Crónica:23ª jornada de Liga | FÚTBOL

Otro vendaval del Zaragoza

El Oviedo marcó por fin fuera de su campo, pero salió goleado

La ansiedad del Oviedo por marcar su primer gol fuera de su campo era uno de los alicientes del partido. Se diluyó en el minuto 33, cuando Danjou empujó el balón a la red con el muslo. Sólo que para entonces el Zaragoza ya había marcado dos goles y su vendaval ofensivo no había hecho más que empezar. Porque el gran atractivo fue comprobar, una vez más, que el Zaragoza ofrece espectáculo ofensivo, y del bueno, en su terreno de La Romareda.

A las decepciones del Zaragoza fuera de casa les suceden con progresión aritmética las alegrías ante su propia afición. Y, recurrentemente, con un pro...

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La ansiedad del Oviedo por marcar su primer gol fuera de su campo era uno de los alicientes del partido. Se diluyó en el minuto 33, cuando Danjou empujó el balón a la red con el muslo. Sólo que para entonces el Zaragoza ya había marcado dos goles y su vendaval ofensivo no había hecho más que empezar. Porque el gran atractivo fue comprobar, una vez más, que el Zaragoza ofrece espectáculo ofensivo, y del bueno, en su terreno de La Romareda.

A las decepciones del Zaragoza fuera de casa les suceden con progresión aritmética las alegrías ante su propia afición. Y, recurrentemente, con un protagonista de excepción, el argentino Esnáider, una garantía de vibraciones positivas, de éxito, pese a su precario estado físico. El delantero argentino llevaba diez días sin jugar. y agradeció el descanso. En el banquillo rival estaba Antic, quien fuera su entrenador en el Atlético. Esnáider andaba con ganas y, junto a Acuña y Juan Ignacio -que celebró sus 100 partidos en el Zaragoza abriendo el marcador- volvió a dar brillo y a aportar un plus de fantasía al equipo.

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Radomir Antic, redentor de futbolistas descarriados, había dejado en Oviedo a Collymore por su mal estado físico. Poco habría podido hacer el delantero inglés ante la seguridad de Paco y Aguado, unida al trabajo de Acuña y José Ignacio en el centro del campo y a las llegadas por las bandas de Vellisca y Juanele, a los movimientos de Jamelli entre líneas y a la pegada de Esnáider. Su segundo gol fue muy bello. Esquinado, a unos 25 metros de la portería, le pegó fuerte y colocado y sorprendió a un adelantado Esteban.

El Oviedo, que trata bien la pelota pero que sufre mucho por las bandas y por alto, nada pudo hacer ante el vendaval ofensivo zaragocista. Mejoró en el tramo final del partido gracias a la incorporación de Jaime y al relajamiento del equipo local.

Al Zaragoza le falta aprobar la asignatura fuera de su campo de La Romareda para aspirar a algo más que a mantener sin apuros la categoría. Lástima que Esnáider sólo sea un jugador de domingos alternos, un delantero que sólo se pone la chistera en La Romareda.

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