Reportaje:

Bofetones en el baile de la Ópera

42 detenidos y 17 policías heridos en la protesta contra la gran gala de Viena a la que acudió Josep Piqué

Petardos, botellas, latas y huevos. Todo vale para quitarle brillo al tradicional Baile de la Ópera de Viena. La gala, celebrada en la madrugada del viernes, acabó un año más a bofetones. Mientras más de 4.500 invitados ocupaban los lujosos -y carísimos- salones del teatro y su patio de butacas -convertido por una noche al año en una inmensa pista de baile del siglo XIX-, en la calle, unos 800 manifestantes gritaban contra una fiesta que consideran símbolo de una sociedad decadente, anacrónica e injustificadamente ostensosa.

Hace unos años, un líder juvenil comunista definió así contra ...

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Petardos, botellas, latas y huevos. Todo vale para quitarle brillo al tradicional Baile de la Ópera de Viena. La gala, celebrada en la madrugada del viernes, acabó un año más a bofetones. Mientras más de 4.500 invitados ocupaban los lujosos -y carísimos- salones del teatro y su patio de butacas -convertido por una noche al año en una inmensa pista de baile del siglo XIX-, en la calle, unos 800 manifestantes gritaban contra una fiesta que consideran símbolo de una sociedad decadente, anacrónica e injustificadamente ostensosa.

Hace unos años, un líder juvenil comunista definió así contra qué se protesta cada año en la capital austriaca: 'Nos dirigimos contra los que en una orgía desmesurada hacen alarde de su riqueza y corrupción y al mismo tiempo son responsables del desempleo, de la escasez de viviendas y la pobreza de Austria'.

Aunque otros años el número de manifestantes había sido mayor, éste la convocatoria fue más reducida pero más radical y violenta. Un total de 42 personas fueron detenidas a lo largo de la madrugada del jueves al viernes y un portavoz policial señaló que 17 agentes resultaron heridos de diversa consideración en los enfrentamientos.

El reducido pero violento grupo de manifestantes trató de acceder al recinto de la ópera y se enfrentó a los policías con piedras, artefactos pirotécnicos y otros objetos contundentes.

Unas 800 personas participaron en la manifestación de protesta -autorizada-, de las que menos de un centenar, al parecer y en su mayoría radicales procedentes de Alemania, fueron las protagonistas de los disturbios. Nada que ver con la protesta celebrada hace once años, en 1990, cuando la protesta comenzó con la entrega de flores por parte de la juventud Comunista Austriaca a la policía para demostrar su buena voluntad. Una buena voluntad que venía precedida de los graves disturbios del año anterior. En 1989, mientras Plácido Domingo dirigía sonriente a la orquesta que acompañaba su colega José Carreras, 1.500 jóvenes se enfrentaban en una auténtica batalla campal contra la policía.

Al emblemático baile de la capital vienesa acuden las principales autoridades del país y numerosos invitados extranjeros -este año, entre ellos, el ministro español de Asuntos Exteriores, Josep Piqué, y su mujer, invitados por su colega austriaca, Benita Ferrero-Walder-. Mientras los representantes de la vida política, económica y social de Austria bailan hasta la madrugada del viernes (ellas vestidas entre Ivana Trump y Sisí, y ellos con frac o esmoquin), en los alrededores del baile (ellos y ellas con botas y pasamontañas a lo subcomandante Marcos) se destroza el mobiliario urbano y los coches. Frente al gran acontecimiento social vienés la consigna es hacer ruido, mucho ruido.

El año pasado la policía incluso detuvo a un actor que, disfrazado de Hitler, logró romper el cerco policial y entrar en la ópera. Hubsi Kramer y un amigo -participantes en el paralelo Baile del Mal Gusto-, que hizo el papel de chófer, irrumpieron en el recibidor de la ópera. Ante todos los periodistas, los dos actores fueron detenidos por la policía. La imagen de Adolf Hitler reducido por los agentes austriacos dio la vuelta al país. Era una provocación en un país donde cualquier símbolo nazi está perseguido y penalizado.

Un policía abofetea a uno de los manifestantes contra el Baile de la Ópera de Viena.

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