Crítica:MORENO VELOSO | POP

A la sombra del padre

Hay apellidos que pesan. Incluso aplastan. En la música popular pueden ser Lennon, Dylan, Marley o Veloso. Los hijos que los lleven difícilmente escaparán a la sombra de sus padres. Y la comparación está siempre a la que salta. Inexorablemente.

Moreno Veloso explicaba a una televisión local, minutos antes del concierto, que su padre y él están en niveles diferentes. Problema resuelto. Personalidad y encanto no le faltan a este brasileño de 27 años, que dio muestras de frescura y autonomía musical. Aunque el timbre de su voz, menos pulida y más limitada, recuerde por momentos al de papá ...

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Hay apellidos que pesan. Incluso aplastan. En la música popular pueden ser Lennon, Dylan, Marley o Veloso. Los hijos que los lleven difícilmente escaparán a la sombra de sus padres. Y la comparación está siempre a la que salta. Inexorablemente.

Moreno Veloso explicaba a una televisión local, minutos antes del concierto, que su padre y él están en niveles diferentes. Problema resuelto. Personalidad y encanto no le faltan a este brasileño de 27 años, que dio muestras de frescura y autonomía musical. Aunque el timbre de su voz, menos pulida y más limitada, recuerde por momentos al de papá Caetano: por ejemplo, cuando canta en español Para Xô'.

De su madre -nadie habla de ella-, Moreno parece haber heredado el gusto por las matemáticas; de su padre, el amor por la música y cierta debilidad por canciones de otros tiempos. Así cantó Só vendo que beleza, un éxito brasileño de los años cuarenta, o la deliciosa I´m wishing, de la película de dibujos animados Blancanieves, testimonio de una gran época, la década de los treinta, para la canción americana.

Se oyeron composiciones del propio Moreno Veloso, como Arrivederci, uno de los momentos fuertes de su disco Máquina de escrever música (aquí editado lastimosamente con el título en inglés de Music typewriter). Y temas de Jorge Ben y Gilberto Gil, pasados por el filtro sonoro de Manhattan: por algo sus padrinos se llaman Andrés Levin y Arto Lindsay. En concierto, mucho más que en la grabación, Moreno, que ya estuvo en una banda de punk rock experimental, de nombre Goodnight Varsóvia, dos baterías y mucho estruendo, se decanta por el alboroto contemporáneo.

Alguna vez se queda en plan João Gilberto: voz, guitarra y silla. Dura poco. La guitarra barullenta, aprendida de Lindsay, se impone de nuevo. Sus referencias están tanto en la samba, el tropicalismo y el mangue beat brasileños, como en el tecno de Aphex Twin o la vanguardia de DNA y Ambitious Lovers.

Moreno avisaba en las entrevistas previas que ver a Domenico tocando con los dedos su batería electrónica era todo un espectáculo. El espectáculo lo dio la maquinita de marras al estropearse de repente y dejarlos tirados a media faena. Y no hubo destornillador ni chip que valiera para salir del apuro. Domenico tuvo que improvisar y, con un par de baquetas de toda la vida, aporreó sobre la mesa los restos del invento con enchufe.

Kassin y Domenico son sus amigos del colegio. Entre los tres han montado una máquina de escribir música portátil: Moreno +2 (se anuncian las posibles combinaciones Domenico +2 o Kassin +2). Se pasaron el concierto sentados. Al final, levantan las posaderas y sacan tres panderos para un canto ritual de Bahía, cantar un pedacito de El Manisero o una samba carioca de fiesta de bar. A Moreno no le da miedo presentar su música con imperfecciones. Y marca territorio al prescindir de How beautiful could a being be, canción suya que grabó Caetano Veloso y sirvió de banda sonora a una campaña publicitaria internacional. En poco tiempo es muy probable que olvidemos que Moreno es hijo de.

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