que no las compartían.

P. Pero aquel sumario de los GAL estaba dormido hasta que usted se acordó de él, después de su decepcionante experiencia con los socialistas...

R. Eso no es verdad. El sumario de los GAL no estaba durmiendo el sueño de los justos, estaba instruyéndose por el juez que me estaba sustituyendo a mí. ¡Se habían señalado y practicado diligencias, transcurrieron meses y meses hasta que se reabrió! Lo que yo no puedo es entrar en la mente y en las intenciones de las personas cuando deciden hablar ante un juez.

P. El caso es que alguna de esas personas, como Michel Domínguez, ya había hablado con usted sobre los GAL antes de que usted fuera candidato. No se entiende que, si ya conocía los hechos, decidiera ir en las listas del PSOE sin ningún escrúpulo...

R. ¡Eso no fue así¡ Ésa es otra de las afirmaciones que se han hecho porque ha interesado: al propio Domínguez y a sectores y grupos políticos contrarios al PSOE. Se me atacó brutalmente por ello, lo recordará usted... Pero yo no tuve conocimiento alguno de implicaciones de personas concretas, más allá de lo que yo pudiera saber en esos momentos, que era que había dos personas condenadas por uno de los asuntos de los GAL. Después... En la política parece ser que todo está permitido, pero yo pienso que no se puede manipular de una forma tan vergonzosa, faltando a la verdad. Y la verdad es que yo no sabía nada de los GAL que implicara a los socialistas y que jamás en mi vida hablé con Felipe González de los GAL. Y el que diga lo contrario, miente. Y creo que una de las quiebras importantes de este asunto se produce cuando Felipe, en el juicio del Supremo, dijo algo diferente, que todavía...

P. ¿Está usted diciendo que mintió Felipe González?

R. ¡Yo no lo sé! ¡Allá cada uno! Que se juzgue a sí mismo. Pero él no se ajustó a la verdad. Es que... las cosas son como son. Mire, yo he tenido que soportar situaciones muy duras en las que se ha atacado a mi honorabilidad, a la de mi familia, se ha violentado mi intimidad, se han violado mis comunicaciones... Pero yo no tengo nada que ocultar, y pienso que los demás deberían hacer lo mismo. Porque, tarde o temprano, las cosas salen por mucho que se oculten.

P. ¿Es que está usted convencido, todavía, de que Felipe González era, de una manera u otra, la X de los GAL?

R. Jamás me he pronunciado sobre ese particular, y no lo voy a hacer ahora. Porque le recuerdo que yo sigo tramitando asuntos que afectan a los GAL, y no voy a emitir opinión sobre responsabilidades o no responsabilidades, ni de Felipe ni de nadie. Lo que sí puedo decirle es que en ningún momento, a lo largo de la investigación sobre los GAL, esa X que usted dice tuvo más significación, en el organigrama que yo hice en 1988, que la del elemento desconocido. Por encima de las personas que en ese momento tenían reconocida cierta responsabilidad, que se valora en sentencia, había una serie de estratos superiores que yo desconocía... no significó más que eso. Posteriormente, en julio de 1995, como en noviembre de 1999, elevé sendas exposiciones a la Sala II del Tribunal Supremo, que no imputó a Felipe en el primer caso, y que decidió en el segundo que no había ningún elemento que hiciera plausible la imputación. Yo puedo estar o no de acuerdo con esa imputación, pero mi decisión estuvo basada en los hechos de una investigación.

P. Aquel empecinamiento suyo dio más credibilidad a sus deseos de venganza contra quien le había llevado a la aventura política...

R. ¡No, no! ¿Cuál sería el motivo de mi venganza? ¿Lo que yo supuestamente no conseguí en la política? Esa versión se ha construido en base a las afirmaciones y opiniones de todos aquellos que, primero, no aceptaron mi paso a la política; segundo, lo cuestionaron, y tercero, les... jodió cantidad que me marchara.

P. También tiene usted enemigos incómodos entre sus propios compañeros, que le señalan como un juez instructor poco reflexivo, que dirige sumarios que luego se estrellan ante el tribunal por falta de pruebas...

R. Mire, a mí no me preocupan las críticas; yo siempre he dicho y demostrado que tengo las espaldas muy anchas... Hago lo que puedo, hago lo que sé, creo que me gano el sueldo y procuro que mis investigaciones vayan a buen puerto. Y si nos remitiéramos a la estadística, le aseguro que esas acusaciones de instrucciones mal hechas caerían por su peso.

