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Unos médicos de cierta localidad de Granada encontraron en la calle un feto y lo enviaron enseguida a la Clínica Anatómico Forense para que le hicieran la autopsia, como es lógico. Mientras el feto permanecía en alcohol, a la espera de que llegara el patólogo, la Guardia Civil inició las pesquisas para localizar a la madre de la criatura y llevarla ante el juez. Finalmente, se descubrió que el feto no era más que un muñeco de silicona. Quizá ustedes se pregunten cómo unos señores con estudios de medicina pudieron confundir una cosa con otra. Pues porque eran prácticamente idénticas. La silicon...

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Unos médicos de cierta localidad de Granada encontraron en la calle un feto y lo enviaron enseguida a la Clínica Anatómico Forense para que le hicieran la autopsia, como es lógico. Mientras el feto permanecía en alcohol, a la espera de que llegara el patólogo, la Guardia Civil inició las pesquisas para localizar a la madre de la criatura y llevarla ante el juez. Finalmente, se descubrió que el feto no era más que un muñeco de silicona. Quizá ustedes se pregunten cómo unos señores con estudios de medicina pudieron confundir una cosa con otra. Pues porque eran prácticamente idénticas. La silicona está entreverada de tal forma con los tejidos humanos que ya no hay manera de saber dónde termina el plástico y comienza la carne. De hecho, cuando muere en extrañas circunstancias una de esas personas reconstruidas, el forense tarda horas en separar lo orgánico de lo inorgánico. Y no es raro que lo inorgánico, paradójicamente, se descomponga antes.

Ocurre algo parecido con dos géneros literarios cuyas fronteras parecían clarísimas: la biografía y la novela. No es que se escriban biografías noveladas, sino que la ficción ha penetrado en la realidad como la silicona en los cuerpos y no hay manera de saber dónde tenemos el pie, ni falta que nos hace. Mis padres me decían que pusiera los pies en la realidad, y cuando me asomé a lo que llamaban realidad, resultó ser un sitio inhabitable, a menos que le añadieras unas porciones de ficción. Ahora circulan unas 'biografías autorizadas', que curiosamente son más fantásticas que las inventadas. Lo falso es más cierto que lo verdadero. Si quiere usted atinar, diga lo contrario de lo que se le venga a la cabeza.

De pequeños, nos aseguraban que en este siglo tomaríamos una pastilla y sería lo mismo que habernos comido un pollo, pero ha sucedido justamente al revés: te tomas un pollo, y es como si te hubieras tomado una pastilla, puesto que su carne está llena de antibióticos. No hay manera de saber dónde termina el animal y empieza la píldora, ni si la vida es la continuación de la novela o la silicona una prolongación del feto. Hace un calor que parece que estamos en verano. En casa hemos tenido que quitar la calefacción.

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