La octava vida de Collymore

Cansado de fracasar en el fútbol británico, el polémico delantero inglés negocia con el Oviedo la que sería su primera experiencia en el extranjero

Está de moda (tediosamente de moda) estos días decir que en el fútbol lo único que importa es el dinero, que no hay lugar para los sentimientos, para los corazones bondadosos. El caso de Stan Collymore demuestra lo contrario. La compasión, la caridad, la buena voluntad que le han demostrado los clubes ingleses a lo largo de los años honraría a la Madre Teresa de Calcutta. Stan the Man, como le llama la prensa británica, es el hijo pródigo del fútbol inglés. El campeón de los hijos pródigos. Comparado con él, Paul Gascoigne -el escandalosamente autodestructivo Gazza- es un perfect...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Está de moda (tediosamente de moda) estos días decir que en el fútbol lo único que importa es el dinero, que no hay lugar para los sentimientos, para los corazones bondadosos. El caso de Stan Collymore demuestra lo contrario. La compasión, la caridad, la buena voluntad que le han demostrado los clubes ingleses a lo largo de los años honraría a la Madre Teresa de Calcutta. Stan the Man, como le llama la prensa británica, es el hijo pródigo del fútbol inglés. El campeón de los hijos pródigos. Comparado con él, Paul Gascoigne -el escandalosamente autodestructivo Gazza- es un perfecto Bobby Charlton, un correctísimo gentleman, un impecable profesional.

Collymore es un hijo pródigo al que se le ha perdonado no una vez, sino repetidamente. Peca y peca, abusa sin cesar de la generosidad que se le demuestra, pero el fútbol profesional le sigue brindando oportunidades de redención. El último club que parece dispuesto a demostrar que la generosidad, la ilusión y la fe pesan más que la lógica económica en el fútbol es el Real Oviedo, con el que el representante de Collymore estaba negociando anoche.

A seis días del cierre del mercado de invierno, los clubes españoles siguen lanzando redes

Hasta la fecha Collymore, que acaba de cumplir 30 años, ha jugado en siete clubes. Todos en Inglaterra. Crystal Palace, Southend, Nottingham, Liverpool, Aston Villa, Leicester, Bradford. No siempre fracasó. A principios de 1995, cuando todavía jugaba en el Forest, era el jugador más codiciado en Inglaterra. Ferguson intentó llevarlo al Manchester United pero el Liverpool, tras gastar lo que en ese momento era la gran fortuna de ocho millones y medio de libras, le ganó.

Collymore, aparentemente, lo tenía todo. Era alto, fuerte y explosivo, y tenía una excelente técnica con ambos pies, un potente disparo, era buen cabeceador. Marcaba muchos goles, casi todos espectaculares. Combinaba la rentabilidad con la estética. ¿Qué más se podía pedir? Nada, se convencieron en Liverpool tras verle marcar un golazo en su debut. Collymore era la gran esperanza, el mesías que devolvería los días de gloria al Liverpool y a la selección.

Pero el cuento no acabó así. Collymore reunía las condiciones físicas necesarias, pero lo que nadie había detectado es que tenía un problema en la cabeza. O, si no un problema, exactamente, que carecía de la extraordinaria cualidad que tienen los que realmente triunfan: la capacidad de adaptarse, de la noche a la mañana, a la fama y a la riqueza. Sin sufrir mayores trastornos.

Collymore no pudo. Un hombre inteligente, sensible se volvió introspectivo, irritable, malhumorado. O simplemente 'raro', como decían sus compañeros. Se notó en el vestuario, en los entrenamientos y en el campo. Había perdido las ganas. El fútbol le hacía sufrir, más que disfrutar.

Collymore, insolidario e insolente, envenenaba el ambiente, minaba el espíritu de equipo. Los directivos del Liverpool no podían creer su buena suerte cuando el Aston Villa pagó siete millones de libras por él. Casi se lo hubieran dado gratis. Lo más memorable que hizo durante su estancia en el Villa, donde anotó siete goles en dos años, no fue en el campo sino en un bar de París durante el Mundial 98. Asaltó a su novia, una famosa presentadora de televisión. Le tiró de los pelos, la golpeó hasta tirarla y la hubiera dado más de una patada si los empleados del bar no hubiesen venido corriendo a rescatarla.

En marzo de 1999 ingresó en un clínica psiquiatrica. Le diagnosticaron una depresión severa y, tras admitir que había pensado en el suicidio, nunca más volvió a jugar en el Villa. Hace un año lo fichó el Leicester. Esta vez sí que se fue gratis. O, mejor dicho, el City quedó en pagar 250.000 libras al Villa por cada 25 partidos que jugara Collymore.

Aún así, el Leicester se vio obligado a declarar que el fichaje no representaba 'ningún riesgo'. Dos semanas después el gerente de un hotel en La Manga expulsó a todo el equipo de Leicester tras un incidente hooliganesco en el bar del hotel en el que el maximo culpable resultó ser, sí, efectivamente, Stan the Man.

En octubre de 2000, el club, convencido de que a Collymore le importaba 'un carajo' el equipo, se lo regaló al recién ascendido, y algo desesperado, Bradford City. Como había ocurrido en el Leicester, Collymore marcó un par de golazos que ilusionaron, y después nada. Hoy, el Bradford es colista y su entrenador dice que va a tener que ir a la guerra para evitar el descenso, pero que Collymore no es ningún soldado. El que lo quiera que se lo lleve, han dicho. Y Antic ha sido el primero en alzar la mano.