TELE 5 | 'MONCLOA, ¿DÍGAME?'

Sainete

Moncloa, ¿dígame? se estrenó con dos tazas-capítulos de un caldo que aspira a renovar el género de las recetas cómicas. La serie trata del submundo funcionarial adosado a la presidencia del Gobierno. Los enredos de un gabinete de prensa y sus miserias alimentan una trama que concentra su munición en los diálogos que intercambian sus cínicos personajes. El presupuesto, por lo visto, no da para más. Mientras en los modelos de los que bebe -Sí, ministro y Spin City- la ambientación estaba a la altura de los guiones, aquí se descuidan decorados y resuelven papeletas con más de...

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Moncloa, ¿dígame? se estrenó con dos tazas-capítulos de un caldo que aspira a renovar el género de las recetas cómicas. La serie trata del submundo funcionarial adosado a la presidencia del Gobierno. Los enredos de un gabinete de prensa y sus miserias alimentan una trama que concentra su munición en los diálogos que intercambian sus cínicos personajes. El presupuesto, por lo visto, no da para más. Mientras en los modelos de los que bebe -Sí, ministro y Spin City- la ambientación estaba a la altura de los guiones, aquí se descuidan decorados y resuelven papeletas con más descaro que medios, algo que lastra su verosimilitud. El peso de la fórmula recae sobre los actores, que, salvo Ana Maria Barbany, pecan de estridentes y de un histrionismo gestual algo vodevilesco. Cuando se calman y optan por una interpretación más natural, en cambio, no sólo convencen, sino que permiten apreciar los matices críticos del texto y el saludable deseo de renovar los fosilizados moldes de la españolada.

Al presidente del Gobierno casi no se le ve. Se le intuye, eso sí, en un guiño cruel que permitirá que, si triunfa, la serie dure más que el Gobierno. El tono es deliberadamente cáustico (los cockers del presi se llaman Constitución y Democracia) y presenta un entorno presidencial corrupto, en el que la ambición y el interés particular están por encima del bien común. La renovación de los personajes pasa, en este caso, por una lesbiana que sustituye al ya manido homosexual masculino presente en todas las series, y, sobre todo, por la curtida María Fernanda, otro hallazgo en la carrera de Ana Maria Barbany, que, como ocurrió con la exitosa serie Plats bruts emitida por la televisión catalana, se roba la película (perdón: la serie). El gran problema de Moncloa, ¿dígame? es que tendrá que competir con la realidad. Por más brillante que sea y por mucho que mejore, la serie difícilmente superará los momentos de comicidad que se dieron en la entrevista de Buruaga a Aznar o las andanzas del legendario dúo Cañete-Villalobos.

[Moncloa, ¿dígame? obtuvo 3.812.000 espectadores (22% de cuota) y 3.452.000 (21,3%)].

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