Crítica:FLAMENCO

El reino de la bulería

Noche fundamentalmente festera, la bulería fue la reina. Pansequito suele decir que es el estilo más difícil de interpretar del flamenco. Puede ser, pero también se presta a todos los excesos. No fue el caso de los tres cantaores de este programa, artífices extraordinarios del género: el propio Pansequito, Juana la del Revuelo y Aurora Vargas. Pansequito es el más largo de los tres, pues conoce todas las familias del cante y todas las interpreta bien. En las bulerías, efectivamente, es un maestro, y él les pone además su acento personal e intransferible, esas largas tiradas de tercios ligados ...

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Noche fundamentalmente festera, la bulería fue la reina. Pansequito suele decir que es el estilo más difícil de interpretar del flamenco. Puede ser, pero también se presta a todos los excesos. No fue el caso de los tres cantaores de este programa, artífices extraordinarios del género: el propio Pansequito, Juana la del Revuelo y Aurora Vargas. Pansequito es el más largo de los tres, pues conoce todas las familias del cante y todas las interpreta bien. En las bulerías, efectivamente, es un maestro, y él les pone además su acento personal e intransferible, esas largas tiradas de tercios ligados que nos quitan la respiración sólo de oírlas. Como en las soleares. Muy personal también su versión de los tarantos, que hace con notable originalidad.

Juana la del Revuelo estuvo sembrada en su larga secuencia por bulerías, sin micrófono y matizando, versátil, arriesgando mucho en los bajos. Sale con toda su familia: el hijo, Martín Chico, que a la guitarra nos recuerda a Diego del Gastor y se gana buenas ovaciones por ello; el marido, Martín Revuelo, motor musical del grupo y muy gracioso en sus interpretaciones; y ahora también la hija, que bailando por bulerías se desenvuelve con temperamento.

Aurora Vargas, la guapa trianera, está donde estaba: es decir, cantando con voz fresca y llena de flamencura y brillando sobre todo en su cante y baile por bulerías. Con ellas se gana siempre la entrega del público, porque sin caer en lo vulgar se muestra muy dúctil, accede a difíciles contrastes y convence sin reservas. Tiene además esa faceta bailaora enormemente apasionada, en que vive lo que hace sin cortarse en absoluto. Niño de Pura, con ella y con Pansequito, mereció también grandes ovaciones.

Menos convincente me pareció la lebrijana Concha Vargas. Es bailaora de no mucha técnica, pero sí de inspiración, y cuando éste no es el caso puede caer en la vulgaridad. Me temo que en esta ocasión ocurrió algo de eso.

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