P. Le acusan también de exceso de protagonismo en determinadas operaciones en las que su presencia no es necesaria.

R. A mí me parece una acusación tan grave y peligrosa como carente de fundamento. Y si se hace en medios políticos, pues... en manos de quién estamos. Parece que se ignora que hay una cosa que se llama inmediación, que significa que el juez instructor debe de procurar estar encima de la investigación. Eso es lo que debe hacer todo juez de instrucción que se precie. Lo que pasa es que a veces no se hace lo que se debe por comodidad, porque a lo mejor otros no se quieren complicar la vida.

P. Lo que no puede negar es que usted, con sus actuaciones judiciales, es el gran perseguidor de ETA, el que ha ido desentrañando la madeja...

R. Es que yo siempre me he preguntado: '¿Quién ha definido lo que es ETA sino la propia ETA?'. Ella ha decidido que es un grupo que comete atentados y que tiene una infraestructura. Pero también ha decidido que todo lo demás no se relacione con ella. Y nosotros, ¿por qué aceptamos eso, cuando, a lo mejor, es contrario a la evidencia y al análisis de la documentación y de los datos? Y son años, porque la investigación la vengo haciendo desde 1990, en sus distintas fases, desde que ha ido cayendo la documentación en mis manos. La investigación frente a ETA tiene que ser global, uniforme, diversificada, pero siempre en una misma dirección. Si no se lucha así frente al terrorismo, estamos perdidos.

P. Lo malo es que muchas de sus actuaciones contra las filiales de ETA se las tumban luego los jueces en la Audiciencia Nacional. ¿Qué está pasando, señor Garzón? ¿Es que usted no tiene pruebas, o es que esos jueces tienen miedo?

R. Ni lo uno ni lo otro. Son ámbitos diferentes, perspectivas distintas... Los indicios y los datos son los que avalan la actuación del juez de instrucción, y eso debe ser respetado, aunque, sin duda, no se puede adelantar el juicio oral. Pero no se pueden pedir pruebas cuando está abierta una investigación. Es cierto que hay voces discrepantes a mi favor en esas resoluciones a las que usted alude. Mi primeras decisiones sobre la kale borroka, diciendo que eso era terrorismo y que estaba en la documentación de ETA, en Bidart, fueron en junio de 1994. ¡Y ahora parece que todo el mundo está de acuerdo en que esto es así! Y yo, no es que sepa más que otros, pero veo claramente cómo se mueve la organización, cómo se estructura. Veo que no tiene sentido investigar la estructura de ETA sin su entorno. Lo que trato es de desmontar ese engranaje.

P. Sin duda, el tiempo y las evidencias le van dando la razón, pero no las decisiones de sus compañeros magistrados...

R. No quiero entrar en eso. Está claro que yo no me puedo convertir en juez sentenciador porque no es mi función. Lo que vengo diciendo desde hace mucho tiempo es que es imposible la subsistencia de una organización terrorista, de crimen organizado, sin ese entramado complejo, sin el apoyo social que necesitan y que les define. Hay que analizarla como una organización mafiosa, como una empresa criminal.

P. Quizá la frustración que pueda sentir por los obstáculos que encuentre en su camino sea incluso más insoportable que el miedo de saberse en todas las dianas de la organización terrorista, ¿no?

R. Mire: yo estoy donde estoy voluntariamente. Nadie, y menos una organización terrorista, va a mediatizar mi agenda y mi trabajo. Por tanto, si tengo algún miedo, lo dejo en el armario... No tengo miedo a ETA, ni es algo que me preocupe estar en su punto de mira, lo cual no quiere decir que sea un temerario. El día que no pueda asumir esta responsabilidad, lo dejaré. Y no tengo ningún sentimiento de frustración porque algunas veces no me den la razón.

P. Me gustaría saber si su relación con la Ertzaintza es tan satisfactoria como sería de desear, señor Garzón.

R. Yo le puedo asegurar que, en las investigaciones que ha correspondido a la Ertzaintza, lo que se le ha pedido lo ha hecho, y sobre las que la propia policía autónoma ha llevado a cabo no puedo decir otra cosa que las han realizado con los elementos que han tenido.

