FÚTBOL La reedición de la noche mágica del madridismo

"El día que nació el 'butragueñismo"

Sus artífices recuerdan para EL PAÍS la remontada de 1984 ante el Anderlecht (6-1), preámbulo del 'miedo escénico' en el Bernabéu

El destino puso una fecha y un partido para señalar el comienzo de una nueva era en el Madrid. La de la Quinta del Buitre, la de la comunión hinchada-equipo bautizada luego como el miedo escénico, la de las remontadas europeas en el Bernabéu... Sucedió la noche del 12 de diciembre de 1984, y el Madrid remontó con un 6-1 el 3-0 con el que llegó el Anderlecht de ventaja. "El partido inauguró el miedo escénico y el butragueñismo", resume Jorge Valdano, uno de los protagonistas de aquella noche. El Madrid, que entrenaba Amancio Amaro, jugó con Miguel Ángel; San José, Stielike, Camacho; Sanchis, Ga...

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LA DERROTA EN BRUSELAS "Todo se vino abajo"

El destino puso una fecha y un partido para señalar el comienzo de una nueva era en el Madrid. La de la Quinta del Buitre, la de la comunión hinchada-equipo bautizada luego como el miedo escénico, la de las remontadas europeas en el Bernabéu... Sucedió la noche del 12 de diciembre de 1984, y el Madrid remontó con un 6-1 el 3-0 con el que llegó el Anderlecht de ventaja. "El partido inauguró el miedo escénico y el butragueñismo", resume Jorge Valdano, uno de los protagonistas de aquella noche. El Madrid, que entrenaba Amancio Amaro, jugó con Miguel Ángel; San José, Stielike, Camacho; Sanchis, Gallego, Lozano (Martín Vázquez, m. 71), Michel (Salguero, m. 55); Butragueño, Santillana y Valdano. Mañana, el Anderlecht regresa a Chamartín para jugar otra cita europea. Los protagonistas de la noche inolvidable del 84 recuerdan para EL PAÍS sus sentimientos de entonces.

LA TERAPIA CAMACHO "¡Vamos a ganar!"

"Al partido de ida", comenta Stielike, "llegamos diezmados por las lesiones y las bajas. Se nos daba por eliminados. Como llegamos al descanso con 0-0, algún directivo bajó al vestuario a felicitarnos. Pero todo se vino abajo en el segundo tiempo. Nos marcaron tres goles y los pronósticos derrotistas se confirmaban".

LA ALINEACIÓN El abrazo de Juanito

De la ida a la vuelta pasaron dos semanas. Ése fue el tiempo del que dispuso Camacho, el primero en creer que la remontada era posible, para tornar el pesimismo reinante en confianza. "Las circunstancias no podían ser más adversas", recuerda Butragueño. "Necesitábamos cuatro goles, pero Camacho logró que saltásemos al terreno de juego convencidos de que íbamos a pasar. Camacho actuó como líder. Estuvo pesado, incansable. En cada entrenamiento, y antes del encuentro en los vestuarios, nos gritaba una y otra vez la misma frase: '¡Vamos a ganar! ¡vamos a ganar!,...". A la terapia colectiva, Camacho añadió la individual. "Preparamos el partido desde Bruselas", dice Santillana. "Camacho pasaba por las habitaciones para animarnos. '¿Venga, Charly', me decía, 'que vas a meter un par de goles'.

EL PLAN "Asustarles a la primera"

"En Bruselas no puse a Butragueño", se justifica Amancio, el entonces entrenador, "porque buscaba jugar al contragolpe y cerrar huecos". Pero le incluyó en el once de la vuelta -"para animarle le dije 'tú vas a marcar tres goles'"- y dejó fuera al malogrado Juanito. Fue un castigo. "Por una fuertes declaraciones que hizo antes del partido de ida", recuerda Michel. "Dijo que no se podía entregar el equipo a gente joven y sin experiencia. El club le apartó. Pero, tras el 6-1, pidió permiso para ir al vestuario y darnos un abrazo".

EL PESIMISMO "No había confianza"

"Intentamos que desde el primer segundo no pasasen de medio campo", dice Camacho, "y lo conseguimos. Intentamos que la primera jugada del partido fuese nuestra y que desde entonces les metiésemos miedo. Salimos convecidos de que les asustaríamos. Cuando uno juega en el Madrid te educan así. Hubo una motivación especial para este partido. Al subir al autobús cuando dejamos el campo del Anderlecht, ya sabía que les podíamos eliminar".

LA SUPERSTICIÓN "Cambiarnos dorsales"

"Veníamos de ganar 0-1 en el Calderón", rememora Valdano, "pero el andar del equipo era malo. De hecho, en la Liga terminamos a 18 puntos del Barça. El 3-0 de Bruselas parecía excesivo. Y cuando comenzó el duelo ante el Anderlecht, no había ni entusiasmo ni confianza para remontar". "No hubo una motivación especial", entiende Gallego, "no diferente a otras ocasiones. Pero sucedió que todo nos salió a pedir de boca".

