Crónica:Copa América

Más desgana que juego

Al paso que va esta Copa América, Argentina va a quedar bien, mejor al menos que los demás equipos. Con argumentos cuestionables y sobre todo a deshora, pero se quitó del medio de la farsa en la que se está convirtiendo el torneo, el más antiguo entre selecciones. Las demás aceptaron pisar Colombia, pero para nada. En la mayoría de los casos, para insultar al fútbol con actuaciones tan horrorosas como desganadas. Ya no es que presenten formaciones huérfanas de los mejores jugadores. Lo peor es la indiferencia con la que miran el balón y las gradas repletas. Se limitan a diseñar conservadores p...

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Al paso que va esta Copa América, Argentina va a quedar bien, mejor al menos que los demás equipos. Con argumentos cuestionables y sobre todo a deshora, pero se quitó del medio de la farsa en la que se está convirtiendo el torneo, el más antiguo entre selecciones. Las demás aceptaron pisar Colombia, pero para nada. En la mayoría de los casos, para insultar al fútbol con actuaciones tan horrorosas como desganadas. Ya no es que presenten formaciones huérfanas de los mejores jugadores. Lo peor es la indiferencia con la que miran el balón y las gradas repletas. Se limitan a diseñar conservadores planteamientos para salir del paso y juegan por jugar. Unos sólo esconden su falta de interés en las declaraciones y otros, como Javier Aguirre, el seleccionador de México, hasta lo confiesan en público. El torneo les importa un pimiento. Acorralados por las presiones de los patrocinadores, asustados por las amenazas del dinero, dejaron de pie la Copa América, pero sin intención de cumplir con ella con el mínimo decoro.

Sólo Costa Rica, una simple invitada, ha dejado claro su respeto a la competición de mayor solera y su compromiso con la camiseta que viste. Cumplidas las dos primeras jornadas, ya tiene un sitio asegurado en los cuartos de final (como Colombia, Chile, México y Uruguay) y conquistado el corazón de los heroicos espectadores. Se lo toma en serio, enseña un juego alegre y, sobre todo, ha regalado a Wanchope, el rey del torneo.

Ante Uruguay, ayer, Wanchope volvió a exhibirse, a mostrar su completo y diferente repertorio. Especialmente dejó un golazo, mezcla de proeza física y habilidad, reinventándose una segunda jugada nada más perder la pelota con la lengua fuera en el primer intento. La recuperó casi cayéndose y se prohibió el respiro: volvió a encarar, tiró un túnel, se coló de forma inverosímil entre dos defensas y, conservando a duras penas el equilibrio, dando dos zancadas trastabilladas, estiró su derecha para llegar al balón antes que Munúa y batirle despacito por raso. No le valió para entregarle el triunfo a su equipo (1-1), pero sí para concederle a la Copa América un argumento para ser seguida.

Por lo demás, el torneo es un rueda de lesiones que delata la falta de preparación y precipitación con la que tuvieron que llegar a la cita las selecciones (raro es el equipo que no ha perdido a un par de jugadores por percances musculares). Y es la crisis de Brasil, que sigue visible pese a que la mediocridad de Perú le echara en la última jornada un cable terapéutico. Cuando una selección acude a un guiño supersticioso (jugar de azul en vez de amarillo) como medida fundamental para corregir la falta de juego y de carácter es que la situación está realmente mal. Lo peor es que como ganó, Luiz Felipe Scolari, el seleccionador brasileño, anda convencido de la brillantez de su ocurrencia.

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