Crítica:FÚTBOL | FÚTBOL | 18ª jornada de Liga | 18ª jornada de Liga

El Rayo impone su jerarquía

Los golazos de Poschner y Luis Cembranos dejan sin argumentos al Numancia

Marcó a las primeras de cambio, sacó el manual del contragolpe para asustar a su rival, especuló cuando no le quedó más remedio y esperó a que alguna genialidad resolviera definitivamente el conflicto. Todo eso hizo ayer el Rayo en Soria, donde capturó una victoria desde la tranquilidad más absoluta. Porque a día de hoy las diferencias entre el Numancia y el Rayo son enormes, inacabables. Uno se duele allá en la zona menos noble de la clasificación; el otro se lo pasa de miedo en la que es su temporada de gloria. Así las cosas, la jerarquía no hizo sino dictar sentencia.

El Rayo está qu...

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Marcó a las primeras de cambio, sacó el manual del contragolpe para asustar a su rival, especuló cuando no le quedó más remedio y esperó a que alguna genialidad resolviera definitivamente el conflicto. Todo eso hizo ayer el Rayo en Soria, donde capturó una victoria desde la tranquilidad más absoluta. Porque a día de hoy las diferencias entre el Numancia y el Rayo son enormes, inacabables. Uno se duele allá en la zona menos noble de la clasificación; el otro se lo pasa de miedo en la que es su temporada de gloria. Así las cosas, la jerarquía no hizo sino dictar sentencia.

El Rayo está que lo tira. Se siente grande y de vez en cuando, como ayer, se ve superior desde que el balón echa a rodar. Y aún más si a los cuatro minutos el marcador ya le sonríe. Poschner soltó aquel zapatazo lejano que se fue dentro y derribó cualquier amago de duda. El Numancia aún no se había enterado de la historia y al Rayo ya le sonreía el marcador, lo que le empujó a apuntarse al contragolpe y acumular hasta cinco ocasiones de gol -por arriba, por abajo, en acciones de estrategia o en otras improvisadas- en media hora, el tiempo que tardó el Numancia en verle la cara a Keller. En tal estado de placidez vivía el Rayo que se olvidó del balón. Su rival se vino tímidamente arriba, pero sus arreones murieron en las manos de Keller o en la orilla del área. Y sus ilusiones saltaron por los aires cuando Luis Cembranos se hizo con el balón y decidió que la fantasía también podía tener hueco en aquel escenario. Así que dibujó una deliciosa vaselina para echar el cerrojo a un duelo de un solo color.

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