Reportaje:

Un almeriense lucha contra el olvido del horror nazi

José Magaña (90 años) guarda todos los documentos que dan fe de su etapa como preso de los nazis

'Sólo quiero que nuestra historia no se pierda. Hemos estado olvidados mucho tiempo. Seguro que los jóvenes de hoy, cuando hablamos de nuestras vidas, piensan que son cuentos de viejos'. José Magaña Expósito tiene 90 años, una pasmosa lucidez mental y muchas heridas que el paso del tiempo no ha sido capaz de cerrar. La guerra civil española le sorprendió en plena juventud en Lucainena de las Torres, el pequeño municipio almeriense en el que nació un día de noviembre de 1910.

Los tiempos auguraban un cambio histórico radical y José Magaña, como tantos otros, no dudó en situarse del lado ...

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'Sólo quiero que nuestra historia no se pierda. Hemos estado olvidados mucho tiempo. Seguro que los jóvenes de hoy, cuando hablamos de nuestras vidas, piensan que son cuentos de viejos'. José Magaña Expósito tiene 90 años, una pasmosa lucidez mental y muchas heridas que el paso del tiempo no ha sido capaz de cerrar. La guerra civil española le sorprendió en plena juventud en Lucainena de las Torres, el pequeño municipio almeriense en el que nació un día de noviembre de 1910.

Los tiempos auguraban un cambio histórico radical y José Magaña, como tantos otros, no dudó en situarse del lado de quienes, sin calibrar los riesgos, escogieron la lucha por las libertades. Por eso se alistó voluntario en el ejército de la II República. Por eso, y por espantar el fantasma de los reproches que atenazan la conciencia de quien sabe que pudo hacer algo y no se atrevió.

'Pensé que era una vergüenza no hacer nada. Eso fue lo que me llevó a presentarme como voluntario. No quería que el día de mañana alguien pudiera considerarme un cobarde', explica hoy el venerable anciano que consagró sus mejores años a luchar 'por dar una vida mejor al nuevo mundo'. En 1939, gravemente herido, José Magaña pasó a Francia. Allí le esperaban días de penurias en distintos campos de concentración.

Su suerte se tornó aún más negra cuando, el 13 de abril de 1943, lo trasladaron a un campo de Burdeos (Francia), bajo la acusación de colaborar con la resistencia francesa. 'Me obligaron a trabajar en la base submarina que los nazis construían por aquellas fechas en Burdeos. Nos daban de comer poco y malo, íbamos medio descalzos, mal vestidos y trabajábamos 12 horas diarias. Ese calvario duró 14 meses', recuerda José.

Haciendo acopio de las pocas fuerzas que le quedaban y reuniendo un valor que nunca le abandonó, José Magaña aprovechó el desconcierto que entre las fuerzas nazis supuso el desembarco de los aliados en Normandía en 1944 para conseguir fugarse de la base submarina. Una vez en libertad, volvió a incorporarse a la resistencia francesa.

Mientras soportaba la larga cadena de penalidades, en Almería le esperaba su esposa, la paciente mujer con la que se casó durante la guerra civil y con la que sólo logró reunirse en Francia quince años después. La madre de José también consumió su vida esperando noticias del hijo al que nunca más volvió a ver. 'La pobre falleció sin saber si yo estaba vivo o muerto', recuerda José Magaña, obligado por la dictadura franquista a un prolongado exilio en Francia. En el país vecino rehizo su vida. Montó una empresa de maquinaria y construcción y fue tragándose la nostalgia que sólo logró disipar hace siete años, cuando en 1994 decidió regresar a Almería. 'Nunca quise acceder a la nacionalidad francesa. Yo decía que había nacido en España y era en España donde quería morir, aunque nos tuvieron totalmente olvidados. No tengo nada que agradecerles a los gobiernos españoles', explica José.

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Hoy, a punto de enfilar la década que le llevará a protagonizar un siglo de historia, José Magaña vive rodeado de recuerdos y multitud de documentos que dan fe de su vida. Confía en que alguien se haga cargo de ese material para que el testimonio de su lucha, y la de tantos otros, no sea devorado por la desmemoria.

En lo que ya no confía José es en otorgar el perdón para sus verdugos. 'Los alemanes nos hicieron mucho daño. Eran unos criminales que estaban envenenados y yo no perdono. No sé lo que pasará en el futuro, pero espero que no resuciten las fieras'.

José Magaña, en su casa de Almería, muestra una foto antigua suya y de su esposa.JOSÉ MANUEL VIDAL