P. Pero ¿usted confía en la Ertzaintza, cree que es digna de confianza?

R. Yo creo que sí es digna de confianza. Al menos, en las investigaciones que yo he llevado, sí. Como lo son la Policía y la Guardia Civil. Ya es tiempo de que se cambie la percepción sobre esos cuerpos.

P. No le he preguntado 'todavía' si el desengaño político ha actuado en usted como un veneno lento...

R. Yo no me siento desengañado. He aprendido. Eso es todo.Es una conversación en calma aparente, la mejor simulación de una memoria en paz. Pero no hay costra en las heridas ni bálsamo que pueda curarlas. Sólo el lugar que ocupa ahora de juez frente al terror le gratifica. Y eso, a sabiendas de lo que pesa la soledad.

Pregunta. La reforma de la justicia pactada por el PSOE y el PP supone, entre otros cambios, la desaparición de los jueces estrella, como usted, señor Garzón.

Respuesta. Yo nunca me he considerado un juez estrella, pero acepto esa denominación porque me gusta darle a las cosas un enfoque positivo, y cuando se habla de estrella prefiero pensar en algo que da luz, que ilumina...

P. Pero, ¿usted cree que esta reforma de la justicia se ha hecho pensando en usted?

R. Algunos promotores de esa reforma han explicitado que uno de los objetivos sería ése. Pero yo no me siento amenazado, aunque haya algunos políticos que puedan pretenderlo.

P. La cuestión es que usted ha sido, y es todavía, un juez 'dueño de vidas y haciendas'.

R. ¡Niego la mayor! Que haya existido esa percepción sobre mí no voy a negarlo, pero no es así... Nunca pensé que iba a estar donde estoy, pero sí he distinguido siempre entre el poder personal y el que puede proporcionar el cargo que, en mi caso, reconozco que es muy grande, por la relevancia de los casos que entran en mi jurisdicción. Eso no lo puedo negar, pero de la exageración se me ha construido una leyenda.

P. Usted era 'el poder' en la justicia de este país. Por eso nunca entendí bien qué se le había perdido a usted en la política, junto a los socialistas.

R. Hubo un momento en el que consideré positivo y útil el aporte que yo podía hacer a una opción política concreta, que era la mía. Pensé que podía ayudar a combatir todo lo que estaba demandando la sociedad... Y decidí iniciar un camino aun convencido de que podía ser bastante complicado por la propia posición en la que entraba como independiente en el PSOE.... Hoy acepto que me equivoqué, que pequé de soberbia creyendo que yo podía hacer algo. La verdad es que era bastante difícil que una persona sola consiguiera la solución de problemas que estaban en pleno apogeo, como la corrupción... Hubo exceso de confianza por mi parte.

P. ¿Confianza en usted, o en Felipe González?

R. En los dos. Yo confié en Felipe. Y a mí me defraudó, como yo también pude defraudarle a él. En aquellos momentos, para mí era la persona que podía representar el último esfuerzo, y yo tuve la mala suerte de que acudieran a mí... Quizá hubo exceso de individualismo por mi parte, sin duda por mi procedencia profesional y porque nunca formé parte de ninguna asociación o grupo. Y, sin duda, hubo por mi parte exceso de confianza en las buenas intenciones del líder que en ese momento encabezaba aquella opción... Yo puse al servicio de aquella iniciativa de lucha contra la corrupción todo lo que había sido mi prestigio, acepté las críticas, algunas profundamente injustas... Y, bueno, una vez que se produjo el desacuerdo, le dije a Felipe: 'Si tú lo puedes hacer, bien, pero yo no puedo seguir engañando a la gente que me ha votado. ¿Que eso es normal en política? Bueno... pues a lo mejor hay que cambiar eso, a lo mejor es que yo soy un ingenuo'.

P. Los socialistas, y en esto coinciden todos, mantienen otra razón de su abandono: que usted ansiaba el poder, que se imaginó sentado en el Consejo de Ministros.

