Crítica:CRÍTICAS

Un grande

Es la obra de un solitario, de uno de los pocos creadores artesanales que le van quedando a esa categoría, el cine de animación, tan moldeada hoy por la tecnología punta. Bill Plympton, estadounidense, políticamente incorrectísimo, sarcástico francotirador habitual de festivales, ha logrado, por fin, aunque con toda la provisionalidad del mundo, llegar hasta nosotros.

Y lo hace con una película que sonará familiar a quien haya visto sus innovadores, impagables cortometrajes, uno de los cuales, por cierto, Cómo hacerle el amor a una mujer, se homenajea aquí ampliamente, pero que d...

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Es la obra de un solitario, de uno de los pocos creadores artesanales que le van quedando a esa categoría, el cine de animación, tan moldeada hoy por la tecnología punta. Bill Plympton, estadounidense, políticamente incorrectísimo, sarcástico francotirador habitual de festivales, ha logrado, por fin, aunque con toda la provisionalidad del mundo, llegar hasta nosotros.

Y lo hace con una película que sonará familiar a quien haya visto sus innovadores, impagables cortometrajes, uno de los cuales, por cierto, Cómo hacerle el amor a una mujer, se homenajea aquí ampliamente, pero que dejará materialmente perplejo a quien lo desconozca. Es decir, con una película en la que todo es posible, en la que una animación artesanal -lo que, en su caso, no quiere decir otra cosa que personal: la innovación estética es verdaderamente lo fuerte de nuestro hombre- se abre en insondables simas de sentido, en piruetas que hubieran hecho las delicias de André Breton y los suyos.

ME CASÉ CON UN EXTRAÑO

Director: Bill Plympton. Intérpretes: filme de animación. Género: comedia fantástica, EE UU, 1997. Duración: 75 minutos

Surrealismo, pues, y del bueno. Y, por tanto, también palos a lo instituido, desde el matrimonio hasta el ejército, desde el poder de la televisión hasta los espectáculos one man show degradados por el más difícil todavía. El resultado es una película regocijante, inaudita; una bofetada de aire libre, una bocanada de inspiración y un desafío constante. Porque, como sus maestros clásicos, para Plympton la animación no tiene fronteras.

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