EL GOL DE LA ESPERANZA "El sueño, más real"

"Butragueño, San José y yo nos cambiamos el número de las camisetas", revela Michel. "Y todo porque Emilio nos convenció de que daba buenas vibraciones. El Buitre, en lugar del 7, lució el 8, que era mi número. Yo, en cambio, llevé el 2, que era el de San José. Y éste se puso el 6, que no recuerdo a quién correspondía".

LA LLUVIA DE GOLES "Una apisonadora"

"Planteamos el partido de forma desesperada", apunta Valdano. "Y nos vimos ayudados por el tempranero gol de Sanchis. De repente, vimos que había esperanza en lo que hasta entonces tan sólo era desesperación". Sanchis añade: "El 1-0 hizo el sueño más real. Ocurrió muy pronto. Mucha gente no se había sentado. Fue en un córner, en el fondo sur. Lo cabeceé con bastante comodidad. Me gustaría decir que estaba rodeado de 18 contrarios, pero no es cierto.

EL ANDERLECHT "El mejor fue Scifo"

El partido se llenó de goles enseguida. Al 1-0 le sucedieron el 2-0 (Butragueño, m. 16) y el 3-0 (Valdano, m. 30). Igualada la eliminatoria, pero Hansen obligó al Madrid a volver al trabajo (3-1, m. 33). Finalmente, Valdano marcó el 4-1 (m. 40) y Butragueño remató la faena (m. 47 y m. 49). "No jugamos un gran partido, pero fuimos una apisonadora", recuerda Santillana, "y casi cada jugada acabó en gol". San José coincide: "Si hubiéramos necesitado nueve goles los habríamos marcado. Estoy convencido. Antes de empezar ya lo estaba. De hecho, en el túnel de vestuarios, crucé una apuesta con Andersen, un danés al que conocía de cuando jugó en el Valencia y a quien me tocó marcar ante el Anderlecht. Luego me dijo que no se creyó que fuera en serio".

LA CONFUSIÓN "No sabíamos qué hacer"

Pese a lo que contó el resultado final, el Madrid no fue futbolísticamente mejor que su rival. "De hecho, lo que más recuerdo de aquel partido es que Scifo fue el mejor", dice Valdano. "El Anderlecht trató mejor el balón, fue superior desde el punto de vista académico. Pero nosotros estábamos decididos a llevarnos el partido como fuera, por intensidad, por sentido agónico". El Madrid-Anderlecht lo presenciaron en directo sólo los aficionados que acudieron al Bernabéu. La televisión no lo transmitió en directo. Pero sí en diferido: "Lo ví después", recuerda Sanchis, "Y eso que nunca me reveo por la tele. Pero ese día sí. Cuando llegué a casa pensé que habíamos inventado el fútbol. Luego, viendo el partido por televisión me di cuenta de cómo se puede distorsionar la realidad. Porque en la tele vi que hubo momentos en que nos dieron un repaso".

EL MIEDO ESCÉNICO "Cualquier insensatez"

El Madrid llegó a la clasificación muy pronto. A los 49 minutos, el partido ya iba 6-1. "Ya no sabíamos qué hacer. Unos querían seguir atacando, otros defender y otros tener la pelota. Fue una media hora muy confusa".

NACE EL BUITRE "Julio César, soy Emilio"

"En ese partido descubrimos que el equipo tenía una versión desesperada capaz de cualquier gesta", dice Valdano, "una cara desconocida hasta entonces. A partir de ahí, la gente empezó a esperar cualquier insensatez. La mayor de todas fue el partido de vuelta contra el Borussia. Habíamos perdido en la ida 5-1 y Santillana marcó en el último minuto el 4-0. Fue la cumbre emotiva de mi carrera deportiva. Pero con el Anderlecht, nos dimos cuenta de que meter al público en el partido es sumamente rentable".

"Fue el partido que me consagró y catapultó", dice Butragueño, "Hasta entonces yo no era titular del equipo. Frente al Anderlecht sí lo fui y el partido fue clave para mi futuro". Esa noche el Bernabéu acogió como ídolo a Butragueño y no le movió ya jamás de su santoral. "Fue el primer día en que se gritó en el campo lo de '¡Buitre, Buitre, Buitre!'", comenta Julio César Iglesias, el periodista que hizo popular el apodo. "Salí del Bernabéu un poco preocupado", añade, "porque no sabía si le habría gustado o no. Los compañeros de equipo a Butragueño le llamaban Tintín. Lo cierto es que hacia las dos de la madrugada me llaman por teléfono y no sé si por lo vivido o por lo que fuese, al principio no reconocí la voz de Butragueño. 'Soy Emilio', me dijo y yo, medio dormido, le llegué a preguntar qué Emilio. '¿Has visto lo que ha dicho la gente después de que metiese el segundo gol?', me preguntó. Pensé que me lo decía porque le habría disgustado. Pero no fue así".

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