R. ¡Eso es una imbecilidad! Pero lo respeto. Lo mismo que tengo que oír que me llamen ambicioso, yo puedo decir que afirmar que yo aspiraba a sentarme en el Consejo de Ministros es de imbéciles... Vamos a ver: si yo entraba en política con todo el poder que se me presumía, ¡que se me presumía muchísimo!, habría que empezar por recordarles a aquellos que me acusan de ambición que la adulación que me dedicaban era hasta bochornosa. Entonces se me reconocía todo el poder, se decía: 'Es el número dos, es el delfín'... ¡Yo era casi todo! Y digo yo: si era así, ¿qué me impedía a mí exigir un puesto en el Consejo de Ministros? ¿Qué me impedía a mí decir: 'Quiero un puesto?'. Si entrabas como la gran esperanza, a esa gran esperanza había que darle todo lo que pidiera, ¿no? ¡Pues a lo mejor la cuestión es que no lo pedí! Lo único que exigí fue ser el número dos por la lista de Madrid, porque yo entendí que en esa lucha, que iba a ser ardua dentro de las estructuras de un grupo parlamentario, quizá la única fuerza que yo podía tener era la fuerza política de una ubicación electoral detrás del presidente del Gobierno. En ningún momento Felipe González me ofreció un puesto en el Consejo de Ministros. Tampoco se lo pedí, sino que puse, precisamente, la condición contraria. Y le aseguro a usted que hubo oportunidades. Pero González y yo siempre estuvimos de acuerdo en que no se trataba de eso. Incluso tuvimos una conversación muy clarificadora al respecto.

P. Nunca ha explicado usted en qué consistió aquel acuerdo...

R. Yo le dejé claro a Felipe González que la ambición política para mí era cambiar las cosas y conseguir que determinadas posiciones se hicieran regla general, y que todo un grupo, toda una estructura, fuera capaz de hacer ese cambio. Entendí que estando en el Gobierno tendría las manos atadas. Por eso acepté el cargo que más encajaba con mi trayectoria de lucha contra el narcotráfico: la dirección del Plan Nacional sobre Drogas.

P. Existe un versión menos romántica y más contundente de los hechos: que Felipe González se olvidó de usted y le dejó a la deriva y en manos de otro juez que sí había conseguido tocar el cielo: Juan Alberto Belloch.

R. ¡Le aseguro que yo nunca he estado en manos de nadie más allá de las de mi mujer!... Yo, con Felipe estuve tres veces antes de las elecciones, y después, bastantes más. Y siempre hubo entre nosotros una claridad que me permitió detectar su inactividad en la toma de decisiones que, en su opinión, tenían que tomarse lentamente, pero que, desde mi óptica, se necesitaba una serie de medidas quirúrgicas y una contundencia para salir de aquel camino peligroso... Y yo respeto a Juan Alberto, pero en ningún momento estuve en sus manos, ni él en las mías. La verdad es que cuando a él le nombraron biministro yo ya le había mandado mi carta de dimisión al presidente del Gobierno hacía 18 días.

P. Pues Belloch se hartó de divulgar que usted le llegó a decir incluso que se conformaba con ser subsecretario de Interior con tal de seguir en el equipo de Felipe González...

R. ¡Si yo me hubiese querido quedar en el equipo de Felipe, me hubiese quedado, y de la manera que yo hubiese querido! Pero la cuestión es que yo ya no podía seguir trabajando con un equipo con el que ya no estaba en sintonía... ¿Qué coño hacía yo ahí? Soy de las personas que dan todo lo que tienen, y a partir de cuando se cierra un ciclo pongo las energías en el siguiente.

P. El siguiente comienza cuando usted regresa a su juzgado y decide resucitar el caso GAL, que dormía el sueño de los justos en un cajón...

R. ¡Eso es falso¡ Yo acepto que lo piensen, que lo digan, que lo utilicen políticamente como un arma en contra de aquel que ha tomado una decisión que no les gustó, que les perjudicó en su momento, que todavía hoy no aceptan. Pero en ningún momento hubo una relación de causa efecto, y el que conozca la actividad judicial lo sabe. Yo me remito a que, después de todas esas campañas, hubo una sentencia en el Supremo en la que se reconoce que mi instrucción era correcta. Pero es que, además, el Tribunal Constitucional también ha determinado que no son ciertas ninguna de las imputaciones que se me hicieron desde algunos sectores socialistas. Otros me dijeron en privado que no las compartían.

P. Pero aquel sumario de los GAL estaba dormido hasta que usted se acordó de él, después de su decepcionante experiencia con los socialistas...

R. Eso no es verdad. El sumario de los GAL no estaba durmiendo el sueño de los justos, estaba instruyéndose por el juez que me estaba sustituyendo a mí. ¡Se habían señalado y practicado diligencias, transcurrieron meses y meses hasta que se reabrió! Lo que yo no puedo es entrar en la mente y en las intenciones de las personas cuando deciden hablar ante un juez.

