Crónica:SAN SEBASTIÁN

El buen toreo del francés

El francés de Burdeos Julien Lescarret triunfó en el sexto de la tarde. Le concedieron una oreja y hubo petición de otra. En ese novillo la faena empezó con buen son. Instrumentó unos muy buenos doblones, para después dar dos tandas de derechazos largos y ligados. A continuación dio unos naturales muy ligados, y volvió a torear por derechazos con buen ajuste. Mató bien y ganó el premio aludido. En el tercero de la tarde, no consiguió ligar demasiado bien los naturales y los derechazos, mas estuvo con oficio y muy torero. En ese novillo armó un alboroto con el capote toreando por chicuelinas, d...

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El francés de Burdeos Julien Lescarret triunfó en el sexto de la tarde. Le concedieron una oreja y hubo petición de otra. En ese novillo la faena empezó con buen son. Instrumentó unos muy buenos doblones, para después dar dos tandas de derechazos largos y ligados. A continuación dio unos naturales muy ligados, y volvió a torear por derechazos con buen ajuste. Mató bien y ganó el premio aludido. En el tercero de la tarde, no consiguió ligar demasiado bien los naturales y los derechazos, mas estuvo con oficio y muy torero. En ese novillo armó un alboroto con el capote toreando por chicuelinas, delantales y navarras.

Cortó también oreja Sergio Aguilar, sin embargo este trofeo no tenía el peso específico del que le otorgaron al francés. El torero madrileño conforma una manera de torear muy hierática y llevando a los novillos al hilo de los pitones. Es un toreo vertical, efectista, solemne, pero al que le falta la densidad del toreo profundo. Estuvo por debajo del novillo, un ejemplar para haberle cortado las dos orejas si le hubiera echado la intensidad y el buen toreo que requería la manejabilidad del bicho.

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Fernández Pineda apuntó cierta clase en algunos naturales y derechazos, e incluso se ve que torea bien a la verónica. Es verdad que le tocaron los novillos más blandos de la tarde y, por ende, los que menos lucimiento demostraron.

La presentación de los novillos dejó bastante que desear por la comodidad de las cabezas: eran novillos abrochados y gachos.

Hemos encontrado una desventaja respecto al año pasado por parte de la empresa Chopera. En esta ocasión no han facilitado, tal como lo hicieron el año anterior, la nacionalidad de los novilleros intervinientes. Los espectadores no sabían si quienes estaban en el ruedo eran mexicanos, colombianos, franceses, españoles o de aún más lejos. El muchacho que viene de otro país quiere que se sepa de dónde es. Cada cual posee un legítimo orgullo patrio, por otra parte resulta natural. Al hurtarse su filiación parece que se les trata como mercancía anónima.

Si se hacen públicas las nacionalidades de los actuantes, el espectador puede adquirir conocimientos respecto a estilos y modos de torear según de qué lugares son los espadas que saltan a la arena. No nos parece que sea mucho pedir. Sobre todo, teniendo en cuenta que el año pasado la empresa informaba en los carteles de mano que daban en la entrada de dónde era cada diestro.

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