P. El caso es que alguna de esas personas, como Michel Domínguez, ya había hablado con usted sobre los GAL antes de que usted fuera candidato. No se entiende que, si ya conocía los hechos, decidiera ir en las listas del PSOE sin ningún escrúpulo...

R. ¡Eso no fue así¡ Ésa es otra de las afirmaciones que se han hecho porque ha interesado: al propio Domínguez y a sectores y grupos políticos contrarios al PSOE. Se me atacó brutalmente por ello, lo recordará usted... Pero yo no tuve conocimiento alguno de implicaciones de personas concretas, más allá de lo que yo pudiera saber en esos momentos, que era que había dos personas condenadas por uno de los asuntos de los GAL. Después... En la política parece ser que todo está permitido, pero yo pienso que no se puede manipular de una forma tan vergonzosa, faltando a la verdad. Y la verdad es que yo no sabía nada de los GAL que implicara a los socialistas y que jamás en mi vida hablé con Felipe González de los GAL. Y el que diga lo contrario, miente. Y creo que una de las quiebras importantes de este asunto se produce cuando Felipe, en el juicio del Supremo, dijo algo diferente, que todavía...

P. ¿Está usted diciendo que mintió Felipe González?

R. ¡Yo no lo sé! ¡Allá cada uno! Que se juzgue a sí mismo. Pero él no se ajustó a la verdad. Es que... las cosas son como son. Mire, yo he tenido que soportar situaciones muy duras en las que se ha atacado a mi honorabilidad, a la de mi familia, se ha violentado mi intimidad, se han violado mis comunicaciones... Pero yo no tengo nada que ocultar, y pienso que los demás deberían hacer lo mismo. Porque, tarde o temprano, las cosas salen por mucho que se oculten.

P. ¿Es que está usted convencido, todavía, de que Felipe González era, de una manera u otra, la X de los GAL?

R. Jamás me he pronunciado sobre ese particular, y no lo voy a hacer ahora. Porque le recuerdo que yo sigo tramitando asuntos que afectan a los GAL, y no voy a emitir opinión sobre responsabilidades o no responsabilidades, ni de Felipe ni de nadie. Lo que sí puedo decirle es que en ningún momento, a lo largo de la investigación sobre los GAL, esa X que usted dice tuvo más significación, en el organigrama que yo hice en 1988, que la del elemento desconocido. Por encima de las personas que en ese momento tenían reconocida cierta responsabilidad, que se valora en sentencia, había una serie de estratos superiores que yo desconocía... no significó más que eso. Posteriormente, en julio de 1995, como en noviembre de 1999, elevé sendas exposiciones a la Sala II del Tribunal Supremo, que no imputó a Felipe en el primer caso, y que decidió en el segundo que no había ningún elemento que hiciera plausible la imputación. Yo puedo estar o no de acuerdo con esa imputación, pero mi decisión estuvo basada en los hechos de una investigación.

P. Aquel empecinamiento suyo dio más credibilidad a sus deseos de venganza contra quien le había llevado a la aventura política...

R. ¡No, no! ¿Cuál sería el motivo de mi venganza? ¿Lo que yo supuestamente no conseguí en la política? Esa versión se ha construido en base a las afirmaciones y opiniones de todos aquellos que, primero, no aceptaron mi paso a la política; segundo, lo cuestionaron, y tercero, les... jodió cantidad que me marchara.

P. También tiene usted enemigos incómodos entre sus propios compañeros, que le señalan como un juez instructor poco reflexivo, que dirige sumarios que luego se estrellan ante el tribunal por falta de pruebas...

R. Mire, a mí no me preocupan las críticas; yo siempre he dicho y demostrado que tengo las espaldas muy anchas... Hago lo que puedo, hago lo que sé, creo que me gano el sueldo y procuro que mis investigaciones vayan a buen puerto. Y si nos remitiéramos a la estadística, le aseguro que esas acusaciones de instrucciones mal hechas caerían por su peso.

P. Le acusan también de exceso de protagonismo en determinadas operaciones en las que su presencia no es necesaria.

R. A mí me parece una acusación tan grave y peligrosa como carente de fundamento. Y si se hace en medios políticos, pues... en manos de quién estamos. Parece que se ignora que hay una cosa que se llama inmediación, que significa que el juez instructor debe de procurar estar encima de la investigación. Eso es lo que debe hacer todo juez de instrucción que se precie. Lo que pasa es que a veces no se hace lo que se debe por comodidad, porque a lo mejor otros no se quieren complicar la vida.

P. Lo que no puede negar es que usted, con sus actuaciones judiciales, es el gran perseguidor de ETA, el que ha ido desentrañando la madeja...

R. Es que yo siempre me he preguntado: '¿Quién ha definido lo que es ETA sino la propia ETA?'. Ella ha decidido que es un grupo que comete atentados y que tiene una infraestructura. Pero también ha decidido que todo lo demás no se relacione con ella. Y nosotros, ¿por qué aceptamos eso, cuando, a lo mejor, es contrario a la evidencia y al análisis de la documentación y de los datos? Y son años, porque la investigación la vengo haciendo desde 1990, en sus distintas fases, desde que ha ido cayendo la documentación en mis manos. La investigación frente a ETA tiene que ser global, uniforme, diversificada, pero siempre en una misma dirección. Si no se lucha así frente al terrorismo, estamos perdidos.

P. Lo malo es que muchas de sus actuaciones contra las filiales de ETA se las tumban luego los jueces en la Audiciencia Nacional. ¿Qué está pasando, señor Garzón? ¿Es que usted no tiene pruebas, o es que esos jueces tienen miedo?

R. Ni lo uno ni lo otro. Son ámbitos diferentes, perspectivas distintas... Los indicios y los datos son los que avalan la actuación del juez de instrucción, y eso debe ser respetado, aunque, sin duda, no se puede adelantar el juicio oral. Pero no se pueden pedir pruebas cuando está abierta una investigación. Es cierto que hay voces discrepantes a mi favor en esas resoluciones a las que usted alude. Mi primeras decisiones sobre la kale borroka, diciendo que eso era terrorismo y que estaba en la documentación de ETA, en Bidart, fueron en junio de 1994. ¡Y ahora parece que todo el mundo está de acuerdo en que esto es así! Y yo, no es que sepa más que otros, pero veo claramente cómo se mueve la organización, cómo se estructura. Veo que no tiene sentido investigar la estructura de ETA sin su entorno. Lo que trato es de desmontar ese engranaje.

P. Sin duda, el tiempo y las evidencias le van dando la razón, pero no las decisiones de sus compañeros magistrados...

R. No quiero entrar en eso. Está claro que yo no me puedo convertir en juez sentenciador porque no es mi función. Lo que vengo diciendo desde hace mucho tiempo es que es imposible la subsistencia de una organización terrorista, de crimen organizado, sin ese entramado complejo, sin el apoyo social que necesitan y que les define. Hay que analizarla como una organización mafiosa, como una empresa criminal.

P. Quizá la frustración que pueda sentir por los obstáculos que encuentre en su camino sea incluso más insoportable que el miedo de saberse en todas las dianas de la organización terrorista, ¿no?

R. Mire: yo estoy donde estoy voluntariamente. Nadie, y menos una organización terrorista, va a mediatizar mi agenda y mi trabajo. Por tanto, si tengo algún miedo, lo dejo en el armario... No tengo miedo a ETA, ni es algo que me preocupe estar en su punto de mira, lo cual no quiere decir que sea un temerario. El día que no pueda asumir esta responsabilidad, lo dejaré. Y no tengo ningún sentimiento de frustración porque algunas veces no me den la razón.

P. Me gustaría saber si su relación con la Ertzaintza es tan satisfactoria como sería de desear, señor Garzón.

R. Yo le puedo asegurar que, en las investigaciones que ha correspondido a la Ertzaintza, lo que se le ha pedido lo ha hecho, y sobre las que la propia policía autónoma ha llevado a cabo no puedo decir otra cosa que las han realizado con los elementos que han tenido.

P. Pero ¿usted confía en la Ertzaintza, cree que es digna de confianza?

R. Yo creo que sí es digna de confianza. Al menos, en las investigaciones que yo he llevado, sí. Como lo son la Policía y la Guardia Civil. Ya es tiempo de que se cambie la percepción sobre esos cuerpos.

P. No le he preguntado 'todavía' si el desengaño político ha actuado en usted como un veneno lento...

R. Yo no me siento desengañado. He aprendido. Eso es todo.

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